Economía y Política


Luis Antonio Godina Herrera


06/03/2012


El PRI que quiero


El domingo pasado en plena celebración del 83 aniversario del PRI mi hija Ana Luisa me comentó que el trend topic en Twiter era #elpriquequiero, ella es la primera que va a votar en julio de este año y está en el proceso de decidir por quién hacerlo. Ese trend topic me hizo regresar en el tiempo y recordar cómo hace poco más de treinta años, el que esto escribe decidió ser priista a pesar de una influencia paterna francamente orientada a la izquierda.


En ese entonces la alternativa era casi obvia, si un joven deseaba hacer política el PRI era el camino sobre todo en Puebla, y en la entonces UAP, en donde el Partido Comunista había hundido a la universidad en una crisis profunda, la militancia había sustituido a la academia. Ahí tomé partido. Sin desconocer por supuesto la carga histórica de un partido como el PRI pero con la certeza de que era posible militar en él para tratar de cambiar el entorno. El PRI era un partido en el que la capilaridad social se daba y en buena medida se prohijaba.


Al iniciar el siglo XXI el PRI pierde las elecciones presidenciales en el año 2000 y lo vuelve hacer en el 2006. Se pagó en las urnas las crisis devaluatorias de los setenta y ochenta, así como la del error de diciembre de 1994. La política cobra más temprano que tarde los efectos negativos de las políticas públicas, y sobre todo el PRI que surgió como un acuerdo de fuerzas políticas en 1929, se tuvo que transformar en el tiempo en un partido que tenía que competir por el poder.


Esa es la competencia que se ha vivido con intensidad desde 1997, pero tiene sus antecedentes claros en 1968 y en 1988 cuando se desmembró el PRI y originó al actual PRD. El PRI es ahora un partido que compite, que pierde y que gana, que gobierna en estados y municipios, que tiene una representación importante en el Congreso federal y en los congresos locales. El PRI es un partido vivo. Por tanto la pregunta es muy pertinente: ¿qué PRI queremos?


Queremos un PRI que proponga medidas concretas para combatir la desigualdad, el mal que aqueja a México desde siempre y que Humboldt diagnosticó en el siglo XIX. Ahora tenemos la honrosa distinción de ser uno de los países más desiguales del planeta.


Queremos un PRI que pueda resolver el problema de la inseguridad y la delincuencia que han puesto en jaque a muchas regiones del país. Un PRI que pueda con el problema, que lo enfrente con imaginación y decisión y no convierta a estados enteros en camposantos en donde nadie sabe y nadie supo.


Queremos un PRI que ejerza ya como gobierno la capacidad que la Constitución le da al Estado para regir la economía, más allá de dogmas y de recetas. Un PRI cuyo gobierno tenga ingresos suficientes y los gaste en lo importante.


Queremos un PRI cuyo gobierno conduzca la educación fuera de cacicazgos y mecenazgos. Un PRI que le apueste a la educación como la palanca para impulsar el crecimiento. El PRI debe ser el partido de la educación. No olvidemos que en los sesenta un gobierno emanado de ese partido instrumentó los libros de texto; otro en los noventa hizo obligatoria la educación secundaria y recientemente su bancada en el Congreso promovió que lo fuera la preparatoria. Llevamos doce años de parálisis, hay que mover la educación hacia adelante.

 

Queremos en fin, un PRI cercano a la gente, a los jóvenes. Ese es el PRI que queremos. El otro el de los trepa cargos, debe quedar en el olvido. En cada aniversario del partido se vale soñar en el partido que queremos. Alcanzar ese sueño depende del trabajo de cada militante y de evitar el divorció entre la base y la dirigencia, menuda ecuación, menudo reto. Al despuntar la segunda década del siglo XXI el PRI tiene que reinventarse, este proceso electoral es un oportunidad para que lo haga.

 

Te invito a platicar en: @lgodina.

 



 
 

 

 
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