El ir y venir de médicos y enfermeras arrancó de forma normal y oficial en el nuevo edificio del Hospital Regional No. 36 “Carmen Serdán Alatriste”. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, caminó ayer miércoles por los pasillos del flamante inmueble, entre personal y especialistas de la salud que se acomodaban discretamente para observarla.
Un recorrido breve pero simbólico: después de ocho años, el hospital que en la memoria colectiva de los poblanos se seguía llamando San Alejandro, vuelve a respirar. Esta vez, con un edificio nuevo, un nuevo nombre y la intención explícita de cerrar un capítulo que comenzó con el sismo de 2017.
Apenas inició la ceremonia, el gobernador Alejandro Armenta tomó la palabra y, entre datos y agradecimientos, soltó una frase que cruzó la explanada como un gesto de reconocimiento público: “En Puebla la queremos mucho, presidenta”.
El comentario rompió la formalidad del acto y generó un aplauso cálido, casi espontáneo, que terminó por instalar el tono del día: institucional, sí, pero cargado de memoria y significado.
La referencia histórica no tardó en llegar. Autoridades del IMSS recordaron que el antiguo hospital no era únicamente un edificio colapsado por un sismo; era el lugar donde han nacido más del 60 por ciento de las últimas generaciones poblanas, un punto de encuentro con la vida cotidiana que desapareció de un día para otro cuando los daños estructurales obligaron a su cierre.
De aquel espacio quedaron imágenes, relatos y, sobre todo, un vacío en la infraestructura hospitalaria que durante años fue difícil de suplir. La reapertura, insistieron, no es solo administrativa: es un acto de restitución.
En la explanada, las sillas se acomodaron frente al templete donde gobernadoras, gobernadores y parte del gabinete federal aguardaban el inicio del discurso presidencial. La presencia era numerosa: mandatarias como Lorena Cuéllar, Rocío Nahle, Delfina Gómez, Evelyn Salgado, Layda Sansores y Mara Lezama, así como los gobernadores de Nayarit, Hidalgo, Tabasco, Oaxaca, Yucatán, Sinaloa y Tamaulipas. También llegaron los titulares de Sedena, Salud, Turismo, Ciencia, Trabajo, Hacienda y los directores del IMSS y del ISSSTE.
El edificio nuevo, de líneas limpias y tonos sobrios, contrastaba con las fotografías del antiguo San Alejandro que algunos reporteros revisaban en sus teléfonos. La estructura actual parecía diseñada para borrar cualquier rastro del derrumbe que marcó la ciudad hace ocho años. El ambiente era sobrio pero expectante: personal de salud comentaba las áreas de hospitalización, la amplitud de las salas y el equipo recién instalado, mientras los funcionarios realizaban tomas fotográficas y saludos breves.
Cuando la presidenta tomó el micrófono, colocó la reapertura dentro de una agenda mayor. Explicó que el IMSS atraviesa su periodo de crecimiento más acelerado en décadas, con una proyección de más de 11 mil camas nuevas en un lapso de 12 años, tres veces más que lo construido durante los últimos 35. Habló de la credencial única, del expediente clínico digital, de la integración de sistemas entre IMSS, IMSS-Bienestar e ISSSTE, y de un proceso de modernización que —dijo— exige compromiso del personal médico en todos los niveles.
Zoé Robledo profundizó en la historia reciente de la obra. Recordó que, tras el cierre de San Alejandro, el IMSS perdió 415 camas y tuvo que improvisar soluciones de corto plazo, como habilitar 60 camas extras en La Margarita y adquirir en obra negra un inmueble que costó 450 millones de pesos.
Con ese antecedente, la reapertura actual—sostuvo—marca un cambio estructural. Fue en ese momento cuando detalló su propuesta, aprobada por unanimidad: renombrar el hospital como “Carmen Serdán Alatriste”, una manera de anclar la nueva etapa a un referente histórico de la entidad.
Mientras la ceremonia avanzaba, el público alternaba la atención entre los discursos y los movimientos dentro del hospital. Desde las puertas de cristal se observaban médicos ajustando uniformes, enfermeras que regresaban de su turno para observar el acto y personal administrativo que hacía lo imposible por mantener la operación cotidiana sin perderse la inauguración. La escena reflejaba algo más que formalidad: transmitía la expectativa de quienes, durante años, trabajaron dispersos en distintas unidades para suplir un vacío que parecía interminable.
Tras la intervención del gobernador Armenta y la respuesta de la presidenta, ambos develaron la placa conmemorativa. El metal brillante, con el nuevo nombre grabado, concentró la atención del personal médico que seguía cada movimiento desde la escalinata. El aplauso que acompañó el descubrimiento no fue estruendoso, pero sí sostenido, como si marcara el cierre definitivo del duelo por un hospital perdido.
La mandataria se detuvo unos instantes más para observar la fachada. A su alrededor, los gobernadores intercambiaban saludos y comentarios breves; algunos funcionarios tomaban fotografías, otros revisaban sus celulares en busca de mensajes urgentes. Pero entre el personal de salud predominaba una sensación distinta: una mezcla de alivio, orgullo y expectativa ante lo que viene. Una enfermera comentaba que trabajó en el viejo San Alejandro hasta el último día y que regresar “aunque sea en otro edificio” tenía un significado especial.
La ceremonia finalizó, pero en los pasillos el movimiento siguió como si el hospital llevara meses en funcionamiento. Técnicos revisaban equipos, médicos explicaban procedimientos, camilleros probaban rutas internas. Afuera, los asistentes comenzaron a retirarse lentamente. No hubo estridencias ni grandes despliegues; la intensidad la puso la historia misma del edificio.
Con la reapertura del Hospital Regional No. 36 “Carmen Serdán Alatriste”, Puebla no solo recupera una infraestructura hospitalaria de alta demanda. Recupera un espacio íntimamente ligado a su identidad urbana, a sus nacimientos, a sus historias familiares. El regreso de San Alejandro —bajo otro nombre y con otro rostro— marca un cierre esperado desde hace casi una década. Y, al mismo tiempo, abre una etapa cuyo peso simbólico quedó claro desde el primer recorrido presidencial por sus pasillos recién estrenados.
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