Luego de su victoria en 2021 y recuperar la alcaldía capitalina que ya había gobernado, Eduardo Rivera se convirtió en Rey del panismo poblano junto a su grupo conformado por Adán Domínguez, Bernardo Arrubarena, Fernando Cortés y Pablo Montiel. Controlaron el Ayuntamiento capitalino y todas las candidaturas del blanquiazul. Cinco años después ese imperio político yace en ruinas: su grupo apenas conserva cinco de los cien asientos del Consejo Estatal del PAN, su último bastión municipal cayó, y la corriente “riversista” quedó reducida a cenizas.
La historia de su debacle puede contarse en tres derrotas clave que marcaron el ocaso del proyecto Rivera-Domínguez.
Después de su victoria en el 2021, Eduardo Rivera y su grupo se adueñaron del PAN
Después de su victoria por la alcaldía de Puebla en 2021, Eduardo Rivera Pérez no dejó pasar un solo minuto y con la estructura financiera del Ayuntamiento de Puebla se hizo del control de la dirigencia estatal del PAN, primero a través de Augusta Díaz de Rivera, desplazando a figuras del morenovallismo como Genoveva Huerta, exiliándolos del partido.
Después fue por el Consejo Estatal del PAN y consolidó su influencia en la dirigencia municipal del PAN en la capital. Eso le permitió ser el amo y señor del partido. Durante los dos primeros años del gobierno municipal se dedicó a “pulir” a su pupilo Adán Domínguez, a quien le creó una figura de ornato como “Gerente de la Ciudad”, para prepararlo para dejarle el Ayuntamiento, como sucedió a finales de 2023.
Como dueño total del PAN acaparó las candidaturas en las elecciones de 2024, él a la gubernatura, su esposa Lili Ortíz como pluri en una diputación federal y sus allegados como Cecilia Bonaga, su ex secretaria particular, como pluri en el Congreso local, además de Marcos Castro, fueron algunas de las posiciones que se “agandalló” para los suyos.
Además, su objetivo era mantener el control del partido a través de su delfín, Adán Domínguez. Tras su derrota, Lalo se refugió en su casa y Adán intentó consolidar su poder, derrochando recursos para llegar a la dirigencia. Pero los resultados adversos en su intento por llegar a la gubernatura fueron el principio de su fin.
La derrota frente a Armenta
El golpe más duro para Eduardo Rivera llegó en las elecciones de 2024, cuando perdió la gubernatura de Puebla frente a Alejandro Armenta. Aquella contienda, que el panismo veía como la oportunidad de recuperar el poder estatal, terminó por exhibir las fracturas internas del partido y el desgaste del liderazgo riversista. La derrota no solo significó el fin de sus aspiraciones personales, sino también el colapso definitivo de su grupo dentro del PAN.
Primer acto: El desplome del delfín
Tras la derrota del PAN en la gubernatura de Puebla en 2024, el entorno de Eduardo Rivera Pérez entró en una nueva fase de reorganización. Rivera, junto con su grupo cercado en el ayuntamiento y en el partido, postraron sus fichas por Adán Domínguez Sánchez como relevo para la dirigencia estatal del PAN y mantener el control político del grupo.
Domínguez, quien ocupó la presidencia municipal de Puebla, apareció públicamente con una ambición clara: “no me descarten”, dijo, cuando se le preguntó por la sucesión al frente del PAN estatal.
En una entrevista de agosto de 2024 declaró: “Sigo interesado, no me descarto” para la dirigencia estatal del PAN, una vez concluida su gestión municipal el 14 de octubre.
En ese contexto, Domínguez intensificó encuentros con consejeros panistas, reforzó su visibilidad política y marcó una narrativa de continuidad: primero cerrar bien su administración municipal, luego incursionar en la dirigencia partidista. Por ejemplo, en julio de 2024 rechazó que sus reuniones con militantes fueran proselitismo, aunque el contexto indicaba lo contrario.
Pero su “nueva etapa” se derrumbó en semanas. Al dejar el cargo el 14 de octubre de 2024, comenzaron a destaparse despilfarros e irregularidades en su administración. CAMBIO documentó que no solo había gastado de más, sino que adeudaba 145 mil pesos en cuotas partidistas al PAN, violando el reglamento interno que obliga a los funcionarios panistas a aportar el 10% de su salario.
Ese golpe de imagen lo dejó fuera de la contienda por la dirigencia estatal. El riversismo intentó mantener la influencia con otro alfil: Felipe Velázquez Gutiérrez, ex secretario de Desarrollo Urbano. Pero la suerte ya estaba echada.
Segundo acto: La derrota en el Comité Estatal (diciembre de 2024 – enero de 2025)
El 15 de diciembre de 2024, Mario Riestra Piña —viejo aliado que se convirtió en rival— ganó la dirigencia estatal del PAN en Puebla con 70 votos contra 43 de la fórmula respaldada por Felipe Velázquez y el grupo de Eduardo Rivera Pérez, marcando el fin del dominio riversista. Riestra se impuso a la fórmula impulsada por Rivera y el Yunque, logrando una ventaja del 23% y consolidando su liderazgo.
El Comité Nacional del PAN ratificó los resultados el 26 de diciembre, y el 3 de enero de 2025, Riestra y Genoveva Huerta asumieron formalmente el cargo.
Tras la toma de protesta, la nueva dirigencia inició una reorganización interna que muchos dentro del PAN calificaron como “purga”: se cerraron oficinas, se limitaron recursos y comenzaron los procesos de expulsión de militantes vinculados al grupo de Rivera. En agosto de 2024, se documentó que el PAN Puebla había iniciado procesos de expulsión contra 697 militantes que se presumía habían colaborado o apoyado candidaturas ajenas al PAN.
En redes sociales, Riestra y Huerta proyectaron una imagen de renovación y unidad. Publicaron mensajes sobre “pluralidad”, “reconciliación” y “fortalecimiento institucional”, mientras evitaban confrontaciones directas con Rivera Pérez. Sin embargo, la tensión era evidente: el grupo del ex alcalde perdió influencia en los consejos, en las candidaturas y en la estructura territorial del partido.
El ascenso de Riestra también tuvo un impacto fuera del PAN. Se le acusó de operar redes de bots contra figuras de Morena, como Claudia Sheinbaum y el gobernador Alejandro Armenta, aunque él negó tajantemente esas versiones.
Tercer acto: La caída del último bastión (marzo de 2025)
El Comité Municipal del PAN en Puebla capital, considerado la joya de la corona del grupo de Eduardo Rivera Pérez, sufrió un revés significativo en su estructura interna. Manolo Herrera Rojas, candidato respaldado por el grupo de Mario Riestra, obtuvo mil 071 votos en la elección interna del 7 de septiembre, superando a Guadalupe Leal Rodríguez, quien logró 662 votos. Este resultado representó una derrota simbólica para el grupo de Lalo Rivera, que había mantenido el control del comité municipal durante al menos los últimos seis años.
Sin embargo, Guadalupe Leal impugnó los resultados, señalando presuntas irregularidades en el proceso electoral. La Comisión de Justicia del PAN desechó su impugnación, confirmando a Manolo Herrera como presidente del Comité Directivo Municipal para el periodo 2025-2028. La resolución se basó en la falta de pruebas suficientes para sustentar las acusaciones de inconsistencias numéricas y falta de quórum. La ex candidata aún conserva la posibilidad de llevar su caso ante el Tribunal Electoral del Estado de Puebla (TEEP), instancia que inicialmente recibió la impugnación y la remitió al interior del partido para su resolución.
Además, Lupita Leal no es considerada del grupo de Eduardo Rivera, pero debido a la falta de figuras, el ex presidente municipal le brindó el apoyo durante su candidatura.
A pesar de la confirmación interna, el grupo de Lalo Rivera sufrió un golpe anímico significativo. La pérdida del último reducto de poder en la misma ciudad que gobernaron durante los últimos tres años reflejó la disminución de su influencia dentro del partido. La situación evidenció la fragmentación del grupo, que, según algunos analistas, ha quedado reducido a una mínima expresión.
Epílogo: El fin del imperio blanquiazul de Lalo
La elección del Consejo Estatal del PAN apenas el 19 de octubre de 2025 confirmó la ruina política del grupo. De los 100 consejeros, solo cinco —Víctor Mayoral, Paco Mota, Ana María Jiménez, Pilar Aguilar Nájera y Mary Mota— responden a Rivera y Domínguez. Del resto, más de 70 leales a Riestra blindan su control absoluto del partido.
Ni las denuncias, ni el intento de sabotaje previo con “renuncias masivas” de candidatos afines al riversismo lograron detener el proceso. El golpe final fue seco: el bloque Rivera-Domínguez quedó sin representación significativa, sin dirigencias y sin futuro político inmediato.
En apenas un año, Lalo Rivera pasó de ser el panista más poderoso de Puebla a un actor marginal; su grupo, de manejar el Ayuntamiento y las candidaturas, a ocupar el basurero del panismo.
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