Psicosis colectiva desata zafarrancho en Lara Grajales


Supuesta complicidad entre un grupo de polleros y policías municipales originaron el caos


Todo empezó cuando los cuerpos de seguridad intentaron trasladar a Puebla capital a un grupo de 32 inmigrantes que habían sido secuestrados


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Edmundo Velázquez / Enviado / Lara Grajales

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La supuesta complicidad entre un grupo de polleros y policías municipales en Lara Grajales provocó un enfrentamiento entre pobladores y la Policía Estatal Preventiva, luego de que los cuerpos de seguridad intentaron trasladar a Puebla capital a un grupo de 32 los inmigrantes que habían sido secuestrados por cuatro días en una casa ubicada a tres calles de la Presidencia Municipal de la población.


El enfrentamiento culminó con el escape de los indocumentados, la quema de una patrulla y dos motocicletas de la Policía Municipal de Lara Grajales así como la petición de que sea destituido el presidente municipal Juan Torres Altamirano, por la negligencia en materia de seguridad.


Hasta el cierre de la edición alrededor de ocho policías estatales se mantenían atrincherados en una oficina de la comandancia de la Policía Municipal de Lara Grajales mientras ardían sus unidades en el zócalo de la localidad.


La trifulca inició después de que al mediodía del domingo, vecinos de la calle 4 Oriente vieron cómo hombres y mujeres semidesnudos salían de la casa marcada con el número 7.


Por la parte trasera y la puerta delantera del inmueble salieron desesperadas las personas, en su mayoría provenientes de El Salvador, Honduras y Nicaragua, quienes llevaban varios días encerrados.


Al interior de la casa se encontraban cuatro personas detenidas por los propios indocumentados. Dos hombres y dos mujeres que decían ser Zetas, sicarios del Cártel del Golfo, para amedrentar a sus secuestrados, sin embargo pertenecían a una banda de polleros que usaba el inmueble como casa de seguridad. Los cuatro detenidos fueron identificados como Tomás del Ángel Muñoz Hernández, de 21 años; Carlos Alvarado Espinosa, de 24 años; María Cristina Galván Alavís y Jacqueline López, ambas de 18 años de edad. Los cuatro sujetos habían sido detenidos por los propios inmigrantes, quienes aseguraron que en la banda también operaban policías municipales de Lara Grajales.


Los pobladores apoyaron a los indocumentados, quienes aseguraron que en la casa hubo al menos 60 personas. Los cuatro presuntos polleros fueron llevados a la comandancia de la Policía Municipal y a los inmigrantes se les pidió que aguardaran en la dirección de Seguridad Pública y Vialidad, hasta donde llegó Eleazar Arenas, el agente del Ministerio Público adscrito a la zona para levantar la constancia de hechos.


Una camioneta de sonido comenzó a llamar a los habitantes de Lara Grajales para que se congregaran en la plaza central de la población, mientras que a los indocumentados se les comenzó a tomar sus datos, nombre, edad y procedencia.


De acuerdo a los testimonios de varios indocumentados, en la casa hubo cinco mujeres que también se encontraban secuestradas de las que no se supo más. Algunos de ellos aseguraron que fueron violadas y quizá asesinadas.


Entre las versiones de los secuestrados también insistieron en que la banda se componía de ocho personas más, además de los cuatro detenidos y sus cómplices dentro de la Policía Municipal.


“Los policías municipales no agarraban cerca de las vías. Ahí nos detenían y nos llevaban a la casa. Ahí les daban cien dólares por cada uno de nosotros que les llevaran”, detalló Evis Casco, inmigrante originario de Honduras, quien también fue torturado por sus captores.


“Con un cuchillo me torturaron. Querían que les diera un número telefónico para que chantajearan a mi familia. Pero yo les decía que no tenía dinero, que no tenían en mi casa, que no les iba a dar el número y me torturaban más hasta que se los di, pero de poco les va a servir, mi familia es pobre”, aseguró Evis en entrevista.


Alrededor de 50 efectivos de la Policía Estatal se mantuvieron fuera de la dirección municipal de seguridad para evitar que la gente de Lara Grajales se amotinara, mientras tanto en el zócalo unas 300 personas comenzaban a reunirse después de escuchar al carro de sonido que les pedía congregarse en la plaza central.


Me pusieron el encendedor en la cara y amenazaron que si no dábamos el número de teléfono nos iban a cortar en pedazos. Yo no tengo familia, yo no pude decir nada, y como no dije nada me pusieron el encendedor en el pecho y me quemaron”, Daniel Badillo, de Nicaragua.

La trifulca


Alrededor de las siete y media de la noche la Procuraduría General de Justicia (PGJ) llevó un camión de pasajeros para comenzar a trasladar a los indocumentados a la central en la capital de Puebla. Los pobladores reunidos comenzaron a manifestarse en contra de que los deportaran.


“¡Ya sufrieron mucho! ¡Ya déjenlos ir! ¡Ya no les hagan daño! Mejor arresten a los policías, búsquenlos, andan entre nosotros”, gritó una mujer en la turba. Los policías estatales armados de toletes y escudos hicieron una valla para que los indocumentados subieran al camión, los ánimos comenzaron a caldearse.


“¡No se suban! ¡No se suban! ¡Los van a deportar!”, gritaban hombres, mujeres y niños a los inmigrantes, quienes confundidos se veían entre ellos. Cuando al menos 20 de los centroamericanos asegurados se encontraban ya en el camión, el vehículo arrancó la marcha. Y los pobladores comenzaron gritarles más fuerte: “¡Escapen! ¡Escapen!”


Algunos, entre ellos Evis Casco, no importándoles sus heridas comenzaron a salir por las ventanillas del autobús. Los policías estatales alcanzaron a la mayoría y los volvieron a asegurar ante los ojos de los vecinos del pueblo quienes comenzaron a tirar rocas contra la cabina del conductor.


Los inmigrantes bajaron del vehículo y se mantuvieron entre la valla de policías sin saber qué hacer. El conductor del vehículo con placas IMHZ48 comenzó a echarse de reversa y los pobladores comenzaron a perseguirlo mientras seguían tirándole rocas. Los uniformados respondieron con una granada de gas que provocó la ira de los habitantes quienes persiguieron por más de tres cuadras el camión rompiéndole cristales y abollándolo con piedras.

 

El escape


Los centroamericanos permanecieron atónitos ante la muchedumbre que les decía: ¡Anden corran! ¡Escapen! ¡Váyanse!”, al tiempo que comenzaban a empujar a los uniformados para que los dejaran pasar. Los indocumentados uno a uno salieron por los huecos entre los policías mientras se caldeaban más los ánimos.


Cuando sólo quedaron policías, éstos arremetieron con más gas para abrirse el paso. Los pobladores se molestaron más y acorralaron a ocho de ellos frente a una escuela primaria para después dejarlos escapar.


Una célula más de la Policía Estatal se quedó atrincherada en la comandancia de la Policía Municipal, momento en que los habitantes siguieron arrojando rocas contra una patrulla y dos motocicletas e incluso contra una camioneta del Sistema DIF Municipal.


Alrededor de las ocho y media les prendieron fuego a los vehículos y comenzaron a decir proclamas contra el presidente municipal panista.


De acuerdo a otros testigos, por la puerta trasera de la comandancia los cuatro detenidos salieron con rumbo a Puebla. Hasta el momento la PGJ no ha confirmado su detención.


“¿Dónde está la autoridad? ¿Dónde está el presidente? Ese no manda aquí. Aquí manda el pueblo. El presidente ni está, aquí ni vive ni conoce. ¡Es de Cholula!”, comentaron los pobladores mientras veían arder los vehículos. De los inmigrantes no quedó rastro, todos escaparon tras la trifulca.


Hasta el cierre de la edición ni la Secretaría de Gobernación estatal, ni la Presidencia Municipal de Lara Grajales, ni la PGJ, habían emitido información oficial de los hechos.

 

 

 

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