Si no tiene distribuidor de películas, hágalo usted mismo


John Anderson


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Cuando se exhibió Bottle Shock en el Festival de Cine de Sundance en enero, parecía poseer esa mezcla tan tentadora para los adinerados distribuidores independientes.


Tenía algunos actores muy conocidos en el reparto, incluidos Bill Pullman y Alan Rickman. El director llegó con un historial y un cortometraje aclamado por la crítica. Y la historia, sobre una pequeña bodega estadounidense que triunfó sobre sus competidores franceses durante una cata de vinos a ciegas en 1976 y cambió el punto de vista mundial sobre el vino de California, es accesible para el público que fue a ver Sideways hace unos cuantos años.


Sin embargo, Bottle Shock no encontró amor entre los distribuidores de Park City en Utah. Así es que el director Randall Miller estrenó él mismo su cinta en 12 ciudades a principios de este mes. Dado que son cada vez más las ocasiones en las que sus esperanzas de tratos cinematográficos convencionales son inexistentes desde que llegan, es creciente el número de cineastas independientes que está optando por el modelo “hágalo usted mismo”: la autodistribución, otrora el camino de los desesperados, temerarios o rebeldes, que se ha convertido en una opción cada vez más atractiva para las películas que de otra forma no se exhibirían en los cines. Ballast, Wicked Lake, The Singing Revolution y Last Stop for Paul están entre las independientes que actualmente toman la ruta inconformista, o lo hicieron hace poco.


Las motivaciones pueden ser complicadas. Por ejemplo, John Turturro distribuyó él mismo Romance & Cigarettes el año pasado, porque la dejaron languidecer cuando vendieron a su productora United Artists. En otros casos, simplemente se trata de la diferencia en gustos entre los distribuidores y los cineastas.


Sin embargo, va aumentando la cantidad de cineastas independientes que se encuentran atrapados en un mercado destruido en su interior, con muy pocos cines para manejar todas las películas, y las leyes básicas de la oferta y la demanda han deprimido los precios que pueden obtener. En 2007, con todo y que los grandes estudios de Hollywood redujeron su oferta, se estrenaron unas 600 cintas en Estados Unidos; cinco años antes, esa cantidad fue de cerca de 450, según la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos.


Mientras que la ruta del cine independiente sin apoyos puede no ser la forma de distribución con la que sueñan los cineastas, hacerlo uno mismo es mejor que el estreno directo en DVD y, con toda seguridad, mejor que el olvido franco.
Al seguir su propio camino, Miller (cuyos créditos de dirección incluyen a Marilyn Hotchkiss Ballroom Dancing & Charm School y Nobel Son, próxima a estrenarse) y su esposa y coguionista, Jody Savin, conservan los derechos para DVD y de otro tipo de su tragicomedia. También tienen el control de cómo se distribuye y comercializa su película.


¿Los inconvenientes? “Una cantidad enorme de trabajo, una cantidad enorme de tensión, nada de dormir, y muchas personas a las que he conocido y querido, que me han dado millones de dólares”, dijo Miller.


Sin embargo, Miller y Savin dijeron que sienten que tenían pocas opciones. Debido a la ola de cierres de importantes distribuidoras o que están en problemas —incluidas Paramount Vantage, Picturehouse, Warner Independent y ThinkFilm—, se están evaporando las opciones del cineasta independiente.


Lo que queda es la mínima posibilidad de que los seleccione una de las “miniprincipales” sobrevivientes como Sony Classics, Fox Searchlight o Focus Features, propiedad de Universal, o estar a merced de distribuidores aún menores. Aun cuando muchas tienen buena fama, la mayoría ofrece reducidos adelantos en dinero (si es que alguno) a cambio de la mayoría de los derechos (DVD, televisión, estrenos internacionales) y, por lo general, no gastan el dinero necesario para asegurar que el público se entere y se vendan boletos. Esto, a su vez, prácticamente excluye la entrada a los estantes de Wal Mart o Blockbuster, establecimientos sin los cuales la existencia de una película después de los cines será una de oscuridad.


“Se tiene que tener los números de teléfono”, dijo Tom Barnard, copresidente por mucho tiempo de Sony Pictures Classics. “La autodistribución es buena, puede funcionar, pero los cineastas que son tan innovadores en sus cintas tienen que canalizar algo de eso para aprender cómo funciona el mercado”. Comentó que las principales dificultades son los “intermediarios” que pueden estar de acuerdo en representar una película en un lugar como Sundance, pero se aceran a las ventas fáciles y dejan a sus cineastas menos afortunados en la estacada.


Para ayudarse a moverse en el mundo, en ocasiones traicionero, de la distribución de películas, Miller y Savin contrataron como consultor a Dennis O’Connor, un exalto ejecutivo de comercialización de Picturehouse. Se contrató a Freestyle Releasing de Los Ángeles, con un pago por adelantado y un porcentaje reducido del ingreso bruto, para manejar la distribución física (colocar las copias, reservar los cines, etcétera). Y Miller, Savin y O’Connor, junto con otros que éste consiguió en las filas de los veteranos de la distribución, están organizando la publicidad.


Para el mercado, posiblemente lucrativo, de los DVD, Bottle Shock tiene contratos diferentes con Fox Home Entertainment y la muy importante Netflix, que han ayudado en la comercialización (que les asegura un mejor rendimiento después). Miller también negoció sus propios tratos con líneas aéreas y compañías publicitarias, y ha calculado su propio precio para las copias. Lo más significativo es que recaudó la mayor parte del dinero para hacer la película y las copias, y para la publicidad, entre inversionistas privados.


“A las personas adineradas realmente les gusta el vino”, dijo Miller riendo. “No se podría hacer esto con una película de horror”.


Sin embargo, la mayoría de los cineastas independientes no podrá recaudar los 10 millones de dólares que obtuvo Miller para Bottle Shock. En su lugar, tendrán que usar un ingenio más rentable.


Los distribuidores establecidos tienen circuitos regulares en los que exhiben sus películas, medios informativos mediante los cuales se anuncian y públicos a los que cortejan religiosamente. Una película autodistribuida como Ballast, cuyo reparto está integrado por negros que no son actores y se trata de personajes extremadamente pobres, está convenciendo a sus defensores a pensar más allá de la taquilla del cine de autor, y explorar fronteras y poblaciones nuevas, como las iglesias negras y los públicos sureños. (La película, que ganó premios por dirección y producción en el festival Sundance de este año, tenía un acuerdo tentativo con IFC Films antes de que el director Lance Hammer decidiera estrenarla por medio de Alluvial Film Company, de su propiedad.)


“En un tiempo, los distribuidores pagaban tanto dinero que podían hacer lo que querían, quizá consultar respetuosamente a los cineastas, pero en esencia, hacían lo que querían”, dijo Steven Raphael, un consultor de la película. “Pero ahora no hay dinero y los cineastas están resentidos, así es que están recuperando el control”.


Neil Mandt, director, productor y estrella de Last Stop for Paul, una comedia sobre dos hombres que viajan por todo el mundo tirando las cenizas de su amigo muerto, tenía un trato en puerta con Magnolia Pictures. Sin embargo, al distribuidor sólo le interesaba sacar el DVD. Mandt no aceptó.


“Soy el primero en admitir que nunca imaginé que la cinta tendría tan buena acogida como la que tuvo cuando ganó premios en 45 festivales”, dijo Mandt. “Es una cantidad de locura. A pesar de eso, nunca se nos volvió a acercar otra compañía para la distribución nacional”.


Last Stop for Paul se acaba de estrenar en Nueva York, y Mandt espera que eso lleve a una distribución más amplia. “Si todo esto sale como está planeado”, comentó, “quizás en una año más recuperemos nuestro dinero”.

 

 

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