Guerra lopezobradorista contra Pemex


Crónica incisiva de un weekend
Tercera Parte


Jesús A. Castañeda Montes

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c)

Domingo en pleno Zócalo. “Los domingos —escribió Salvador Novo— uniforman el mundo. Si todos los días fueran domingo no habría países.”

 

¿A poco? Antes del domingo, obvio, fue el sábado. Pero antes del Zócalo, lo que no es obvio, estuvo el metro. A pesar del retraso evidente no llegué tan tarde al inicio de la “batalla decisiva”. Todo se lo debo al metro, que ojalá nunca se les ocurra privatizar ni siquiera el del Centro Histórico, donde las barredoras del C. Carlos Slim Helú barren con todo. La estación Zócalo estaba abierta y no tuve que caminar. Ni falta que hace: ya he caminado lo suficiente este weekend.


En Catedral debe seguir la cafeteada (¿sin café?). En Palacio quién sabe qué están cocinando, lo más seguro es que nada: es una especie de museo, no de cocina. Me planto en la esquina del Zócalo que da hacia Pino Suárez. Me plantó pero dentro del cerco, en plena plancha.


Una que otra campanada mediocre se escucha a las once y veinte de la mañana. La plaza no está muy llena, pero tampoco está vacía. Lo que sí luce vacío es el escenario.


Sólo se encuentran en él Jesusa Rodríguez, Claudia Sheinbaum y otra mujer que no reconozco. ¿Y los demás dónde están, no importan? Quizá se fueron a despedir  algunos- de Corrupto Ahumada. Pero no lo creo, ¿eh?


Y ante este silencio que sólo es interrumpido por las campanadas dispersas y mediocres de Catedral, además de cierto zumbido de las bocinas, los muertos nos visitan. Banquete de necrofílicos.


Sin darme cuenta, no sé si por el olor a muerto que me pudo haber seguido ayer en Catedral, me coloqué muy cerca de una ofrenda de muertos. No se trataba de algo así como la ofrenda en el Munal, que era de plátanos y naranjas, sino de una de pepinos… socialistas. Mis compañeros de viaje son ni más ni menos que los acólitos de Vicente Lombardo Toledano, que reclaman la “unidad de las fuerzas democráticas”. ¿La unidad nacional de Lombardo?
Pero ya no me voy a mover de aquí. Ahora sí, como en el funeral, sin indisciplinas. Aunque claro, con un poco de incertidumbre y algo de dispersión, puedo barrer el área inmediata.


No hay entusiasmo guerrero. Sin embargo, la concurrencia va aumentando.


Quietos, que si no salimos en la foto (incluidos los lombardistas); quietos a pesar de que hoy inicia la “batalla decisiva”. ¿Desde cuándo esta quietud?


Mirando alrededor, sí, mantas, banderas, brigadas. Podría decir que lo mismo de siempre desde hace algunos años, tres en lo inmediato. Pero la quietud es patente. En este lapso de tiempo de espera, que sirve para mirar en retrospectiva, encuentro sólo dos momentos “álgidos”: abril de 2005 y julio de 2006.


Pero en abril la orden fue “a la casa”, tal cual. Y en julio, a pesar de las mentiras y medias verdades de López Obrador (las mismas de siempre, pero en diferente presentación), había cierto entusiasmo y coraje. Sí, algunos guerreros (sin cargo al erario) eran visibles. ¿Muchos o pocos? Los suficientes, no más. Pero el treinta y uno de julio los mandaron de día de campo. Quietos tenían que quedarse, ¿para salir en la foto? Ahora, en un tercer momento, ¿qué sigue?


Por lo pronto, Jesusa Rodríguez y Claudia Sheinbaum pasan lista a las brigadas.


Las mujeres por delante, y contabilizan veintiún brigadas (la brigada veintiuno es de reciente creación, aclaró Claudia Sheinbaum). Pero hay treinta y ocho brigadas de hombres. La retrospectiva no termina.


Los nombres dicen mucho. Estos nombres hablan de la nada en que esto se convirtió, poco a poco, por una especie de consigna del líder. ¿Quiénes son estos coroneles, como les llaman, y adelitas? Un núcleo muy reducido y de poca monta. Un núcleo que vuelve al origen de manera parcial: el bejaranismo.


Quizá lo que dice más son las consignas. “Éste es el pueblo de López Obrador, ¿cuál es el tuyo, Espurio Calderón?”, corean y dirigen desde la soledad del templete Jesusa Rodríguez y Claudia Sheinbaum a la mitad del Zócalo que está lo suficientemente concurrida aunque con poco entusiasmo hasta ahorita. “Éste es el pueblo” y ya sabemos quiénes son los líderes.


Después la soledad del templete desapareció al aparecer el conjunto de líderes del movimiento, porque ya no tarda en arribar el “Presidente legítimo”. Jesusa Rodríguez y Claudia Sheinbaum siguen “animando”, y yo no dejo de pensar en el ánima de Corrupto Ahumada. Además, en las brigadas. Hay dos de éstas que me llaman la atención.


Uno supondría que las brigadas llevan el nombre de personas muertas, pero hay un par de ellas tienen el nombre de dos mujeres vivas. Una es la brigada Rosario Ibarra, quien además trajo una banda de guerra de secundaria, incorporada a su brigada, que tocó. Rosario Ibarra, parece, no tiene problema en que usen su nombre para bautizar una brigada.


La otra que identifiqué fue a través de un cartel. La brigada 16 mostraba una foto de una mujer, a la cual le clavaron un águila del “gobierno legítimo” en la cabeza, y se llama –no se llamaba- Amalia Solórzano viuda de Cárdenas. A propósito de Cárdenas, hay en el extremo superior del edificio de enfrente una nueva manta con la imagen de López Obrador y Lázaro Cárdenas, y la leyenda: “¡El petróleo es nuestro!”


¡López Obrador es nuestro! Esto parece ser el mensaje extasiado de Jesusa cuando dice: “¡Ya se le ve llegar, ya se le ve venir, ya se siente ese aire… Qué más queremos!” Y sí, sí llega López Obrador… y por la esquina de Pino Suárez. Una vez que Jesusa en pleno éxtasis anunció su llegada, todos corearon “¡Pre-si-den-te!” El petróleo se les olvidó un poco.

(Continuará)

 


 
 
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