Un museo para todo lo que se escabulle, zumba o se arrastra


Edward Rothstein / Nueva Orleans


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¿Qué pasa con estas criaturas? En el nuevo Insectario de Audubon de 25 millones de dólares, que abrió aquí en junio, el visitante puede ver termitas de Formosa comerse el horizonte de madera de Nueva Orleans (como si esta ciudad no tuviera suficientes problemas), meter la cabeza en un domo transparente en un armario de cocina repleto de cucarachas gigantescas y ver a escarabajos del estiércol abrirse camino a través de un montón de basura. Y luego puede involucrarse en la interactividad más brillante del museo, uniéndose a la fila de ansiosos visitantes dispuestos a mascar un puñado de crujientes grillos fritos al estilo Cajún o dar una cucharada a un platillo de gusanos salteados.


“¡Asqueroso!”, probablemente gritará su adolescente interior con un sonriente encogimiento de hombros. Pero visitantes de todas las edades en el buffet Bug Appetit, situado detrás del Café Tiny Termite del museo, siguen formados por segundos. Y por cada visión que inspira asombro horrorizado, hay otra que provoca pura maravilla. Sí, es fascinante aprender que una cucaracha puede sobrevivir durante semanas sin la cabeza, o que los milpiés secretan un líquido maloliente que se puede tocar, o que una de cada cuatro especies en este planeta es una forma de escarabajo. Pero también se puede ver una colonia de hormigas cortadoras de hojas en acción. Transportan su botín verde hacia su laberinto de túneles donde, en una cámara abierta a la inspección, las obreras cultivan hongos grises que no se encuentran en ninguna otra parte de la naturaleza; esos hongos alimentan a toda la colonia.


Todo esto se resume en decir que una visita al insectario obliga a un enfrentamiento con un segmento del reino animal ante el cual el homo sapiens casi pudiera humillarse. Este museo, que lleva el nombre de la primera nueva institución importante en abrir en el Nueva Orleans posterior a Katrina, ha sido creado en una sección de la Oficina de Aduanas de Estados Unidos por el Instituto de la Naturaleza Audubon, un grupo sin fines de lucro que también opera un acuario, parque y zoológico locales. En justicia, sin embargo, éste no debería llamarse insectario, ya que incorpora artrópodos (900 mil especies conocidas que comprenden insectos, arañas, cienpiés, milpiés y crustáceos) y anélidos (gusanos anillados).


Pero el nombre de Artropodiario tiene menos atractivo comercial, y en cualquier caso, si los científicos, como señala el museo, tienen su propio sistema de clasificación, en la cultura popular tenemos el nuestro. En este caso, cada animal visto —desde un insecto vara de 48 centímetros de largo de la península de Malay hasta un escarabajo atlas negro vivo que se arrastra dentro de una mesa transparente en la cafetería del museo, desde las espectaculares mariposas iridiscentes que vuelan libremente en un jardín japonés bajo techo hasta las notables del sudeste asiático que parecen una hoja muerta en el bosque— parece compartir una región peculiar de nuestra consciencia y hace una visita al lugar a la vez tonificante, inquietante y divertida. En un reciente día entre semana ahí parecía haber poca diferencia entre la concentración de los padres y los niños que los acompañaban. (Unos 2 mil visitantes han acudido cada día de fin de semana desde que abrió la institución.)


Aunque dominan la biomasa del planeta (y conforman, nos dicen, 90 por ciento de las especies del mundo), los insectos parecen infringir todas las presuposiciones sobre las formas de vida. Esto les hace atemorizantes y atractivos a la vez. Los extremos más opuestos están en exhibición. Las patas de filamento de las mantis o las alas de las mariposas son ligeras briznas de materia orgánica; los exoesqueletos de los escarabajos son como hojas de blindaje. Los insectos parecen extraordinariamente vulnerables —una pisada puede matar a cientos de hormigas— y asombrosamente resilientes: Intente eliminar termitas y cucarachas. Algunos sobreviven sólo días, aunque las larvas de un escarabajo xilófago han vivido por 51 años, mientras que fósiles muestran insectos que existieron hace 100 millones de años.

 

Además, muchos de estos animales, a falta de incluso los más rudimentarios signos de razón, se fusionan en colmenas y colonias inteligentes que causan estupefacción. Vemos a estas criaturas en la forma en que los niños deben ver toda la vida animal. ¿Qué rareza es esta? ¡Cuán extraños son estos hábitos y especímenes! La Galería del Salón de la Fama del museo presenta escarabajos prendidos con alfileres en colecciones imaginativas, pero el artificio funciona: El visitante se queda boquiabierto ante su elaborada coloración y la delicadeza que socava su aparente salvajismo. Incluso algunos escarabajos del estiércol (que se conoce, limpian hasta 80 por ciento del estiércol de vaca en granjas de Texas) tienen un brillo que los hace mucho más atractivos que su hábitat.


Un área aquí, la Galería subterránea, está destinada a reducir al visitante al tamaño de un insecto. Uno entra en una magra esponjosa en un pasaje subterráneo, y ve arañas que se mueven rápidamente, gusanos brillantes, escarabajos extraños montados en gránulos del suelo. Pero no hay necesidad de esta estimulación para tener una sensación de estas criaturas. Simplemente imagine a un ecoterrorista entomólogo liberando a estos ejemplares cautivos de sus cajas de cristal, de manera que montones de termitas, arañas, milpiés, insectos voladores y hormigas se deslicen, se arrastren y se eleven libremente a través de estas habitaciones, como las cucarachas que rondan en la exhibición del gabinete de cocina.


¿Acaso sorprende que la ciencia ficción haya convertido a esas criaturas en monstruos con humanos a su merced? ¿Qué esperanza puede tener nuestra orgullosa individualidad cuando se le confronta con las misteriosas fuerzas y poderes colusivos de estos organismos?


Quizá esa sea la razón de que una actitud de dominio acompañe a la apreciación del Insectario. ¿Puede imaginar comer león asado en un zoológico o filete de delfín en un acuario? Pero aquí las criaturas admiradas son servidas en elaborados aderezos y platillos salteados.

 

Las fotografías en las paredes de la cafetería muestran manjares más familiares en países no occidentales: cucarachas gigantescas fritas del norte de Tailandia, escarabajos marinados en jengibre y salsa de soya de la Provincia de Guangzhou en China. Pero las galletas gorjeantes de chocolate (con grillos) y libélulas salteadas con champiñones pueden degustados a pocos metros de distancia. Incluso en la sección regular de la cafetería, las mesas son vitrinas de exhibición transparentes: Si rechaza los artrópodos para almorzar, puede comer platillos basados en animales más típicos, mientras ve un escarabajo gigante arrastrarse debajo de su platillo.


La amenaza —el temor, el peligro, el pavor— es parte del punto aquí también. Una exhibición sobre los insectos de Nueva Orleans discute los insectos aplastados que cubren los autos en los meses de apareamiento de mayo y septiembre, y explica cómo la historia de la ciudad se vio afectada por enfermedades transportadas por mosquitos sin control.


La Galería de las Termitas está destinada a atemorizar: La termita subterránea de Formosa causa mil millones de dólares en daños al año en Estados Unidos. No sorprende, tampoco, que la compañía de control de plagas Terminix donara 2 millones de dólares al Insectario; otros patrocinadores de control de plagas incluyen a BASF/Termidor y Dow AgroSciences. Quieren alentar un amor por los insectos, según sugirió un portavoz de Terminix, pero el cual acompañe un respeto saludable por sus peligros y un interés por eliminarlos donde no deberían estar.

 

Esto hace del Insectario un tributo inusual, porque las visiones dobles de respeto y temor, asombro y consternación, fascinación y disgusto, están entretejidas en todas las exhibiciones; verdaderamente, a través de encuentros humanos con estas criaturas. Y cualesquiera que sean las debilidades del museo —la galería del pantano de Louisiana fue un poco miásmica, la sala de las mariposas un poco subpoblada, y los textos informativos en las paredes un poco demasiado breves— al salir, el mundo pareció más grande y más asombroso que antes. Casi estuve listo para regresar a probar el platillo salteado del día.

 

 

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