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Contra el optimismo que genera Blanca

 El priísmo se ha entusiasmado con la candidatura de Blanca Alcalá, aunque pesa sobre ella un fenómeno contradictorio: su lejanía del grupo marinista se ha convertido, hoy, en su mayor fortaleza. Y si como decía el supremo teólogo del poder Carl Schmitt, la política es un fenómeno de generación de intensidad alrededor de una persona o una idea, la elección de Mario Marín podría ser la mejor que ha tomado desde que asumió de facto la supremacía en el PRI poblano. Solo así puede explicarse el beneplácito con el que todas las corrientes tricolores asumieron tal nominación. Un hecho que no puede dejar de ser considerado una derrota para el marinismo, que pensaba reinar en Puebla por los próximos 18 años. Su principal figura, Javier López Zavala, cayó herido de muerte sin siquiera presentar batalla. Al contrario de Blanca Alcalá, la mayor virtud de Zavala se convirtió en su principal defecto.

 

El entusiasmo de los priístas los ha hecho pensar que Blanca Alcalá es capaz de salir adelante en un escenario de desastre y derrotar a Antonio Sánchez Díaz de Rivera cuando el PRI, a exactos cuatro meses de los comicios, se encuentra debajo del PAN por 14 puntos. Y más que eso, la principal figura del tricolor se encuentra bajo el asedio del gobierno federal y la Suprema Corte de Justicia por el escándalo Cacho, dejado en suspenso precisamente para que los panistas puedan utilizarlo como arma de campaña, sin que el PRI pueda presentar algún tipo de absolución con la que defenderse.

 

¿Existen razones para el optimismo de los priístas?

 

A mí no me quedan claras. Nadie puede negar que Blanca Alcalá es una excelente persona, forjada en la cultura del esfuerzo, preparada académicamente y más cercana a la sociedad civil que al priísmo duro. También es que una imagen mediáticamente atractiva en la medida de ser una mujer guapa. Sin embargo, tantos atributos personales tampoco se han reflejado en su carrera política, con bastantes altibajos en la medida de que no forma parte de ningún grupo político. Sus mejores años, durante el barttlismo, recibieron el impulso de José Luis Flores. En el 2001 buscó la candidatura a la alcaldía, pero terminó negociando un puesto de medio nivel. Jorge Estefan la rescató, incorporándola a la subsecretaría de Sedeso.

 

Las mayores dudas sobre Blanca Alcalá provienen de que nunca ha sido capaz de generar un discurso propio, siempre más cerca de lo “políticamente correcto” que de una articulación ideológica. Ayer, en una entrevista para la Revista Intolerancia, cuestionada sobre el aborto, manifestó una posición más cercana a la derecha –la defensa de la vida- que la izquierda moderna. La misma posición asumió sobre la eutanasia y las sociedades de convivencia.

 

¿Cómo podrá Blanca diferenciarse de Acción Nacional y Toño Sánchez Díaz de Rivera si piensa optar siempre por una posición “políticamente correcta”? ¿Puede entusiasmarse el electorado poblano con posiciones soft?

 

El problema fundamental de Blanca Alcalá será distanciarse del priísmo y de Mario Marín, cuando justamente el priísmo y Mario Marín le han dado fuerza a su candidatura. Distanciarse del gobernador que la designó como candidata es la única forma de brincar con éxito el asedio panista que se servirá de la detención ilegal de Lydia Cacho.

 

Blanca Alcalá no tiene posición definida sobre el tema, y apenas recurre a loa lugares comunes en los que el gobierno marinista se ha refugiado para enfrentar el tema. Léase la entrevista que hoy le hace Selene Ríos a la candidata priísta, cuando cuestionada sobre el caso recurre a la mejor tradición de la verborrea para salir por peteneras.

 

—¿Consideras que el escándalo le dolió a los poblanos? Es decir, marcharon como 30 mil ciudadanos contra Marín el año pasado.


—El tema es difícil, quiero mostrar un gran respeto. Vivimos en un país de leyes, en un sistema de derecho y nos apostamos porque las cosas se solucionen por esa vía. Tendremos que seguir perfeccionando todos los mecanismos que nos permitan tener una ciudad más democrática y tolerante.


—Ya hay un dictamen no votado que señala que Marín sí confabuló con autoridades… ¿Qué opinas?
—Preferiría esperar a que la Corte resuelva.

 

¿A alguien convence esta postura? Por supuesto que no. El problema es que la postura contraria –censurar al gobierno por el escándalo- es imposible, ya que le generaría un encontronazo con el gobernador y la burbuja marinista.

 

La gran pregunta para Blanca es cómo enfrentará el escándalo Marín-Cacho. Porque si se limita a repetir hasta el cansancio que Puebla necesita un modelo más democrático y tolerante, ningún ciudadano volteará a verla.

 

Cada virtud de Blanca Alcalá tiene también rostro de defecto. A diferencia de Ruiz Esparza, a quien grupos de interés pensaban inyectarle grandes cantidades de recursos económicos, la ex subsecretaria  no ha acumulado fortunas en el servicio público, y ya se sabe que un político pobre es un pobre político, sobre todo en una era en que las campañas son fundamentalmente mediáticas. ¿De dónde saldrá el dinero?

 

Por último, si la gran virtud de Blanca Alcalá ha sido su capacidad para generar entusiasmo entre todas las corrientes priístas, especialmente entre marinistas y dogeristas, también hay razones poderosas. La primera que si Blanca pierde, pierde sola, ya que ningún grupo político asumirá el costo. Y como en el fondo nadie le ve posibilidades de ganar, no constituye un riesgo para la sucesión del gobernador. Es evidente que si se convirtiera en alcaldesa, inmediatamente tomaría ficha para pelear la nominación priísta a la gubernatura. Pero los aspirantes desdeñan desde hoy tal posibilidad.

 

Contando todos los peros anteriores, Blanca Alcalá sí tiene una gran virtud. ¿Cuál? Que su candidatura, al integrar a todas las corrientes, impidió el riesgo de una fractura, el germen del que han partido todas las grandes derrotas del priísmo. Aunque a lo mejor también se debe a que ningún priísta en realidad deseaba ser el abanderado tricolor a la alcaldía.

 


 

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