De repente todo se sacudió: Ivonne Caballero


Víctima del sismo de 1999 narra lo que ocurrió en el Palacio Municipal


“Yo lloraba desesperadamente, no reconocía a nadie”. Vinieron a la mente sus recuerdos sobre aquel suceso que marcó su vida


Yonadab Cabrera Cruz

 

Sentada en el Italian Coffee que está enfrente del puesto de periódicos de doña Mago, risueña, alegre y con buen sentido de humor, Ivonne Caballero narró su experiencia en el terremoto del 15 de junio de 1999, señalando una y otra vez hacia el Palacio Municipal. Vinieron a su mente los recuerdos sobre aquel suceso que marcó su vida.


Ella trabajaba en la dirección de Comunicación Social, cuando Mario Marín era alcalde de Puebla. Sus oficinas eran las últimas y estaban en el tercer piso, donde actualmente se localiza el salón de Protocolos: “todos en el ayuntamiento le llamaban a nuestras oficinas el palomar, porque estaban en el techo. Entonces recuerdo que estaba junto con Ismael Bermejo e Isaac Mendoza ordenando unos papeles, ya casi nos íbamos a comer cuando empezó todo.”


Mientras señalaba al Palacio Municipal con su dedo índice, Ivonne contó que empezó a temblar, pero todos ignoraron el movimiento telúrico, incluso Isaac Mendoza pidió a sus compañeros que no se alarmaran pues pronto pasaría el peligro.
“Yo muy calmada les dije que estaba temblando, pero Isaac respondió que no pasaba nada que solo era un temblor de menor intensidad, pero de repente nos empezó a sacudir más y más y las estructuras se cayeron, fue cuando decidimos abandonar nuestra oficina.”


Cuando salieron se observaba cómo el terremoto sacudía a un hombre que se encontraba cambiando un domo, y solo alcanzó a gritarle que tuviera cuidado, después hubo un momento en el que no supo que pasó, solo sintió un golpe en la cabeza.


“Imagínate qué chistoso, yo le estoy gritando que se cuidara cuando de pronto a mí me golpea una piedra, nunca vi cómo se bajó el chico, solo recuerdo que nos amontonamos como 8 personas en un cuadro como de metro y medio, porque el resto del techo se colapsó.”


Ivonne adjudicó el derrumbe del techo del Palacio Municipal a la lona que cubría el patio y toda la parte del edificio que se encontraba al aire libre, y muy despreocupada dijo que esta lona jaló y jaló todo el techo, es decir, que se lo llevó por su propio peso.


“Fue impresionante ver cómo la lona empezó a resquebrajar el techo, cómo le estaba ganando el peso al techo, es como cuando vas a una alberca y está tapada por una lona, esa impresión daba, sobretodo por la forma en que se movía.”


Nadie se movió, todos permanecieron en calma, fueron  los segundos más largos en la vida de Ivonne, y cuando sintió que el peligro pasó, volteó a ver a Ismael Bermejo, al que le dijo que estaba herido, pues tenía sangre por todos lados: “pero en realidad quien estaba herida era yo. Le manché la camisa a Ismael con mi sangre, yo nunca había sufrido de una descalabrada, ni nada así, ni una caída, ¡soy muy miedosa!, y de pronto me toqué la cabeza, sentí mojado y tibio, cuando bajé mis manos me di cuenta que era yo quien sangraba, fue cuando me asusté.”


Ivonne recuerda que entró en una crisis nerviosa y empezó a llorar desesperadamente, intentó caminar pero no pudo, por lo que salió en brazos de Ismael Bermejo y, paradójicamente, del chavo al que le dijo que tuviera cuidado. Sin saber más, sin reconocer a  nadie, sin escuchar lo que le decían, Ivonne llegó a la ambulancia donde la atenderían.


“Yo lloraba desesperadamente, no reconocía a nadie, incluso mi amigo Rafael Durán me tomó fotografías y nunca me percaté, es más, él estaba lleno de adrenalina y tampoco se dio cuenta que me había fotografiado hasta que las reveló. Luego la ambulancia no servía y la tuvieron que empujar, me trasladaron al Issstep.”


—¿Cuál fue el momento más crucial de esta experiencia, cuándo fue que mediste la magnitud de lo que te había pasado?
—En el hospital, estaba solita mientras veía cómo atendían a una mujer de la tercera edad, la cual falleció. Yo me sentí muy sola, como nunca antes, y empecé a sentir mucho miedo.
—¿Dónde estaba tu familia?
—Mi mamá se enteró por la radio que se había caído el Palacio Municipal, y dieron los nombres de los que se encontraban heridos, entre ellos me encontraba yo. Mi mamá le habló a uno de mis tíos que vive en el centro y él fue a preguntar por mí. Le dijeron que me habían trasladado a la Cruz Roja e iniciaron un vía crucis para encontrarme, como media hora, el mismo tiempo que estuve sola.
—¿Cuál fue la impresión que se llevó tu mamá?
—Mi mama es doctora, entonces solo dijo que me quería llevar a mi casa, que no había problema. Ella me iba a dar los cuidados que requería, y pues le dijeron lo que tenía en cuestiones muy médicas.
—¿Entonces no se impresionó, no se espantó, no le dio miedo?
—No en ese instante, fue como revisar a un paciente. Pero un día, después de tres meses del temblor, llegó llorando y me abrazó, me besó, me acarició y me pidió disculpas. Yo todavía le pregunté qué le pasaba, y ella me enseñó una revista donde publicaron una de las fotografías que Rafa Durán me tomó. En la cual aparezco toda llena de sangre, llena de polvo, y en brazos de Ismael Bermejo y del chico que estaba cambiando el domo. Fue cuando mi mamá comprendió el riesgo que corrí y que estuve a punto de perder la vida.
—¿Qué experiencia de vida te dejó este suceso?
—Aprendí a vivir la vida, aprendí que no existen los proyectos de vida, porque el futuro es incierto, no sabes en qué momento te va a tocar. Entonces aprendí a vivir sin preocupaciones, sin interesarme por lo que venga en el futuro y solo vivir al máximo el presente

 


 
 
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