Exguerrillero se vuelve cronista del conflicto afgano


Jane Perlez / Lahore, Pakistán


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Recién salido de la Universidad de Cambridge a fines de los años 60, y empapado en los favoritos de la época —Marx, Mao y el Che—, Ahmed Rashid se lanzó a las colinas de Baluchistan, una parte seca y difícil del oeste de Pakistán. Permaneció ahí durante 10 años.


Fue combatiente guerrillero y organizador político, con un par de amigos paquistaníes de mentalidad parecida condujo a los campesinos a buscar la autonomía contra el ejército de Pakistán. Salió, después de brotes de hepatitis, malaria y dientes perdidos, no exactamente desilusionado pero sí derrotado, según recordó recientemente en la comodidad de su estudio desde el que se observa un jardín de palmeras.


Sin embargo, la experiencia se convirtió en la plataforma de lanzamiento para su profesión real como prolífico cronista de Afganistán, Asia Central y su patria, Pakistán, lugares a los que los escritores occidentales a menudo han encontrado de difícil acceso, ya no digamos que lleguen a comprender su total profundidad y complejidad.


Experto en el Talibán —hasta el 11 de septiembre de 2001, él los conocía mejor que cualquier otro forastero—, durante décadas Rashid ha resultado ser algo así como un profeta en la región, aunque principalmente del tipo “Cassandra”, emitiendo repetidas advertencias que son ignoradas por quienes manejan la política.


Tan fluido al hablar como al escribir, Rashid, de 59 años, acaba de publicar su cuarto libro Descent into Chaos, The United States and the Failure of Nation Building in Pakistan, Afghanistan and Central Asia (Caída al Caos, Estados Unidos y el Fracaso de Crear una Nación en Pakistán, Afganistán y Asia Central), una crítica mordaz de los errores cometidos por el gobierno de George W. Bush al hacer frente a la militancia islámica.


El argumento central de Rashid no es original: “Que el dinero y la sangre invertidos en Irak debieron invertirse más bien en Afganistán, reconstruyendo al país desde 2001 para evitar el resurgimiento del Talibán. Pero es difícil refutar eso, ahora que el Talibán está realmente de regreso, y la OTAN y Estados Unidos están inmersos en una dura batalla contra ellos”.


“El gobierno de Bush”, afirmó Rashid, “fue demasiado amable con el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, después de que prometió apoyo para la campaña antiterrorista después del 11 de septiembre. “Los estadounidenses nunca dijeron con la suficiente firmeza que Pakistán debía dejar de apoyar al Talibán; eso fue porque Musharraf les estaba entregando a los tipos de Al Qaeda”, capturando a algunos destacados agentes de Al Qaeda y entregándolos a Estados Unidos. Bush debía haber insistido en que Musharraf aplastara al Talibán también, dijo.


Uno de los temas insistentes de Rashid es la perfecta mezcla del Talibán paquistaní con el Talibán afgano. Se refuerzan uno al otro, dijo, y por ello no pueden ser tratados de manera aislada.


“El ejército paquistaní y la poderosa agencia de Interservicios de Inteligencia de Pakistán protegieron al Talibán afgano en Quetta, la capital provincial de Baluchistan, como ‘un activo estratégico’ para usarlo en el futuro como amortiguador contra India”, dijo. Pero eso hace virtualmente imposible que ellos enfrenten al Talibán de Pakistán y su líder más prominente, Baitullah Mehsud.


“Hasta que Pakistán esté dispuesto a entregar al liderazgo del Talibán afgano basado en Quetta, Pakistán no va a poder hacer frente a Mehsud y Al Qaeda”, afirmó. Mehsud es acusado por el gobierno paquistaní y Washington del asesinato de Benazir Bhutto.

 

Rashid tiene una larga historia con el Talibán y Afganistán. Baluchitan, donde combatió en los años 60 y 70, comparte una frontera con Afganistán y en 1978 Rashid estuvo en Kabul para el golpe militar que instaló a los comunistas en el poder. Estuvo en Kandahar un año después cuando los soviéticos entraron.


“Vi la invasión, cuando todos los tanques soviéticos llegaron desde la localidad de Herat al bazar en Kandahar”, dijo. “Los soldados salieron de sus tanques y pidieron té. No había tensión alguna”. Lo tanques continuaron sobre Kabul.


Con su inglés perfecto y su educación británica (una foto en la pared de su estudio lo muestra en su adolescencia en el equipo de rugby de Malvern College), Rashid se convirtió en lo que él llama el “depósito intelectual” para los periodistas occidentales que se dejaron caer en la capital afgana para la última gran invasión de la Unión Soviética.


Es un papel que Rashid ha desempeñado en un escenario más grande cada vez como periodista, autor y, en ocasiones, asesor detrás de bastidores de diplomáticos que han tratado de hacer frente a los problemas de Afganistán, no digamos al Talibán.


Su libro Taliban: Militant Islam, Oil and Fundamentalism in Central Asia (Talibán: Islam Militante, Petróleo y Fundamentalismo en Asia Central), un relato del ascenso de los mulás en Afganistán, fue publicado meses antes del 11 de septiembre por Yale University Press. Inmediatamente se convirtió en un artículo esencial en las mochilas de los reporteros que cubrieron la guerra en Afganistán a fines de 2001. Ha vendido 1.5 millones de ejemplares en inglés, una cantidad asombrosa para una publicación académica.


Rashid dijo que él fue el primer periodista extranjero en visitar al Talibán en 1994, cuando ellos salieron de la lucha civil que consumió a Afganistán después de que se fueron los soviéticos. Le asombró de inmediato cuán diferentes eran de los caudillos y guerrilleros con los que había estado tratando.


“Convencí a un periodista televisivo de ABC de que fuera conmigo a Kandahar y me asombró que no nos permitieran tomar fotografías”, dijo del Talibán. “Yo había estado viviendo con los mujaidines, a quienes les encantaba la publicidad. Cuando estos tipos en Kandahar no se dejaron fotografiar, repentinamente me di cuenta de que esto era algo completamente nuevo”.


Intrigado, Rashid se unió a sus grupos de batalla, se empapó de todo lo que pudo, y estuvo en Kabul con el Talibán cuando lo tomaron en 1996. En sus reportajes, que aparecieron en The Far Eastern Economic Review y The Independent, un periódico británico, advirtió contra la decisión de Pakistán a mediados de los años 90 de apoyar al Talibán. “Escribí que significaba la continuación de la guerra civil afgana”.


Con la publicación de su libro, Rashid desgastó su buena relación con el Talibán. En estos días, en vez de que ande caminando por las montañas Kush hindúes, es más probable que se le encuentre alrededor de la mesa de su casa en Lahore, que es conocida por su buena cocina.


Ahora algo así como un estadista anciano, Rashid es buscado para ofrezca sus consejos por diplomáticos en Islamabad y Kabul, y por formuladores de políticas en las capitales de la OTAN y Washington. “Apenas el verano pasado, dije al embajador de Estados Unidos: tienen que arrestar al Mulá Omar y al shura”, dijo, refiriéndose al líder del Talibán, que se ha refugiado cerca de Quetta.


Cuando Benazir Bhutto era primera ministra, preguntó a Rashid si estaría interesado en convertirse en embajador de Pakistán ante Afganistán pero él lo rechazó, prefiriendo los aspectos aventureros del reporteo.

 

Sus artículos nunca le han sentado bien a la agencia de Interservicios de Inteligencia, un tema en el que dijo no quiere entrar afirmando que él es “impopular”. Como muchos paquistaníes, ha observado el retroceso de Musharraf, pero declinó predecir el momento en que saldrá del escenario político.


Rashid está en buenos términos con Asif Ali Zardari, el viudo de Bhutto y líder del partido de ella, el Partido Popular de Pakistán, quien es ahora considerado como el hombre más poderoso en el país. Pero después de un almuerzo de dos horas con Zardari recientemente, Rashid dijo que le preocupa que el nuevo gobierno “no tenga idea” sobre “el pastel terrorista de varias capas” que florece en las áreas tribales.


Mientras Rashid viaja por el mundo, dijo que sigue siendo un patriota de Pakistán. De la actitud del nuevo gobierno hacia los militantes islámicos, afirmó: “No están informados, y a mí me preocupa profundamente”.

 

 

 


 
 
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