Sin personajes relevantes del ámbito federal ni estatal, y solo con la presencia del desgastado coordinador morenista en el Senado Adán Augusto López Hernández así como de algunos compañeros de su bancada, Ignacio Mier Velazco realizó su primer informe en un salón del recinto expositor con menos de 200 asistentes.
El escenario fue el Centro Expositor de Puebla, en la zona de Los Fuertes. A diferencia de otros informes legislativos que suelen convertirse en plataformas de posicionamiento político, Mier Velazco apenas logró reunir a un reducido grupo. No hubo efervescencia pese al despliegue de estructuras territoriales; lo que pudo ser el arranque de una nueva etapa hacia 2030 terminó en un acto frío, sin estridencias y sin anuncio alguno que lo proyectara como figura rumbo a la sucesión.
El senador evitó hablar de aspiraciones personales. Se refugió en los principios de la Cuarta Transformación, apelando a la lealtad hacia la presidenta Claudia Sheinbaum y, sobre todo, hacia el expresidente Andrés Manuel López Obrador, a quien se refirió con respeto reverencial como fundador del movimiento. Su discurso se redujo a un repaso de logros legislativos de la 4T, donde mencionó programas sociales y reformas aprobadas en el Congreso, más como parte de un guion colectivo que de una agenda propia.
La ausencia de actores clave fue inocultable. Ni dirigentes nacionales de Morena ni funcionarios federales de peso se hicieron presentes. Tampoco hubo alcaldes ni líderes regionales que lo respaldaran, lo que reforzó la imagen de un senador en aislamiento político. La logística confirmó lo evidente: apenas algunos diputados locales, el subsecretario de Prevención del Delito del gobierno estatal, Francisco Montaño, y, en representación federal, Juan Ramiro Robledo Ruiz. Muy poco para quien alguna vez se perfiló como operador clave de la bancada morenista en San Lázaro.
El contraste con su época de mayor poder fue inevitable. Durante los años en que coordinó la fracción de Morena en la Cámara de Diputados, Mier fue pieza fundamental en la aprobación de las reformas de López Obrador. Ese capital político, sin embargo, luce desgastado. Su informe en Puebla, carente de músculo territorial y de respaldo nacional, evidenció que su influencia se ha ido reduciendo, mientras nuevas figuras comienzan a ocupar los espacios de proyección hacia 2030.
Adán Augusto, el invitado estelar al informe de Nacho Mier
En ese vacío, apareció Adán Augusto López, quien se presentó como invitado estelar del informe de Mier. El tabasqueño, él mismo relegado en el tablero nacional tras el proceso sucesorio presidencial, intentó dar legitimidad al acto con un discurso de apoyo. Recordó el cabildeo de Mier en la Cámara y las visitas que el poblano hizo a Tabasco en años pasados. Sin embargo, más que un relanzamiento político, su intervención sonó a un gesto de solidaridad entre dos perfiles que comparten un destino: el desgaste y la orfandad de respaldos de primer nivel.
A falta de operadores y cuadros visibles, el círculo más cercano llenó los huecos de la convocatoria.
Hubo intentos de levantar el ánimo. Un grupo reducido de simpatizantes lanzó consignas de apoyo a Mier, pero sus voces se apagaron en el espacio semivacío. El contraste con los informes de otros tiempos, donde los vítores buscaban marcar músculo político, fue claro: el eco se perdió entre sillas vacías, mostrando que hoy su capacidad de movilización es limitada.
En el cierre, Mier insistió en que Morena no es un partido para unos cuantos, sino para todos los mexicanos. La frase buscó sonar incluyente, pero en el contexto del evento terminó por subrayar su dependencia del partido y de las decisiones nacionales. Su propio margen de acción, al menos en Puebla, luce reducido.
El informe dejó una estampa nítida: Ignacio Mier y Adán Augusto juntos, dos figuras que alguna vez fueron consideradas operadores clave, ahora compartiendo escenario en medio de ausencias significativas. Ambos intentaron proyectar vigencia, pero lo que dominó fue la percepción de soledad política. En el tablero rumbo a 2030, su espacio se reduce, y el “morenachismo” que buscaron exhibir quedó retratado como un proyecto sin acompañamiento ni eco real en su propia tierra.
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