carlos ramirez Carlos Ramírez
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Por el bien de todos, primero… el desarrollo para riqueza social

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Por el bien de todos, primero… el desarrollo para riqueza social
Por el bien de todos, primero… el desarrollo para riqueza social

Sin demeritar el gran esfuerzo político y personal de Andrés Manuel López Obrador a lo largo de 37 años de lucha social, el modelo de entrega directa de dinero público a sectores marginados llegó ya a su límite y no cambió la clasificación social; si acaso, disminuyó la pobreza en pocos mexicanos del 80% que viven de una a cinco carencias sociales.

El presupuesto público para 2026 refleja que la política social de entrega de dinero de manera directa a los beneficiarios ya no puede crecer porque los ingresos fiscales no han aumentado en proporciones geométricas, y que más de 900 mil millones de pesos de bienestar directo en efectivo es un gasto mayor a los poco más de 500 mil millones de pesos para gasto de inversión.

El gasto de las asignaciones directas para trece programas sociales cubre 32 millones de personas, el 30% del 80% del total de los marginados. El programa de entrega directa de dinero de López Obrador surgió porque el Tratado de Comercio Libre y el engañoso Programa Nacional de Solidaridad no detuvieron el deterioro en la marginación de millones de familias mexicanas.

Las razones de las limitaciones del Pronasol en el TCL y ahora del bienestar social de la 4T radican en la disponibilidad de recursos presupuestales y ahí no hay más que caminos muy concretos: recaudación fiscal, reorganización del gasto público para terminar con abusos históricos, el aumento del gasto sin ingresos fiscales por tanto con cargo al déficit presupuestal y la deuda pública. El presupuesto se mueve como la piel de zapa de la novela de Balzac: a cada deseo cumplido disminuía su tamaño hasta desaparecer. El presupuesto mexicano es como una cobija que se jala de un lado para tapar hoyos pero se destapan otras zonas donde existen hoyos, y ello ocurrirá mientras no haya una reorganización en el ejercicio del presupuesto y mientras no exista –ni modo, es inevitable– una reforma fiscal.

El problema del modelo de desarrollo revolucionario-posrevolucionario que no ha cambiado sino que ha oscilado de forma pendular radica en los marginados que no alcanzan a convertirse en mano de obra productiva y por lo tanto no tienen acceso a los salarios ni a las prestaciones; pero la dificultad productiva es mucho peor: el 54% de la población económicamente activa se mueve en la informalidad de salarios menores sin prestaciones y sobreexplotación y el 74% de los trabajadores gana solo de uno a tres salarios mínimos.

Para atender a los marginados existen los programas sociales de dinero regalado de manera directa y, para encarar el segundo no hay más camino que una economía productiva y una reorganización como clase de los empresarios dueños de los medios y de los trabajadores sindicalizados para la lucha por la riqueza.

Los trece programas sociales deben ser reconocidos en sus objetivos concretos, pero no alcanzan ni siquiera a resolver el problema de la marginación y solo alivian una parte sustantiva de la falta de ingresos; por ejemplo, a la tercera edad le toca una asignación directa mensual de 1,500 pesos, una riqueza comparada con nada que recibían, pero al final el dinero del presupuesto se agota en la entrega directa de recursos y no se usa para generar trabajo productivo aun para la tercera edad que tuvieran acceso a salarios mínimos que andaría hoy por 8,300 pesos mensuales.

El conflicto con el modelo económico de la 4T se complicó porque el excedente presupuestal después de descontar el dinero directo de bienestar social no se destinó a promover inversiones productivas del sector privado, sino que se orientó a programas de decisión personal del presidente López Obrador, hoy con un impacto menor en la economía pero alimentándose del presupuesto que debió haber sido estímulo a la inversión privada.

El Plan México de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo es una propuesta audaz y hasta revolucionaria de reorganización del modelo de desarrollo como una demanda productiva que viene desde el agotamiento de la política económica de sustitución de importaciones y del descubrimiento por el lado mexicano del tratado en 1990 de que la planta productiva mexicana era obsoleta e incapaz de producir para la competitividad internacional. Los recursos generados por la importación dentro del Tratado se fueron a la riqueza de los empresarios más ricos.

Sin una vinculación concreta entre el Plan México y la aceptación de un nuevo modelo de desarrollo que le dé prioridad a la generación de riqueza y que no se agote en el corto plazo con dinero regalado a sectores marginados, la economía va a ir por el camino que los Criterios Generales de Política Económica 2026 ya perfilaron: solo 1.8% o menos de promedio anual sexenal del PIB, ante una demanda de la población económicamente activa marginada y la nueva que se incorpora cada año que requieren un PIB promedio anual de 5% mínimo y de una reorganización de la educación, la ciencia y la tecnología.

Ese es el escenario del corto plazo del Plan México: entre los pobres o el desarrollo.

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Política para dummies: la política debe ser un acto de lucidez y no de evasión.

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El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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Carlos Ramírez

Escritor, analista y autor desde 1990 de la columna Indicador Político; fue subjefe de la sala de prensa de la Presidencia de la República; reportero en El Universal, El Financiero y El Heraldo.