Política y Economía


Luis Antonio Godina Herrera


13/10/2010


¿Será la economía?


El próximo primero de diciembre el Partido Acción Nacional cumple una década como responsable del poder Ejecutivo en el país. Resulta válido afirmar que llegó por méritos propios: un candidato carismático, una buena campaña basada en la idea de cambio y de “sacar al PRI de Los Pinos”, frente a un PRI limitado que no alcanzó a transmitir el mensaje esperado por los electores. El PRI perdió y perdió bien. Eso fue hace diez años.


Después de una década es indispensable evaluar la economía de México a la luz de la política económica instrumentada por dos gobiernos panistas. Ya el discurso de los 70 años de priismo resulta viejo e inaplicable. Muchos países cambiaron y cambiaron en serio en lapsos similares. Desafortunadamente, en el caso mexicano el cambio se quedó en la propaganda de Vicente Fox al despuntar el siglo XXI.


Partamos de que toda economía enfrenta dos grandes retos: mantener la estabilidad de precios y lograr un crecimiento alto y sostenido. Asumamos también que en el último tercio del siglo XX, el país experimentó varias crisis recurrentes que exigieron correcciones de fondo en las políticas de estabilización de precios. Entre las medidas de fondo destacan: reducción del déficit público, renegociación de la deuda, reconversión del sector paraestatal, autonomía del Banco de México, apertura comercial y flexibilidad cambiaria. Hacia fines del siglo XX, el país había conjurado las crisis recurrentes, saneado sus finanzas públicas y fortalecido leyes e instituciones para mantener la estabilidad de precios. No obstante, seguía pendiente el reto del crecimiento alto y sostenido para generar empleos.


En este marco, una política consistente en crecimiento, inversión y productividad se presentaba como la gran prioridad a principios del siglo XXI. Sin embargo, los gobiernos panistas no entendieron las prioridades del nuevo siglo y han seguido privilegiando las políticas de estabilización sobre las políticas de crecimiento; lo que resulta increíble es que estas políticas resultaron poco exitosas, marginales y, algunas, inhibidoras del crecimiento económico.


Las políticas de estabilización se han centrado en mantener a toda costa el equilibrio fiscal, fortalecer los ingresos y mejorar la cantidad y calidad del gasto. Es claro que se ha exagerado la obsesión por el equilibrio fiscal. Se pasa por alto que lo importante es mantener un balance fiscal sostenible en el largo plazo.


A lo largo de diez años sólo se ha logrado mejorar en poco más de 3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) el nivel de los ingresos públicos, 1.7 por ciento del PIB vía ingresos tributarios, y 1.4 por ciento del PIB vía ingresos petroleros. Lo que es escandaloso es que el gasto adicional (4.8 por ciento del PIB) se ha canalizado prioritariamente a gasto corriente (3.3 por ciento del PIB) y menos a gasto de inversión (2.3 por ciento del PIB). 


Asimismo, existe resistencia a usar la política fiscal para contrarrestar las crisis, como se hace en todo el mundo. En plena recesión del 2009 se recortaron gastos y se incrementaron los impuestos, justo cuando se imponía la receta contraria para atenuarla e impulsar el crecimiento. 


En síntesis, luego de una década de gobiernos panistas, la promesa de mayor crecimiento y de más y mejores empleos no se ha cumplido: el crecimiento promedio ha sido de 2.3 por ciento a lo largo de la década; la tasa de desempleo se duplicó de 2.3 a 4.6 por ciento; el bienestar general se deterioró; los subejercicios son la norma en la inversión pública; la Inversión Privada enfrenta todo tipo de obstáculos en infraestructura, pues el Programa Nacional de Infraestructura tiene apoyo del Congreso, pero falla la instrumentación; no ha existido la capacidad en el equipo gobernante para remover los problemas estructurales y coyunturales que se interponen al gasto de inversión.  


Para colmo, la estrategia de competitividad no está bien definida y los resultados son desastrosos: no hay un plan maestro; no hay objetivos ni agenda ni responsables específicos; las acciones están dispersas y han sido poco relevantes. En consecuencia, México ha perdido 20 lugares en la clasificación mundial.


Hay menos crecimiento, menos empleo y más pobreza, esa es la ecuación con la que se identifica una década perdida. A todas luces, hoy podemos afirmar que el saldo del panismo en la Presidencia de la República será una “docena trágica”. Para muchos, entre ellos me incluyó, lo anterior es una pena. No es bueno que le vaya mal a México. Los ciudadanos tendrán que evaluar estos años y emitir su juicio sereno en julio del 2012, cuando se despejará la incógnita que estará detrás de ese proceso político: ¿será la economía la que saque al PAN de Los Pinos?

 

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