|  |   Política y Poder 
 Manuel Cuadras   El  nuevo secretario 
 Ayer, Felipe Calderón  nombró a Fernando Gómez Mont como nuevo Secretario de Gobernación. La noticia  fue de sorpresa para todos (incluso para él), cuando todos nos esperábamos la  llegada de alguien de la burbuja calderonista, el presidente optó por cambiar  la pichada en estos tiempos de  incertidumbre. ¿Cómo entender esta  designación? En este espacio lo comentábamos la semana pasada: de la decisión  que tome el presidente Calderón en la designación del nuevo titular, se verá  cuáles son las intenciones del mandatario, es decir, si decidía continuar con  la línea combativa contra el narco,  seguramente veríamos al actual procurador general de la República asumir el  mando (o a alguien identificado con los cuerpos policiacos o de inteligencia),  si por el contrario, decidía declinar en su intento y bajarle de nivel al clima  de tensión que actualmente se vive, seguramente se inclinaría por alguien de un  perfil más político, la pregunta era ¿quién? ¿Germán Martínez, Josefina Vázquez  Mota, César Nava, Gustavo Madero, Diódoro Carrasco?, en fin, alguien que  pudiera devolverle el enfoque político a la Segob, sacándola de la lumbre en la que se  encontraba inmerso el anterior secretario Mouriño.
 La designación del  nuevo secretario resulta entonces sorpresiva porque no representa ni lo uno ni  lo otro, Gómez Mont no tiene experiencia en materia de combate a la  delincuencia (por tanto no encabezará la lucha contra los cárteles como  Mouriño), pero tampoco tiene una trayectoria política que le permita  convertirse en el operador natural del presidente Calderón. Cierto es que ha  ocupado cargos políticos y que cuenta con una herencia familiar de ser panista  de nacimiento, pero ni los puestos han sido de relevancia, ni es identificado  como una figura del panismo. ¿Entonces?
 La llegada de Gómez  Mont debe ser entendida como una jugada forzosa, pero al mismo tiempo de despiste  en el ajedrez político de Calderón, esto es, en el ajedrez —a diferencia de las  cartas o el dominó— no se puede “pasar” un turno, la única forma de dejar de  tirar es cuando se está muerto, bajo esa lógica y tras la jugada del pasado  martes en que perdió una de sus torres, Calderón prefirió cubrirse con una  pieza oculta, antes de gastar un enroque con otra de sus torres.
 De esa forma, Gómez  Mont será un secretario de transición en estos difíciles tiempos de  turbulencia, un encargado de despacho con nombramiento de secretario en lo que  Calderón reordena sus ideas, proyectos y piezas políticas. No olvidemos que la  salida (forzada) de Mouriño representa una coyuntura y como tal fue la decisión,  es decir, en toda coyuntura las decisiones que se toman en consecuencia no  siempre suelen ser las mejores, recordemos también el relevo forzoso del  candidato del PRI en las elecciones de 94, el candidato sustituto Ernesto  Zedillo, no fue (ni por mucho) el más idóneo, sin embargo, fue la salida rápida  y que menores riesgos le representaba en ese momento al Presidente Salinas (el  tiempo diría lo contrario), o para decirlo más claro, cuando un equipo de  futbol se queda sin técnico, la directiva contrata a un entrenador que termine  el campeonato, para después pensar (ahora sí) en un entrenador que pueda  planear, decidir, organizar, etcétera. Algo parecido sucedió con este  nombramiento.
 La investidura del secretario  de Gobernación tiene un peso específico e histórico en nuestro país. De dicha  dependencia han salido cuatro presidentes de la República e infinidad de  personajes relevantes de la historia política de México. El nombramiento de  Fernando Gómez Mont carece de fuerza y trascendencia, y sólo es comparable al  entonces nombramiento de Jorge Carpizo al final del sexenio de Carlos Salinas  de Gortari; Carpizo, quien venía de ser rector de la UNAM y procurador general de la República, tenía al  igual que Gómez Mont, un perfil más académico que político-partidista.
 El Secretario de  Gobernación —de acuerdo con la ortodoxia política— es el segundo hombre más  poderoso de México y su arribo ineludiblemente es considerado como un posible  aspirante a suceder al presidente en turno (salvo casos como el de Gómez Mont).  Por tal motivo, la llegada y salida de Juan Camilo Mouriño de dicha dependencia  inevitablemente le descuadró su proyecto de sucesión a Calderón. A pesar de que  muchos afirman que Mouriño estaba próximo a salir de Gobernación (por el  escándalo de tráfico de influencias), lo cierto es que su llegada se debió a la  necesidad de Calderón de poner a un corredor en la pista presidencial; Por el  lado del PRI existe (por lo menos) un candidato perfectamente identificable y  bien posicionado: Enrique Peña Nieto. Por el lado del PRD igual: Marcelo  Ebrard. El PAN sin embargo, no tenía un candidato visible, lo cual ponía a  Calderón en una situación de desventaja, cuando (en teoría) debería jugar de  local. Esa fue la lógica de nombrar a Mouriño. Contaba con todo a su favor,  confianza del presidente, buena imagen, juventud, pero sobre todo, mucho dinero  (su papá es estúpidamente millonario). ¿Necesitaba algo más?
   La muerte de Mouriño se  traduce en los hechos como la gran amenaza para el PAN de perder la presidencia  en 2012. A  tres años de gobierno, a la mitad del camino, el PAN y Calderón no tienen un  candidato que pueda revertir los tres años de desventaja que tienen frente a  Ebrard y Peña Nieto. ¿Qué hará Calderón? Construir una candidatura fast track que le permita meterse en el  juego sucesorio. Paradójico ¿no? El mismísimo presidente de la República no tiene  canicas para jugar.  ¿Desde dónde va a  construir esa candidatura? ¿Desde su gabinete, desde el partido, desde alguna  de las cámaras? ¿Quién será ahora el second  best que impulse Calderón tras la muerte de su gallo? ¿Germán Martínez, Gustavo Madero, Javier Lozano? ¿Quién será  ahora su operador? ¿En quién depositará todas sus confianzas? ¿Cuánto tiempo  durará el interinato institucional de Gómez Mont?
 Sin duda los próximos  meses serán de replanteamiento y reorganización en el gobierno de Calderón. Su  estrategia (si es que existe) de combate al narco sufrirá modificaciones y seguramente los grandes operativos y enfrentamientos  que hasta ahora hemos visto irán disminuyendo paulatinamente. Por lo que  respecta al interior de su administración, César Nava, actual jefe de la Oficina de la Presidencia y exsecretario  particular del presidente, se erigirá como el líder del gabinete y será el  verdadero poder oculto que incida en las decisiones importantes (algo así como  Córdoba Montoya en tiempos de Salinas). Veremos.
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