carlos ramirez Carlos Ramírez
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Trump: doble monroísmo y Estado de seguridad nacional

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Trump: doble monroísmo y Estado de seguridad nacional
Trump: doble monroísmo y Estado de seguridad nacional

El lema de Donald Trump de regresar a Estados Unidos a la “grandeza” del pasado nunca ha sido más cierto que ahora: el pasado modelo liberal-conservador de la alianza republicanos-demócratas disminuyó sensiblemente el control dominante de las diferentes zonas del planeta y generó lo que se llamó la decadencia del poder imperial que siempre ha existido en la historia de la nación.

El estilo atrabancado y unidireccional de Trump ha desconcertado a los analistas acostumbrados a los viejos métodos académicos de reflexión aislada. Pero la estrategia migratoria de Trump –si bien tiene algunos perfiles racistas– en realidad busca tomar el control de seguridad nacional interno que se perdió sus fronteras horadadas por millones de personas entraron sin cumplir con los requisitos legales.

Y el lenguaje lleno de sobresaltos de amenazas contra Venezuela, Colombia, Brasil y México también tiene el elemento subyacente de que el modelo de integración comercial que aceptó el presidente George Bush Sr. con el Tratado llevó a los presidentes posteriores a desdeñar el papel geopolítico de América Latina ya sin el ejemplo revolucionario de Cuba y dejó pululando al continente en políticas nacionales que solamente hundieron a los países en el subdesarrollo y la dependencia.

En términos estratégicos, Trump está reconstruyendo el modelo de Estados Unidos como un Estado de Seguridad Nacional que tiene la única tarea y el único objetivo de recuperar la centralidad imperial –en modo de imperio moderno basado en la dependencia– que perdieron los presidentes de Bush Sr. hasta Joseph Biden –incluyendo la primera presidencia del propio Trump– al permitir la entrada paulatina de enemigos sistémicos e ideológicos de EU: Irak, Irán, Corea del Norte Unión Soviética-Rusia, China, India y desde luego los resabios históricos de la Cuba de los Castro.

El modelo de Trump se puede resumir en el Estado de seguridad nacional que tendría que subordinar obligadamente a todos los países aliados –y rescatar al América Latina que quedó al garete– bajo el modelo de un nuevo monroísmo económico, comercial, geopolítico y militar: América para los Estados Unidos.

En este reciclado monroísmo geopolítico permite interpretar lo que está ocurriendo de manera reciente: aislar a Venezuela para recuperar el control del Atlántico sur, confrontar a Colombia para asumir el dominio del Pacífico, con estos dos países cerrar la entrada y salida del área conocida como Sudamérica, recuperar el control del Canal de Panamá para quitarle la gran jugada estratégica a China y someter a todos los países al sur del río Bravo a la dictadura de los aranceles.

Del mismo modo, el presidente Trump –y ese sería una de las explicaciones a la gran crisis del momento– tomó al toro de la migración por los cuernos, pero no con la típica interpretación de un racismo de superioridad genética, sino porque la llegada de 13 millones a 15 millones de ilegales que ya están dentro de Estados Unidos e incrustados en su vida no solo económica sino social y cultural está haciendo perder el perfil de una nación que se creó bajo el dominio de la conquista de los puritanos blancos capitalistas que iniciaron la construcción del imperio en la pequeña lengüeta territorial del Pacífico de las 13 Colonias.

La política migratoria de Trump no es una réplica del racismo típico de Sudáfrica cuando la población negra fue marginada y reprimida, sino que se basa en lo que se pudiera considerar como un monroísmo interno: Estados Unidos para los estadounidenses, y ahí se incluyen sin duda a las minorías de otras sangres y razas que llegaron como migrantes o colonos pero que se subsumieron en la ideología de dominación imperial de la nación y piensan como estadunidenses.

El eje de los dos monroísmos del presidente Trump siempre estuvo presente, pero los últimos seis presidentes de la nación perdieron el foco de los valores hegemónicos que le dieron esencia a Estados Unidos como destino manifiesto: perdieron zonas territoriales, sus enemigos históricos se hicieron potencias militares, los países dejaron de respetar a EU en nombre de libre comercio y China y Rusia consiguieron su caracterización como potencias mundiales.

Ese eje de los dos monroísmos ha estado públicamente expuesto en todas las estrategias de seguridad nacional de los presidentes estadounidenses desde Richard Nixon: el american way of life o modo de vida americana o –en pocas palabras– el confort para el 10% de sus habitantes. Para eso gobiernan los presidentes de Estados Unidos y esos principios fueron olvidados por la frivolidad de Bush Sr. a Biden.

 Trump llegó al poder para reconstruir las bases imperiales y para eso está trabajando en el escenario todavía no descartado de un tercer período presidencial o de una continuidad con un candidato que se comprometa a mantener el proyecto histórico de Trump. Y en este contexto se explican las decisiones atrabancadas y de absolutismo de poder para que en dos años –el actual y el próximo– se dejen sentadas las bases de “la nueva grandeza de EU”.

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Política para dummies: la política siempre ha estado a la vista, pero muchos se hacen los distraídos porque carecen de sentido político.

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Carlos Ramírez

Escritor, analista y autor desde 1990 de la columna Indicador Político; fue subjefe de la sala de prensa de la Presidencia de la República; reportero en El Universal, El Financiero y El Heraldo.