Partes de España se vuelven desiertos


Elisabeth Rosenthal /Fortuna, España


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Frondosos campos de lechuga e invernaderos de jitomates flanquean las carreteras. Desarrollos de lujosas casas de descanso color pastel atraen a compradores de Gran Bretaña y Alemania. Campos de golf —docenas de ellos, todos construidos recientemente —dan paso a la playa. Al fin, este rincón del sudeste de España está prosperando.


Sólo hay un problema con la imagen de prosperidad: Esta provincia, Murcia, se está quedando sin agua. Acuciados por el calentamiento global y un desarrollo mal planeado, extensiones del sureste de España están convirtiéndose constantemente en desierto.


Murcia, tradicionalmente una mala región agrícola, ha emprendido un auge de construcción de sitios de descanso en los últimos años, aun cuando muchos de sus agricultores han cambiado a cultivos más sedientos, alentados por planes de transferencia de agua, los cuales se han vuelto cada vez más insostenibles. La combinación ha ejercido nuevas presiones sobre el suelo y su menguante suministro de agua.


Este año, los agricultores están combatiendo a los desarrolladores por los derechos de agua. Están peleando unos con otros por quién recibe agua para sus cultivos. Y en un signo de su creciente desesperación, están comprando y vendiendo agua como oro en un floreciente mercado negro, principalmente de pozos ilegales.


El sur de España desde hace tiempo ha estado plagado por una sequía cíclica, pero la crisis actual, dicen científicos, probablemente refleja un cambio climático más permanente provocado por el calentamiento global. Y es un presagio de un nuevo tipo de conflicto.


Las batallas de ayer se libraban por la tierra. Las del presente se centran en el petróleo. Pero parece probable que las del futuro —un futuro hecho más caliente y más seco por el cambio climático en gran parte del mundo— se enfoquen en el agua, dicen.


“El agua será el tema ambiental este año; el problema es urgente e inmediato”, dijo Bárbara Helferrich, portavoz del Directorio Ambiental de la Unión Europea. “Si ya se tiene escasez de agua en primavera, se sabe que va a ser un verano realmente malo”.


El cambio climático significa que los desiertos cada vez más extensos podrían eventualmente desplazar a 135 millones de personas de sus tierras, estima Naciones Unidas. La mayoría de ellas están en el mundo en desarrollo. Pero el sur de Europa está experimentando el problema ahora, con su clima secándose al punto de que se está volviendo más parecido al de África, dicen científicos.


Para Murcia, la crisis del agua ya ha llegado. Y su arribo se ha visto acelerado por los desarrolladores y agricultores que han labrado para plantas sedientas de agua que resultan poco adecuadas para un clima más seco y más cálido: cultivos como la lechuga que necesita amplia irrigación, sitios de descanso que prometen una piscina en el patio, hectáreas de campos de golf recién sembrados que absorben millones de litros diarios.


“Estoy bajo creciente presión de los agricultores y también de los desarrolladores para liberar agua”, dijo Antonio Pérez Gracia, el administrador del agua para Fortuna. Se lamentó del hecho de que sólo pudiera proporcionar a cada dueño de propiedad el 30 por ciento de su asignación de agua determinada por el gobierno.


“No estoy seguro de que vamos a hacer este verano”, añadió, señalando que la reserva acuífera estaba bajando tan rápidamente que las bombas pronto no llegarían a ella. “Estoy bajo mucha presión para liberar agua, de parte de los agricultores y también de los desarrolladores. Pueden quejarse todo lo que quieran, pero si no hay más agua, no hay más agua”.


Rubén Vives, un agricultor que depende de la generosidad de Pérez Gracia, dijo que no podía permitirse los actuales precios del agua en el mercado negro. “Este año, mi modo de vida está en peligro”, dijo Vives, que ha cultivado cosechas de bajo consumo de agua como limones aquí durante casi dos décadas.


Los cientos de miles de pozos —la mayoría de ellos ilegales— que en el pasado han proporcionado un alivio temporal de la sed han agotado el agua subterránea hasta un punto sin retorno. El agua del norte de España que alguna vez era transferida aquí también ha disminuido a un goteo, conforme las más húmedas provincias del norte se están secando también.


La lucha por el agua ha desencadenado escándalos. Funcionarios locales están en prisión por recibir pagos para conceder permisos de construcción en lugares donde no hay el agua adecuada. Chema Gil, un periodista que expuso esa confabulación, ha recibido amenazas de muerte.


“El modelo de Murcia es completamente insostenible”, dijo Gil. “Consumimos dos y media veces más agua de lo que el sistema puede recuperar. Así que ¿dónde conseguirla? ¿Importarla de otras partes? ¿Secar el manto acuífero? Con el cambio climático nos estamos encaminando a un callejón sin salida. Toda el agua que estamos usando para regar la lechuga y los campos de golf se necesitará para beber”.


Enfrentada a una crisis nacional, España se ha convertido en algo así como un laboratorio a fuerza, patrocinando una conferencia europea sobre asuntos acuíferos este verano y anunciando un plan de acción nacional para combatir la desertificación. Ese plan incluye cambiar a métodos más eficientes de irrigación, así como un programa extenso de plantas de desalinización para proporcionar el agua fresca que la naturaleza no ofrece.


El Ministerio de Medio Ambiente español estima que un tercio del país está en riesgo de convertirse en desierto por una combinación de cambio climático y mal uso de la tierra.


Sin embargo, funcionarios nacionales se ponen tensos inconscientemente cuando se les pregunta sobre la “africanización” del clima de España, un término ahora común entre los científicos.


“Estamos en muchas mejores condiciones que África, pero dentro de la UE nuestra situación es grave”, dijo Antonio Serrano Rodríguez, secretario general para la tierra y la biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente de España.


Sin embargo, Serrano y otros reconocen los amplios contornos del problema. "Habrá lugares que ya no se podrán cultivar, que eran marginales y ahora son inservibles", dijo Serrano. “Tenemos partes del país que están cerca del límite”.


Aunque el sur de España siempre ha sido seco y ha estado plagado por sequías cíclicas, la temperatura promedio en la superficie en España ha aumentado 1.5 grados centígrados desde 1880, muestran registros.


Se prevé que la precipitación pluvial aquí caerá 20 por ciento de este año a 2020, y 40 por ciento para 2070, según proyecciones de la ONU.


Los cambios en la granja de la familia Almarcha en Albanilla en las últimas tres décadas son un testimonio de ese clima más caliente y más seco aquí. Hasta hace dos décadas, la granja cultivaba trigo y cebada, regados sólo por lluvia. Conforme la precipitación pluvial descendió, Carlo Almarcha, de 51 años, cambio al cultivo de almendras.


Hace unos 10 años, abandonó las almendras y cambió a duraznos y peras orgánicos, “ya que necesitan menos agua”, explicó. Recientemente se dedicó a aceitunas e higos, “que resisten la sequía y son menos sensibles al clima”.


Almarcha participa en un sistema de intercambio de agua del gobierno, iniciado el año pasado, en el cual los agricultores pagan tres veces más el precio normal —33 centavos en vez de 12 por metro cúbico— para recibir agua extra. La tarifa del mercado negro es aún más alta. Sin embargo, su perspectiva es sombría.


“Antes sabíamos que para esta semana de la primavera estaría lloviendo”, dijo, de pie con sus botas de trabajo sobre un suelo agrietado de un huerto de olivos que alguna vez fue un campo de trigo. “Ahora nunca se sabe cuándo o si llegarán las lluvias. Además, ya no hay invierno y las plantas necesitan frío para descansar. Por ello hay menos crecimiento. En ocasiones ninguno. Incluso las plantas parecen confundidas”.


Aunque Almarcha se ha trasladado gradualmente hacia cultivos menos sedientos, los planes de transferencia de agua previos del gobierno han movido a muchos agricultores en la dirección opuesta. Los agricultores han pasado a producir una amplia gama de frutas y verduras sedientas de agua que nunca se habían cultivado en el sur. Murcia es conocida tradicionalmente por los higos y las palmeras de dátiles.


“No se pueden cultivar fresas naturalmente en Huelva; es demasiado cálido”, dijo Raquel Monton, una especialista en clima de Greenpeace en Madrid, refiriéndose a la cercana capital de las fresas en España. “En Sarragosa, que es un desierto, cultivamos maíz, el cultivo más sediento de agua. Es una locura. Lo único que sería más insensato es poner casinos y campos de golf”. Los cuales, por supuesto, tiene Murcia.


En 2001, una nueva ley sobre uso de la tierra en Murcia hizo mucho más fácil que los residentes vendieran la tierra para el desarrollo de sitios de descanso. Aunque el sur de España había elaborado hace tiempo sistemas para el manejo de su agua relativamente escasa, hoy todos, al parecer, han encontrado formas de eludirlos.


El pasto en los campos de golf o las villas circundantes en ocasiones es etiquetado como “cultivo”, haciendo a los dueños elegibles para agua que no sería asignada para mantener espacios verdes de ocio. Los inversionistas extranjeros plantan unos cuantos árboles y llaman a sus casas de vacaciones “granjas” para ser elegibles para el agua de irrigación, dijo Pérez Gracia.


Con tanto dinero por sacar, los funcionarios dejan de lado las leyes y políticas que pudieran alentar el desarrollo sustentable, dijo Gil, el periodista. Al principio, él fue vilipendiado en la comunidad cuando escribió artículos críticos de los desarrollos inmobiliarios. Recientemente, conforme las personas están descubriendo que el agua se está agotando, la actitud está cambiando.

 

Pero aún así, la gente y los políticos tienden a considerar el agua como un recurso ilimitado. “Los políticos piensan en bloques de cuatro años, así que está bien en tanto no se agote bajo su supervisión”, dijo Monton de Greenpeace. “La gente piensa en ello, pero realmente no piensa en lo que sucederá mañana. No les preocupa hasta que abren el grifo y no fluye nada”.

 


 
 
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