En la sala de espera


José Luis Sánchez Solá, “El Chelis”


27/04/2012


Liga de Campeones y la nuestra sin sustento


Dos partidos nos tocó ver este martes y miércoles pasado. Dos juegos totalmente diferentes. En el primero, Tom vs Jerry. La gente del Chelsea sabía qué armas tenía y que en nada se comparaban con las de su rival, al fin de cuentas son armas que sirvieron para llevarse la victoria. A mí no me gustó, soy romántico y quiero que el príncipe guapo y apuesto siempre conquiste a la futura princesa.


En esta película no se dio, y como en el barrio “cartera mató carita”: con tres llegadas hicieron dos goles suficientes para llevarse el resultado. Ese final, inevitable después de 90 minutos de juego, tiene muchos caminos y muchos convencimientos. Los ingleses apostaron por el suyo, que les confirma que tenían razón.


La única lectura que le doy a su puesta en escena, es que a su manera vencieron al que más y mejor expresa el sentimiento de este juego llamado futbol, que es atacar llevando la pelota una y mil veces a la portería rival, sin importar la cantidad de conquistas, ni el minuto en que se desarrolle, ni la cantidad de adversarios apiñados en su área.


Después de repasar tres veces el desarrollo de este juego, claro, a toro pasado, el Barcelona le faltó intentar otros recursos como el tiro de media distancia. La pelota la tuvieron muchas veces, dominada y franca, con vista parcial a la portería rival y con una distancia no mayor a los 18 o 20 metros, a modo para lanzar disparos. Lo intentaron dos veces, una al poste y otra que salvó el portero, desviando a tiro de esquina.


Los catalanes prefieren llevar la pelota hasta el punto final y la solución del disparo no les agrada mucho, quizá la ven como algo grotesco y que traiciona su juego de mil pases.


Al final, para los que nos gusta esta manera de ser y comportarse, el futbol perdió. Para los que les gusta la apuesta que hizo el Chelsea y que mi mente no puede titular, no por mala e inoperante, si no simplemente por no concebir en mis príncipes del juego, ya están en la final, su meta, ya la consiguieron, vencieron al invencible y su siguiente parada en Alemania sólo servirá para que se pueda dar el partido. El título de subcampeón ya lo tienen, es suyo.


Pero bendito futbol, el mensaje que nos dio el miércoles con la otra semifinal fue contundente. Nos recordó, que cada quien con su estilo, con sus formas y con su sello, este deporte es de defenderse e inmediatamente atacar.


Los primeros 15 minutos que hizo el Madrid y en los cuales consigue dos goles, fueron la máxima puesta en cancha de lo que para mí es este deporte: quitar la pelota lo más cercano al área rival y con pases o conducciones largas o cortos y disparos dentro o fuera del área, tratar de anotar. Qué magníficos 15 minutos. Después, el rival —que sí cuenta y cuenta mucho— con una apuesta de tres delanteros empezó a hacer lo mismo. Los dos directores técnicos en ese momento rompieron sus apuntes y sólo alcanzaron a decir a sus púpilos "metan goles y que no les metan". Su papel de falsos protagonistas lo cedieron a los verdaderos y en cuestión de segundos se convirtieron en admiradores de lo que pasaba en el campo.


Un ir y venir constante, la pelota nunca se estancó en media cancha, esto es: en el terreno de juego siempre hay libramientos ya establecidos y al tomarlos provocas llegar mas rápido a tu destino (el gol), evitando embotellamientos en zonas centrales. Lo anterior tiene un riesgo, pero los 22 lo asumieron con gallardía, en pos de obtener la victoria.


El final es lo de menos, simplemente por la mínima cortesía el organizador de la fiesta tiene que estar presente y el Madrid —con un pasado muy reciente en el cual había perdido o por lo menos ensuciado un enorme historial— de golpe y porrazo lo recupero todo y más.

 

La famosa orejona no la levantarán, esa es de los alemanes, se la merecen en su casa y en su fiesta. Su premio fue que todo el mundo futbolístico, sin ninguna duda, los podrá seguir llamando Real Madrid, el club más grande del mundo.

 



 
 

 

 
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