Guerra lopezobradorista contra Pemex


Crónica incisiva de un weekend


Jesús A. Castañeda Montes

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A)
¿Adelitas cercan el Senado? De qué hablan. Parece que lo hacen en otro idioma, pero algo entendí: “la patria está en peligro”. Así que a sacrificar otro fin de semana. Ni modo. Esto empezó el jueves y no el viernes. Sin embargo, el fin de semana (para la gente normal como quien esto escribe… y quienes esto leen) empieza propiamente el viernes. Ellas madrugaron (o trataron), pero yo no. Digamos que les dimos un día de delantera. Y sí, porque no se trata propiamente de Adelitas, sino de las Delanteras de AMLO. Este fin de semana, como ya nos habían anticipado (o adelantado) el “histórico” 18 de marzo (de 2008): ¡las mujeres por delante!


Viernes con un tráfico del demonio. Mucho movimiento inclusive de transeúntes. Este tráfico no es tal: no es el tráfico estresante generado por la gente que utiliza cada fin de semana, que concluye el domingo, para desestresarse rutinariamente… Es la caballería y la infantería lopezobradorista. Desde el jueves se regó el tepache, y ya todos nos enteramos que se acerca la “batalla decisiva”.


Entre Las Nuevas Fuerzas Vivas y la Nueva Mecánica Nacional, cuyos cortos (de inteligencia política) y traileres (de acarreados) hemos estado viendo en los últimos dos años… ¡Vámonos con las Delanteras al Senado!


Escala en el Zócalo. Ésta fue una fatalidad porque por razones presupuestales no utilizamos un avión como medio de transporte, sino un tren subterráneo que llaman metro. De todos modos, les caímos aunque no en paracaídas.


Norteados en el Centro Histórico. En la esquina de Tacuba y La Palma, le pregunto a un vendedor de periódicos: “¿Dónde está el Senado?” Con su dedo señala hacía una esquina y me contesta: “En la siguiente esquina a mano izquierda”. Ya no tuve que preguntarle más, está súper informado. El vendedor de periódicos no sólo ubica al Senado, también sabe de lo que se trata esto (“a mano izquierda”) cuya “batalla decisiva” está, sí, a la vuelta de la esquina.


Caminando por Donceles, encuentro una muchedumbre, pero de plantón no tiene facha. Sí, lo dicho: no es un plantón, es el público en las afueras del Teatro de la Ciudad. ¿Qué estarán presentando? Lo más seguro es que nada de interés. Así que mejor me lanzó al Fru-Fru.


Con la novedad de que aquí, donde se suponía que estaban las Delanteras, no hay nada. Bueno, están las ruinas del Fru-Fru, pero nada de Delanteras ni de Martinas. Lo más llamativo es un carro, de ésos de control remoto, no de juguete sino de Televisión
Azteca. ¿Qué estarán transmitiendo si no hay nada aquí?


Son las ocho de la noche. Entro a una tienda de abarrotes y le preguntó a la señora que me despacha: “¿Aquí estaba el plantón?” Ella me dio el sí, y su compañero de trabajo afirmó que hacía media hora se había levantado el plantón. “Estaba todo cerrado alrededor, no había paso”, dijo con un rostro sonriente. Parece que le da gusto que ya se hayan ido. Pero ¿adónde se fueron?
Por el momento yo me fui al puesto de tortas de enseguida. No, no iba a comer; fui a preguntar. En la tortería me aseguraron que el plantón se levantó a las cuatro de la tarde. ¿En qué quedamos? Pónganse de acuerdo, porque si no lo hacen…


No me quedó de otra que sacar una media. Ni a las cuatro ni a las siete y media: el plantón se levantó a las cinco cuarenta y cinco de la tarde, tiempo de la ciudad de México, con más menos una hora con cuarenta y cinco minutos de incertidumbre. En términos más simples, a las cuatro empezaron a levantarse y la última persona lo hizo a las siete y media de la noche.


Sin embargo, sí hay personas en las afueras del Senado. Alcanzo a ver a un tipo que parece ser el senador panista que tiene nombre de delegación perredista: Gustavo Madero. Parece que es él y hasta se ve tranquilo. Tan tranquilo como la calle del 57. Aquí hay un buen número de baños -azules- públicos y móviles, como los del otro plantón.


Todos los baños tienen un letrerito: “Mujeres”. Le pregunto a un empleado de intendencia de un edificio que está en esta calle: “¿Son del plantón?” Que sí, pero no me aseguró que los pudiera usar. No sé si porque están cerrados o son exclusivamente para mujeres. Volteo a mi derecha y veo una camioneta con dos tipos y un letrero en la ventana: “Policía Federal”.


Agarré el último baño, el de la esquina. ¿Por qué? Uno, porque es más interesante a veces la esquina. Dos, porque los baños del fondo decían: “Hombres”. Tres, porque tenía que entrar. Ya adentro no percibí ningún olor raro y/o desagradable. Parece que los mediocampistas son muy limpios, o no hicieron acto de presencia en el plantón fugaz.


Lo único que no me gusta como huele es la camioneta de la policía. ¿Por qué ese letrero? Ah, ya sé, porque se quieren identificar como policía, ya que el carro trae placas normales (¿así se dice?) de la ciudad de México: SNV 991.


Aunque ya se fueron las Delanteras (¿adónde?), el cerco al Senado sigue. Así que me meto por una callecita que conecta a Donceles con Tacuba. Aquí hay otro carro de policía, pero es del Distrito Federal y es un camión. Está prácticamente vacío y algún inconsciente vacía el tanque de la gasolina: el camión está encendido sin necesidad. A un lado de él se encuentran unos cuantos policías y algunos fuman, pero el verdadero derroche contaminante está en el camión (o en el cerebro de esto).


En contra esquina de Los Girasoles, que se encuentran semi vacíos, hay un grupo de Delateras que se quedaron en la retaguardia (¿la defensiva?). Comentan cosas, que esto y que lo otro. También hay mediocampistas en la bola o bolita. Y bueno, me acerco.


“Se fueron a Televisa”, dicen unas. Ah, me imagino que a darle el recibimiento a Andrés Manuel López Obrador, una vez que salga de su más reciente entrevista con ¿López Dóriga? No, que no fueron a eso.


En realidad no me estaban contestando nada, yo escuchaba. “Fueron a protestar.”
¿Por el ridículo que hizo López Obrador en la entrevista con Carlos Loret de Mola? No, que por el manejo en la información que han hecho a propósito del neoplantón. Bueno, por higiene mental no veo televisión (y la entrevista a AMLO con Loret de Mola la leí en fragmentos), pero aún así no siempre uno puede practicar la higiene mental.


Aquí hay unas estatuas de guerreros aztecas. Yo nomás para calar un poco el ambiente, ahora sí, le pregunto a un mediocampista: “¿Qué es esto?”, y me contestó:


“Fueron a protestar a Televisa, pero van a regresar”. ¡¿Qué?! No entiendo por qué fue ésta su respuesta, no tiene nada que ver con mi pregunta. Con todo respeto, el mediocampista anda pedo, trae encendido el chip del automático, o simplemente está atontado. Bueno, hasta se parece a López Obrador en sus respuestas en televisión. Pero hay una diferencia fundamental: el mediocampista, como algunos otros, puede estar atontado; López Obrador se hace el tonto. Ah, por cierto, esto es el Museo del Ejército.


“Vamos al Club de Periodistas.” Pues vamos, algo hay. Entro al Club de Periodistas, el cual está muy concurrido, y me encuentro en la mesa del presídium, en mero en medio, al C. ex senador Manuel Barlett Díaz. Presentaron a las seis y media de la tarde su libro sobre el petróleo. Están ya en la sesión de preguntas y respuestas.


Barlett, con el mismo rostro adusto de la noche triste del seis de julio de 1988, aunque ya bastante canoso, no dice nada. Su cara –de cínico- sólo genera cierto desprecio hacia las Delanteras y mediocampistas que se deshacen por dar su opinión y que sus dudas sean aclaradas. Al lado de Barlett se encuentra puro desconocido (para mí), todos con la fachita de licenciadillos del PRI en sus “tiempos de gloria”.


Dos rostros más y nos vamos del Club de Periodistas. Sólo una mujer en la mesa, la moderadora, una versión legítima de Lolita de la Vega. La moderadora, cuyo nombre ni investigué, es una güera (¿de la CTM?) que trae un vestuario rojo (¿de la CROC?) y no deja de mascar chicle “discretamente”. De repente, alguien que está a mi lado como a un par de metros, a punto de salir, le habla a Barlett y éste reacciona. Ambos dibujan una sonrisa y se despiden. El tipo que se despidió de Barlett era… ¿Ignacio Ovalle o Fernando Elías Calles? Sea quien haya sido, el tipo alzó su mano diciéndole adiós a Barlett, que en realidad fue un hasta luego porque están en esto y están con el Peje.


Una mujer me ofrece el periódico del PRD que es de cooperación voluntaria.


“Está bien”, pensé y le di cinco pesos. Una vez que se lo compré, me di una vuelta con el periódico bajo el brazo. El sonido era pésimo, pero parecía que a los organizadores les tenía en realidad sin cuidado lo que la gente estaba opinando y preguntando. ¡Todos eran Barlett! Y dejaron que los “interlocutores” se explayaran, uno tras otro tomaba el micrófono. Supongo que al final les aclararían todo, pero ya no me quedé. Salí hecho un rayo en busca de las Delanteras más aguerridas.


Afuera de Bellas Artes estaban Delanteras y mediocampistas, pero en realidad era poca gente. Comentaban la hazaña del jueves, y me enteré de que efectivamente sí llegaron en la noche los mediocampistas. Hablaban de las vicisitudes. Alguien mencionó que algunas Delanteras estaban acampando en el Monumento a la Revolución. Hacía allá me fui de nuevo como rayo.


Ya casi a las nueve de la noche, prácticamente con la oscuridad a cuesta, llegué al Hemiciclo a Juárez, que es punto de reunión muy frecuente de las Delanteras y similares.


De Televisa ya salieron, me dije, aunque realidad estaba seguro de que ni las dejaron entrar. Al Senado parece que no regresaron y la única pista que tengo es el Monumento a la Revolución. No sabía si confiar o no en esta pista, y como ya estaba ahí me metí a la Alameda Central. Quizá se camuflajearon y andan por aquí, pensé.


Pues gente sí se ve, pero a ciencia cierta no sé si se trate de lo que ando buscando: a las Delanteras en pleno. De hecho, hasta puestos de hot dogs y de dulces todavía hay.


No me fijé y sin querer al caminar desconecté el cable que nutría de energía eléctrica a un puesto ambulante donde vendían pura cosa para nada nutritiva. Esto me desconcertó mucho. No sabía si estaba defendiendo de manera radical la no privatización, es decir, el no robo de la energía, o si simplemente mi inconsciente actuó –al apagar la escasa luz que había- con el único fin de hacer más interesante la búsqueda.


Nada de Delanteras. Mediocampistas por aquí, mediocampistas por allá.


Aproximadamente la mitad de éstos están solos, como esperando algo o alguien. La otra mitad está en pareja. De éstos, ninguno suelta prenda: cuando se hablan prácticamente lo hacen al oído. Algunos hasta se besan. ¿Esto es camaradería? Sea lo que sea, no es lo que estoy buscando, así que mejor me voy al Monumento a la Revolución.


Y sí, aquí había un plantoncito. Pero se trataba del mismo que ya tiene meses y en algún momento pesaron hacer crecer (hacia arriba). Ya sólo llegué a las afueras del restaurante Carballino, donde leí el menú de (y en) tres tiempos. Del restaurante emergía un mejor sonido que el del Club de Periodistas.


El Monumento a la Revolución no albergaba a nadie.

 


 
 
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