DONDE LA LEY TERMINA, COMIENZO YO


Maritha Amescua


El cambio de Obama


Por lo que ayer terminó
Por lo que hoy mismo inició
Por lo que anoche renació
Por lo que quizá nunca inicie
pero que vive tan intensamente
entre los dos como ninguno
de los precedentes


Entre que escribo estas líneas y que usted amable lector las recibe en medio de su café y su conchita, o en el trayecto a la oficina o quizá ya en ella; unos kilómetros al norte se decide el futuro político de la nación mas poderosa del mundo.


Porque debería interesarnos a los países latinoamericanos el resultado de la contienda electoral de Estados Unidos.


Mas allá de tratarse de nuestro vecino mas grande en todos los sentidos, hablamos del país con mayor influencia de todos los tiempos, no solo sobre sus vecinos sino sobre el mundo entero.


Las alianzas estratégicas de EUA le han permitido una posición geopolítica envidiable; aún para los grandes imperios de la historia como el de Alejandro Magno, el romano e incluso el de Napoleón.


Su poder disuasivo, y su poderosa economía (aún con el devenir de las últimas semanas) no tienen precedentes en la historia moderna; y nos guste o no su “life way” no podemos pasar este día de largo sin reflexionar un poco sobre este proceso electoral.


No hablemos sobre preferencias electorales, porque lo mas seguro es que no nos pongamos de acuerdo en cual de los dos candidatos favorecería más nuestras relaciones con nuestro socio comercial mas importante porque, en primer lugar, es muy complicado dibujar un escenario de ese tipo con una sola variable (en los siguientes 8 años México habrá atravesado un par de procesos electorales federales y varios locales que es difícil proyectar en este momento, lo cual nos daría las demás variables).


En segundo lugar porque en esta elección en particular me parece que la preferencia al menos en los países latinoamericanos tiene mucho que ver con un factor racial que de fondo, lo cual sin duda viciaría el resultado.


El sentido de mi reflexión busca ir hacia el sentido de la democracia “sistema perfecto” le han llamado mucho; sin embargo, camino sinuoso y largo es el que nos lleva a ella; y complejo el explicarla.


Si hubiéramos tenido la tremenda oportunidad de preguntarle a Plutarco Elías Calles que era para el la democracia, con toda seguridad la habría identificado con la unidad de fuerzas políticas, y el concretarlo fue su gran acierto.


Quizá los mas conservadores contestarían el “bien público temporal”, y los de mas a la izquierda buscarían convencernos de que democracia es igualdad de oportunidades; pero ¿hoy día? En estos días, la democracia según parece se ha identificado con el cambio. Es decir, si el resultado electoral significa un cambio rotundo en la forma de gobierno, o en factores mas vanos alrededor de la figura principal del gobierno, se ufanan los promotores de dicho cambio de que finalmente la democracia ha triunfado.


Falacia garrafal. Esto significaría que el que se ha preciado de ser el país más democrático del mundo (que no demócrata, ja) finalmente lo sería al observarse un cambio en la figura presidencial si el ganador fuera Barak Obama, ya que nunca se ha tenido en aquel país un presidente negro. Mentira porque nos gusten o no sus procesos electorales han sido de impecable democracia (salvo honrosa excepción con el caso Forida en la elección de Bush)


No puedo evitar que mi memoria viaje a las contiendas electorales en México en el año 2000. Las elecciones consideradas por muchos, las más democráticas de nuestra historia, ya que su resultado fue un cambio contundente en el gobierno.


Pero tristemente el cambio de partido oficial a uno “no oficial” (aunque lo haya sido solo por pocos días) no es democracia; podría serlo, pero no por el cambio en sí mismo, sino por la forma en la que se hubiera obtenido el mismo; y en el especial caso del 2000 el camino hacia el triunfo electoral de Fox, distó mucho de mecanismos democráticos, y estuvo mucho mas cerca de mecanismos demagógicos hábilmente utilizados.


La democracia es un sistema de gobierno en el que el poder reside esencial y originariamente en el pueblo; el cual, a través de los mecanismos establecidos (ya fuera voto directo o indirecto) elige quien lo representa.


Es decir, que democracia es el gobierno de la mayoría pero que gobierna para todos.  Recordemos que no solo en el 2000, sino incluso en este periodo que vivimos los mexicanos, el presidente ha dejado muy en claro al dirigirse a la nación su distingo personal respecto de los que votaron por el y los que apoyan a algún otro disidente. ¿Querrá eso decir que fueron elegidos democráticamente pero que no gobiernan de igual manera?


En Estados Unidos de América, el distingo de inicio pudiera parecer más tajante. Se es presidente demócrata, o se es republicano; sin embargo, converse con cualquier norteamericano que no haya votado por Bush. Lo considera su presidente, y a su vez Bush al recibir la banda presidencial se convierte en el presidente no solo de todos los estadounidenses, sino de todos los ciudadanos del mundo. Gran diferencia, que crea un ánimo de confianza que permite sin duda la gobernabilidad y sienta las bases para ser un país tan poderoso como lo es.


Presenciar aunque sea de lejos y por televisión el proceso electoral Obama-McCain, debe dejarnos mucho más que una lectura de que conviene a México o no según su proyecto político e ideología.


Así como hace ya varios años aprendimos a vestir campañas políticas con peleas como de verduleras, observando los procesos democráticos de Estados Unidos de América, sería muy interesante que hoy pudiéramos aprender cultura cívica. Votar por correo sin miedo a que mi voto sea robado, salir a votar aún y cuando crea que mi preferencia no es mayoría, debatir sobre proyectos y programas y no sobre vidas privadas. Solo así podremos construir un país de verdadera democracia, en el que no se refuten proyectos en el senado solo por el color del papel o peor aún del que lo escriba, sino más pensando en el fortalecimiento de nuestras instituciones, creando así un clima de seguridad que sin duda redunde en desarrollo para todos.

    



 
 

 

 
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