De ciudadanos a sacaborrachos


—Crónica—


Así es el operativo “Alcoholímetro de Corresponsabilidad” que puso en marcha la alcaldesa Blanca Alcalá el fin de semana pasado


Edmundo Velázquez

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La receta para el alcoholímetro fue cambiada por la presidenta municipal Blanca Alcalá, y ahora padres de familia “a través de amor” y “conciencia ciudadana” ayudarán a que el alcoholímetro sea menos traumático para aquellos conductores que se les pasaron las copas y supervisarán el trabajo de los agentes de Vialidad Municipal, es más, puede que se lleve la sorpresa de que su vecina le diga el tan acostumbrado “sópleme joven” ahora que vuelva de parranda.  


A la una de la madrugada del viernes, con la primera brigada de ciudadanos, arrancó el programa “Alcoholímetro de Corresponsabilidad”. Sobre el bulevar Héroes del 5 de Mayo, el aparatoso operativo se hacía notar gracias al montón de padres de familia que fueron citados por la administración municipal para, además de desvelarse, ayudar con el trabajo de Vialidad Municipal.


A esto se sumaron las respectivas patrullas y los típicos toneles naranjas que ayudan a la selección de automovilistas y, claro, el ingrediente típico de cada operativo de fin de semana: los borrachos.


Pero ahora, civiles ayudarán a  los uniformados “con un poco de amor”, como le pasó a la señora Luz María Reyes, una de las vecinas de la colonia Mateo de Regil, que llegaron por su chamarra y gafete y terminaron bajando borrachos de los carros.


Para ejemplo el caso de Julio Kuri, quien pasaba por el bulevar conduciendo su automóvil golf blanco y que fue atorado en el operativo. Julio, de más de 30 años, no quiso bajarse de su automóvil “porque necesitaba mandar un mensaje de celular”. Tan ebrio manejaba que ni a los números de su celular Nokia le atinó.


“Ya bájenlo, acá también hay señal”, dijo uno de los uniformados que se amontonaron a la puerta de su automóvil para bajarlo. Hasta que alguien se le ocurrió hablarle a una de las señoras adscritas al operativo.


Y apareció doña Luz María, señora chaparrita, bien maquillada, con el desvelo pero con hartas ganas. Y le empezó a platicar “porque le recordaba a su hijo”. 20 minutos bastaron y Julio admitió bajarse del carro. Hasta un aplauso se ganó de los mirones. Se abrazó a la señora y dijo que no se dejaría hacer el alcoholímetro a menos de que ella lo acompañara. La heroína de la noche fue doña Luz.


—¿No teme a que algún día le toque alguien que se le ponga pesado?  —se le preguntó a doña Luz.
—No, pues mire. Se puso necio. Pero reaccionó. Yo creo que la autoridad debe acercarse de manera diferente a las personas. Hasta cierto modo tienen miedo de la autoridad. No se iba a dejar bajar por los oficiales. Mejor lo convencí.
—Cuál fue su secreto.
—Pues un poco de amor y pues le dije que se bajara. Que era más problemático que estuviera ahí. Me recordó a mi hijo.
Cuando a Julio Kuri se le bajó un poquito la borrachera, cuando descubrió que se había hecho acreedor de una multa de mil 200 pesos por conducir en estado de ebriedad, mentó madres.
“Si no se trata de convencer. Pero como yo hay mucha gente. Como yo hay más gente jija de la fregada que está chingando la madre. Que está robando, que está atracando. Haciendo cosas de más. ¿Y la autoridad qué hace? Para mí, a mi criterio, sí está bien la pena de muerte, canijo”, aseguró enojado el conductor multado.
—¿La pena de muerte para los que manejan borrachos? —le preguntó un reportero de televisión.
—Sí, ¡para todo mundo!
—¿Pero tú vienes borracho y manejando? —se le volvió a preguntar.
—Sí, y si la pena de muerte aplica, pues que se aplique. Pero que se aplique, que no se diga nada más.


El operativo se aplica cada fin de semana. “Se empieza a detectar a la persona con aliento alcohólico. A esa persona se le pide que pase al área médica del dispositivo. Los padres ayudan a que hagan mayor conciencia. Con el médico se le aplica el alcoholímetro”, detalló Manuel Alonso, director de Vialidad Municipal. 


Si se encuentra al conductor solamente con aliento alcohólico no se le multa, pero, desde un primer grado hasta tercer grado se le infraccionará por mil 200 pesos.


“Se le levanta la infracción. Se sella el vehículo para que quede seguro. Y se traslada el vehículo al corralón de la secretaría”, agregó el funcionario municipal.


A la multa se suma el costo por arrastre, aproximadamente  250 pesos en promedio. Además los participantes del operativo procuran que el conductor se regrese de una manera segura. 

 

 


Doña Luz, al rescate


Un ama de casa hizo lo que no pudieron los agentes de vialidad municipal. A través de un método de convencimiento lleno de ternura bajó a Julio Kuri, automovilista que conducía en estado de ebriedad.


El conductor se puso tan necio que incluso pidió que la señora lo llevar casi de la mano al lugar donde le practicaron el alcoholímetro.


“Un poco de amor”, fue el secreto que dio doña Luz para cuando se le preguntó a la señora cómo fue que convenció al conductor para bajar de su auto.


Después, ante los medios, Julio Kuri pidió la pena de muerte para aquellos que conduzcan borrachos.

 


 
 
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