El futuro toca a la puerta de nuevo 
		 David Rakoff / Anaheim, California   
		 
		
		Para  llegar a la puerta del frente de la familia Elias, los habitantes de la nueva  Casa Soñada en Disneylandia, se debe pasar por un pasillo giratorio y  deslizarse frente a Tom Morrow, un robot con la voz de Nathan Lane. El cuerpo  de Tom es un esqueleto expuesto de un sistema hidráulico, cables y  transistores. Su canción tema, “There’s a Great Big World of Innoventions” —audible  sin importar a qué parte de la casa se aventure uno— se repetirá docenas de  veces durante la visita, y se seguirá repitiendo en la cabeza del visitante con  tenacidad mucho después de que parta.  
		 
		  Tom  ha estado dando la bienvenida a los visitantes al edificio de Innoventions,  donde la Casa Soñada  abrió este mes, desde el debut del edificio en 1998. Promete maravillas  tecnológicas que uno nunca ha visto: “Y no estoy hablando de Mr. Coffee, cuyo  trabajo admiro.” Que su introducción invoque un aparato que muchos visitantes  quizá no recuerden, o del que ni siquiera hayan oído hablar, es acertado,  porque la Casa Soñada  de Innoventions, la más reciente en una larga fila de modelos destinados a  contarnos cómo podríamos vivir en el futuro, resulta ser positivamente  retrograda. 
		 
		  Producto  de una asociación entre Disney, un desarrollador de vivienda llamado Taylor  Morrison y las compañías de tecnología Microsoft, Hewlett-Packard y Life/ware,  la nueva casa ha sido diseñada como una experiencia interactiva y “de inmersión”,  dijo Greg Atkins, el escritor y director teatral que ayudó a crearla. Atkins ha  concebido una narrativa general que será actuada por una compañía revolvente de  40 actores.  
		  
		En resumen: Robbie, de 10 años de edad, el menor de los Elias,  recientemente anotó el gol del triunfo para su partido de soccer, los Astro Blasters,  asegurando el lugar del equipo en Beijing para los campeonatos mundiales (un  acontecimiento no relacionado con las próximas Olimpiadas, que supuestamente  son un recuerdo distante para esta familia del futuro no especificado). Todo el  clan Elias irá a China, pero primero tendrá una gran fiesta de despedida, y  nosotros, completos extraños, estamos todos invitados. 
		 
		  Hay  un aire atractivo, incluso auténticamente futurista, en esta idea del  cosmopolitanismo global, en el cual una familia de clase media del mañana se  prepara para viajar a Beijing tan despreocupadamente como sus contrapartes de  hoy en día podrían planear un viaje al otro lado del estado para asistir a un  gran juego de futbol americano. Pero no mucho más en la casa, o los Elias,  refleja ese pensamiento adelantado. 
		 
		  La Casa   Soñada tiene poco de  la ambición exagerada o la elegancia que uno espera de un ambiente avanzado. Ni  siquiera es una casa independiente, sino más bien una serie de habitaciones en  el interior del edificio de Innoventions. Está decorada con una combinación de  estilos Art Nouveau y Arts and Crafts, todo de madera, tonos tierra cálidos y  chucherías clavadas; un lugar moderadamente prometedor y poco amenazador.  Similar a las casas de hoy, pero mejor. El futuro, como lo muestran, está  oculto en los cables detrás de las paredes. 
		 
		  Todo  esto está a mundos de distancia del domicilio utópico original de Disneylandia,  la Casa del  Futuro Monsanto de 1957, patrocinada por la división de plásticos de la  compañía. Con la intención de representar la vida en 1985, era una exhibición  de la era atómica que cambiaba paradigmas con sus superficies lustrosas y  materiales sintéticos. “Difícilmente aparece un material natural en algún lado”,  se jactaba la narración original. 
		 
		  Presentaba  maravillas desconocidas como un microondas (una década completa antes de que el  primer modelo de consumo estuviera disponible en las tiendas), un lavavajillas  ultrasónico que salía de debajo de la encimera, intercomunicadores de video de  circuito cerrado y un televisor del tamaño de la pared (aunque no funcionaba). 
		 
		  La  tecnología de la Casa   Soñada, en contraste, parece ser ligera en anticipación  especulativa y pesada en mercancía ya disponible o próxima a ser lanzada al  mercado; más colocación de productos que conjeturas sobre lo que podría haber  en el futuro. Esto es, en parte, resultado del ritmo acelerado del avance  tecnológico y el mucho tiempo que llevó desarrollar la Casa Soñada, al menos  según Brian Burch, director de mercadotecnia de entretenimiento conectado de  Hewlett-Packard. 
		 
		  “Cuando  empezamos hace muchos años”, dijo Burch, “muchas de estas cosas eran  especulativas. Una vasta mayoría de todo aquello en lo que hemos estado  trabajando se ha vuelto real”. 
		 
		  Ciertamente  hay algunas cosas impresionantes en la casa. Un grifo de la cocina hecho por la  firma danesa Damixa surge de debajo de la encimera como una serpiente curiosa  al empujar una palanca de metal, y se retrae; es seriamente elegante y una  forma práctica de eliminar una protuberancia en el espacio de trabajo. Una mesa  de centro con una pantalla interactiva en la cubierta superior permite a uno  hojear un ejemplar virtual del manuscrito de Alice’s Adventures Under Ground (como se llamaba originalmente el  libro de Alicia en el País de las  Maravillas de Lewis Carroll), descargado de la Biblioteca Británica:  indudablemente genial. 
		 
		  Pero  el televisor de retro-proyección Blue Ocean de 254 centímetros,  aunque elegante, realmente no parece para nada diferente de los televisores de  gran pantalla disponibles en cualquier sala de exhibición de productos  electrónicos. Y los marcos digitales que parecen pinturas o fotografías  familiares no han sido noticia desde que Bill Gates planeó su casa soñada a  mediados de los años 90. 
		 
		  El  principal evento tecnológico de la casa es el sistema de Life/ware que integra  todos los controles ambientales, incluidos la iluminación, las persianas de las  ventajas, la música y las ventajas en los ubicuos marcos digitales. El sistema  puede ser operado desde una almohadilla sensible al tacto en la pared, pero  también puede leer y responder etiquetas de identificación de radio frecuencia,  o RFID, incorporadas en las camisetas de soccer amarillas que usan los Elias.  Todos los aspectos de una habitación se ajustarán a las preferencias  preprogramadas de un miembro de la familia cuando entre en ella. 
		 
		  Las  consolas de Life/ware compiten unas con otras de una habitación a otra,  enfrentando al Barry White de papá contra el Abba de mamá a pocos metros de  distancia. El sistema está basado en la idea de que las preferencias personales  de cada miembro de la familia son hostilmente diferentes y las habitaciones  deben reajustarse al llegar una nueva persona. Esto hace que las cosas se  sientan contenciosas, como si el consenso de una familia sobre qué debe estar  colgado en el comedor sea una idea ridícula. 
		 
		  En  un recorrido privado con Atkins pude experimentar la casa a través de los ojos  de Brian Elias, o más bien sus etiquetas de RFID, dos de las cuales portaba  Atkins.  
		  
		Brian es arquitecto, según la biografía de su personaje, de manera que  los muchos marcos digitales a nuestro alrededor cambiaron mientras nos  acercábamos, mostrando una selección de imágenes tranquilizadoramente  masculina: un bonito dibujo a tinta de la torre inclinada de Pisa; una vista de  Londres con la torre Gherkin de Norman Foster; las rampas dobles de hélice del  mismo arquitecto sobre el Reichstag en Berlín. 
		 
		  En  la cocina, sin embargo, la autoridad de papá se topó con sus límites. Lo que  inicialmente tomé como frentes falsos de gabinetes de imitación resultaron ser  puertas cerradas; las etiquetas de Elias autorizan sólo un acceso selectivo. Ha  pasado mucho tiempo desde que el involucramiento de un hombre en la cocina se  ha basado estrictamente en este aspecto excluyente. 
		 
		  La Casa   Soñada quizá sea un  lugar estresante en ocasiones, pero su versión del futuro es de hecho un tiempo  y lugar de relajación, incluso de indolencia. Los Elias dependen de  considerable asistencia de una computadora de cocina activada por la voz, por  ejemplo. Como todas las máquinas inteligentes de intención benevolente pero  ningún poder de toma de decisiones, es una mujer. “Lillian” (llamada así en  honor de la señora Disney) puede leer la etiqueta de RFID en una bolsa de  harina y sugerir recetas, o darse cuenta de cuando un ingrediente se ha agotado  y conectarse con una tienda en línea para ordenar más. Todo lo cual hace sus  vidas más fáciles, aunque no plantea la cuestión de si deben pegar estas  etiquetas RFID a todos sus abarrotes para obtener la ayuda de Lillian. (Eso  parece mucho más laborioso que escribir una lista de compras.) 
		 
		  En  la recámara de la hija adolescente de ficción de los Elias, el principal  atractivo es el Espejo Mágico. Usando mi propia camiseta de soccer de la  familia Elias, que actuaría como pantalla verde para proyecciones de imágenes  generadas por computadora, mi cuerpo fue delineado. Miré a través del cristal  del espejo de manera que una cámara pudiera escanear mi rostro y una  computadora pudiera analizarlo, refractando a mi semejante en un calado similar  a la Torre Eiffel  de planos y ángulos. Ahora yo, como la hija, podía probarme varios atuendos en  una forma virtual. 
		 
		  El  espejo me ofreció opciones de peinados, accesorios, prendas. Aun cuando este  Espejo Mágico particular recorra un camino antes de que la adolescente promedio  del futuro la encuentre útil, hay algo penoso en una tecnología diseñada para  proteger a una adolescente del problema y el tedio de probarse ropa. 
		 
		  La  sensación de la Casa   Soñada es de una vivienda de 2004, antes de la crisis de las  hipotecas de riesgo y el barril de petróleo en 140 dólares. Es un mausoleo  exurbano, que representa el tipo de casa que puede ser accesible sólo a través  de un auto cada vez menos asequible. 
		 
		  Los  cuidadores de la Casa   Soñada no parecen reconocer que estamos parados sin aliento  en el borde de un nuevo momento cultural. Después de años de esperanzas  falsamente elevadas y sin fundamento, ahora uno se siente como si fuera una  criatura del bosque animada que enfrenta el mañana con los ojos bien abiertos. 
		  
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