Para Irma González, madre del joven Jossel desaparecido en 2021, la búsqueda ha terminado. Su ingreso al Rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco —uno de los sitios más mencionados por colectivos de búsqueda como centro de exterminio— no le brindó respuestas, certezas ni paz.
Agotada física y emocionalmente, y tras recibir amenazas directas para que detuviera sus pesquisas, Irma decidió no continuar.
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A través de la televisión que vio una mochila que parecía ser la de su hijo por eso dijo que se motivó a ir hasta Jalisco. Pero se derrumbó al no ver nada.
El jueves 20 de marzo, logró acceder al predio acompañada de colectivos de madres buscadoras de Jalisco y Nayarit, luego de más de 24 horas de negativas por parte de las autoridades. Su entrada coincidió con la visita programada por el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, para medios de comunicaciones nacionales e internacionales.
El Rancho Izaguirre, al momento del ingreso, ya estaba limpio. No había restos visibles, ni ropa, ni pertenencias, ni rastros de los jóvenes que presuntamente obligaron a permanecer allí antes de asesinarlos. Solo quedaba la desolación, el silencio y un terreno que vaciaron con precisión. Irma, como otras mujeres presentes, rompió en llanto al imaginar que su hijo Jossel pudo haber pasado sus últimos días en ese sitio.
Pese a que a Irma González le habían advertido de que no viajara —su familia temía por su vida—, la madre salió de Atlixco con la esperanza de obtener al menos una señal. No la obtuvo.
Jossel desapareció en Puebla. Había salido de su hogar en Atlixco con la promesa de un empleo como vendedor de celulares en la Plaza de la Computación en Puebla y de ahí desapareció.
Las autoridades; por su parte, continúan sin esclarecer qué ocurrió en Rancho Izaguirre y qué destino corrieron los poblanos desaparecidos que, como Jossel, salieron un día de casa y se desvanecieron sin dejar rastro.
