Es momento para el pragmatismo radical


Thomas L. Friedman / Ramala, Cisjordania


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Cuando yo reporteaba desde Israel a mediados de los años 80, el gran debate aquí era si la construcción de asentamientos de Israel en Cisjordania había pasado un punto de no retorno; un punto donde una retirada seria se volviera virtualmente imposible de imaginar. El interrogante a menudo era planteado así: “¿Faltan cinco minutos para la medianoche o son cinco minutos después de la medianoche?” Bueno, tras dar un pequeño recorrido en auto a través de parte de Cisjordania, como siempre hago cuando voy de visita, me asombra más que nunca que no son sólo cinco minutos después de la medianoche, sino que son cinco minutos después de la medianoche y toda una semana después.


Cisjordania hoy en día es una fea colcha de retazos conformada por altos muros, puestos de vigilancia israelíes, asentamientos judíos “legales” e “ilegales”, aldeas árabes, carreteras judías que sólo los colonos israelíes usan, carreteras y retenes árabes. Esta pesada y dura realidad en el terreno no va a ser revertida por ningún proceso de paz convencional. “La solución de dos estados está desapareciendo”, dijo Mansour Tahboub, editor del periódico cisjordano Al-Ayyam.


En realidad, estamos en un punto ahora en que lo único que pudiera funcionar es lo que yo llamaría un “pragmatismo radical”, un pragmatismo que sea tan radical y vigoroso como el extremismo que espera nulificar. Sin eso, me temo, Israel seguirá permanentemente embarazada con un estado palestino neonato en su vientre.


Por qué necesitamos una salida radical es obvio: El curso de normalidad en que están los israelíes y palestinos en este momento no tiene suficiente energía o autoridad para producir una solución. Con el ánimo del gobierno de George W. Bush, Israel y la Autoridad Palestina en Cisjordania están negociando un borrador de tratado de paz que supuestamente será puesto en espera, hasta que los palestinos tengan suficiente capacidad para llevarlo a la práctica. Yo dudo seriamente que las partes lleguen a acuerdo alguno, ya no digamos que tengan energía para ponerlo en práctica.


La escasez de energía palestino-israelí hoy en día es en tres niveles: Primero está el nivel de la esperanza y la confianza. Desde el rompimiento del acuerdo de Oslo, el romance ha desaparecido del proceso de paz. Los israelíes y palestinos me recuerdan a una pareja que, después de un cortejo tormentoso, finalmente se casa y un año después se engañan uno al otro: Los israelíes siguen construyendo asentamientos y los palestinos siguen generando odio. Cuando hay engaño y se tiene guerra después de la paz, la desconfianza se desvanece por un largo tiempo.


El déficit de confianza se agrava por el hecho de que después de Israel renunció a la Franja de Gaza en 2005, los palestinos, en vez de construir un Singapur ahí, construyeron una Somalia y se enfocaron no en cómo hacer microchips, sino en cómo producir cohetes para atacar a Israel.


La segunda escasez de energía proviene del hecho de que Israel, con el muro que ha erigido alrededor de Cisjordania, ha encerrado tan efectivamente a los atacantes suicidas palestinos que el público israelí justo ahora no tiene una sensación de urgencia, especialmente con la economía israelí en auge. La Cisjordania detrás del muro bien podría estar en Afganistán.


“Hoy en día, no se tiene el romanticismo del proceso de paz antes de que fracasara Oslo ni un desastre visible tocando a la puerta de la conciencia de Israel”, señaló el columnista de Haaretz Ari Shavit.


La tercera escasez de energía es el hecho de que el sistema político en Israel y entre los palestinos está tan dividido internamente que ninguno puede general la autoridad para tomar una gran decisión.


Sólo Estados Unidos puede superar este apagón diplomático ofreciendo algún pragmatismo radical, y la lógica debería ser ésta: Si el presidente palestino Mahmoud Abbas no recibe el control sobre al menos parte de Cisjordania pronto, no tendrá autoridad para firmar ningún borrador de tratado de paz con Israel. Estará totalmente desacreditado.


Pero Israel no puede ceder el control sobre ninguna parte de Cisjordania sin tener la seguridad de que alguien creíble está a cargo. Cohetes procedentes del territorio de Gaza caen en la remota localidad israelí de Sderot. Cohetes procedentes de Cisjordania pudieran caer, y cerca, en el aeropuerto internacional de Israel. Ese es un riesgo intolerable. Israel ha llegado a empezar a ceder el control sobre al menos parte de Cisjordania pero en una forma que no exponga al estado judío al cierre de su aeropuerto.


El pragmatismo radical diría que la única forma de equilibrar la necesidad de los palestinos de soberanía ahora con la necesidad de Israel de una retirada ahora, pero sin crear un vacío de seguridad, es incorporar a una tercera parte de fiar -- Jordania -- para que ayude a los palestinos a controlar cualquier territorio jordano que les sea cedido. Jordania no quiere gobernar a los palestinos, pero, también, tiene un interés vital en no ver caer a Cisjordania bajo el régimen de Hamas.


Sin un nuevo enfoque pragmático radical —uno que haga salir a Israel de Cisjordania y haga a los palestinos tener control y soberanía real, pero que también aborde la profunda desconfianza incorporando a Jordania como socio palestino—, ningún borrador de tratado estará muerto al llegar.

 

 


 
 
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