Política y Poder


Manuel Cuadras

 

El niño envidioso


Era una vez que un niño muy envidioso llamado Javier vivía en un campo donde cultivaban fresas y era el consentido de su papá por ayudarle en las labores de la casa. Un día mientras el niño estaba recolectando, de pronto se acercaron unos vecinos a pedirle fresas y Javier les contestó de mala manera que no les iba a dar nada. Los niños cansados de rogarle, se pusieron a llorar por la forma de ser de Javiercito y se retiraron muy tristes.


Javier tenía muchos “amigos” anteriormente, pero los fue perdiendo poco a poco debido a su comportamiento envidioso con ellos.


Pasó el tiempo y Javier comenzó a sentirse solo, recordando los días en que jugaba con sus compañeritos en los sembradíos de fresas, por lo cual decidió no volver a ser envidioso y recuperar sus “amistades”. Así que al día siguiente, organizó una comida en la que convidó de fresas a todos sus amiguitos, los cuales, al comer todas las fresas se enfermaron uno a uno porque estaban echadas a perder.


¿Encuentra usted alguna semejanza entre Javiercito (el niño envidioso) y cierto funcionario local? Le doy algunas pistas:


-Es un poderoso secretario del Gobierno del estado.
-Se dice ser el consentido del gobernador.
-Dice tener muchos “amigos”.
-Dice que se preocupa por los más necesitados y por eso trata de ayudarlos.
-Dice estar avocado de tiempo completo a su función y niega estar en campaña (¿usted le cree?).
-Y por último, cuenta con muchas enemistades, producto de su ego y protagonismo (me refiero al funcionario, no a Javiercito el del cuento).

 

Resulta que a dicho funcionario se le cumplió el caprichito. Por más que le dijeron que no sería prudente, que sería como una mentada de madre, que sería inoportuno, abusivo, extremista, protagónico, fuera de tiempo, de formas y de todo, nuestro personaje en cuestión se salió con la suya.

 

Con el pretexto de festejar su cumpleaños (el cual fue el viernes pasado) el terco y obstinado secretario organizó una comida multitudinaria para “demostrar su capital político”. Los inconvenientes para hacerlo fueron muchos más que las razones para “celebrar”, sin embargo, eso de poco importó para el autodenominado “delfín”, quien en su ceguera política piensa que con barbacoa, pulque y pastel, logrará remontar los kilómetros de ventaja que le llevan sus adversarios en la carrera sucesoria.

 

Al igual que Javiercito (el del cuento), nuestro personaje a lo largo de su carrera se ha dedicado a ganar enemigos, debido a su soberbia, sus intereses y, por supuesto, su egoísmo. Durante mucho tiempo miró y trató a sus compañeritos de gabinete como inferiores a él, su tono despectivo y su indiferencia, terminaron por hartar a todos quienes se rehusaban a portar una Z en la frente.

 

Gracias a su capricho, Javiercito (el funcionario) celebrará el próximo viernes su cumpleaños para demostrar que nadie más que él tiene influencia sobre su papá político. En efecto, la comida del viernes (vista desde la óptica del festejado) tiene un sinfín de mensajes hacia sus adversarios: Que puede reunir a 5 mil personas, que es el consentido, que el gobernador le cumple sus caprichos, etcétera. Visto desde la óptica de afuera (y contrario a lo que muchos piensan) el festejo inoportuno por parte de su colaborador, es una excelente pincelada política en la obra sucesoria de Mario Marín. Veamos.


A todos nos queda claro que es un exceso por parte de Zavala festejar su cumpleaños en las condiciones actuales: A un año del fallecimiento de la esposa de montero (qepd), en plena crisis económica, ocho días después de la fecha original, y sobre todo, el mismo día del informe del gobernador.


A todos nos queda claro también que si se hace la comida es porque Marín la autorizó, la pregunta es ¿por qué?, ¿porqué quitarse reflectores y dárselos a Zavala?, ¿para “mandar señales”? ¡por favor! Marín no es de señales, Marín es de líneas; si quiere que todos se enteren que Zavala es el bueno, no manda señales sino instrucciones; además, ¿habría alguna necesidad de mandar una señal (tan marcada) con tanto tiempo de anticipación? Es decir, que a dos años de terminar su sexenio, Marín les dijera a todos: “éste es el bueno, se los digo desde ahora para que le besen la mano a él y ya no a mí…”, ¿tiene alguna lógica?


Las jugadas más brillantes en el ajedrez sucesorio de los gobernantes (narrado de manera brillante por Jorge Castañeda en su libro La Herencia) consiste en llevar la decisión hasta el último momento posible y en engañar a todos con el fin de que la verdadera carta permanezca oculta hasta el final. Así lo hicieron todos los presidentes priistas (unos más, otros menos), pero todos con el ingrediente secreto del engaño y de la extensión del tiempo.


Los casos más significativos para ejemplificar lo anterior, los encontramos quizá en la sucesión de Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari (además por supuesto de la mítica frase de Adolfo Ruiz Cortines de: “nos chingaron compadre”). En el caso de Echeverría, en 1975 nadie dudaba que el próximo presidente de México fuese Mario Moya Palencia; era un tipo culto, preparado, inteligente, con dicción, con presencia, con amigos empresarios, políticos, artistas, gozaba de toda la confianza del presidente, en fin, era un presidente aún sin serlo, ¿y luego?, ¿qué pasó? Nada, que Echeverría engañó perfectamente a todos para que nadie sospechara que su dedo favorecería a su amigo José López Portillo.


En el segundo caso, Carlos Salinas prolongó hasta el umbral para dar a conocer su decisión de bendecir a Luis Donaldo Colosio. En aquellos años, todo México (hasta el propio Colosio) afirmaban que el candidato iba a ser el amigo del presidente, Manuel Camacho Solís. Una anécdota espléndida narrada por el propio Camacho da cuenta de lo anterior: Todo ocurrió durante el desarrollo del desfile del 20 de noviembre en el balcón de Palacio Nacional. Camacho (inquieto porque aún no recibía la bendición oficial por parte del presidente) lanzaba comentarios hacia Salinas en torno a algún problema pendiente para propiciar un comentario o señal sucesoria que despejaran sus nervios, sin embargo, este comentario nunca llegó o al menos de la manera en que lo esperaba Camacho, de pronto, Salinas con un gesto de molestia y desdén dijo: “Manuel, eso ya no me lo digas, eso ya no te corresponde ni a ti ni a mí, eso le corresponderá al próximo presidente arreglarlo…” ¡Zas! Acto seguido, el presidente Salinas dio la indicación a su jefe del Estado Mayor Presidencial para convocar a una reunión de gabinete en la cual dio el espaldarazo a las aspiraciones de Colosio.


¿Se da cuenta? Por su puesto que Marín no es ni Echeverría ni Salinas, pero sí es un conocedor del sistema y sus reglas. ¿Cree usted que Marín esté pasando la estafeta desde este momento como muchos piensan? ¿Cree usted que el hecho de permitir que Zavala haga su comida el mismo día del informe sea la famosa señal que los zavalistas esperaban? ¿O será que se trata de una jugada fina para engañar a todos los simplistas y ocultar al verdadero bendecido?


Se lo apuesto desde ahorita, la verdadera carta de Mario Marín no se llama Javier, ni se apellida Zavala, es más, probablemente ni siquiera se aparezca en el festejo.


Por lo que respecta al festejado, muchas felicidades y ojalá y sus invitados no se enfermen como los amigos de Javiercito (el del cuento) por comer fresas echadas a perder. Hubiera sido igual de generoso desde antes, ¿no?

 



 
 

 

 
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