Crónica entre el pabilo y el patíbulo


Segunda parte


Jesús A. Castañeda

 

 

Aquí también, otro recordatorio. Un verdadero periodista, aunque prácticamente sin recursos (empezando por la ausencia del camarógrafo), entrevista a marchistas. Es de CNI, pero no de Proyecto Cuarenta. También lacónico, dice: “Tv Azteca se robó canal 40”.

Interesante, ¿ya lo habían olvidado? Pues quién sabe, porque los “rateros de Tv Azteca” tienen mucho rating en una esquina. Bueno, no, no son rateros, son empleados de Ricardo Salinas Pliego. En una esquina, una mujer muy atractiva que pasa por periodista de investigación, y que no es Martita Figueroa, hace entrevistas. Nadie le presta atención a lo que dice: todo mundo le toma fotografías con su celular. ¿Salinas Pliego? Sí, el prestamista que le pidió prestado unos millones de dólares a Raúl Salinas de Gortari para comprar la televisora publica privatizada por el gobierno del hermano de éste, y que “sabe mucho de inseguridad”. En 1999 Ricardo Salinas Pliego pidió la renuncia de Cuauhtemoc Cárdenas como jefe de gobierno. ¿Por qué? Por el asesinato de “artista sublime”, “poeta” inclusive, que “nada tenía que ver con el narcotráfico”, Paco Stanley. ¿Lo habían olvidado? (Me refiero al Pacorro.)


Pasando Insurgentes, en el monumento a Cuauhtémoc, hay muchos aplausos que se regalan los marchistas, y como que están sacando energía de algún lugar. Mmh…De este lado, como en otras marchas históricas, los unos; en la otra, es decir, en el monumento, los otros. ¿Qué otros? Pues quienes portan una manta que dice: “Amor y Paz”, “Recuperemos el amor a México”. Y referencias a un águila que asciende. Mucha intensidad en sus voces. Y luego, en letra chiquita: “La fuerza está en los genes”. Se vale soñar, pero era demasiado: ¡resultaron místicos! Dejé a la fuerza genética a un lado, para encontrarme con las “fuerzas vivas”…


Carmen Salinas anda por aquí. Como es mucha la gente que la quiere ver o, quizá, sólo escuchar, no alcanzo a percibir gran cosa. Ella hace referencia, hasta donde escucho, a familiares víctimas de la inseguridad. En la entrevista que le hacen a la Jesusa Rodríguez de Francisco Labastida, Carmen Salinas, ésta se encuentra acompañada por Laura Zapata, la actriz secuestrada hace algunos años. Y bueno, al igual que Laura Elena Herrerón, Laura Zapata se partidizó en otro momento. Es interesante el patrón que se repite: son mujeres las que se prestan y/o son utilizadas en estos menesteres (y también en otros, ya verán). Aunque claro, una cosa es ser una mujer empoderada (como Elba Esther Gordillo con Salinas y Calderón, Marta Sahagún con Fox, y con López Obrador ¿quién?) y otra distinta es ser simplemente candidata a diputada perdedora, como lo fue la actriz de telenovelas. Laura Zapata recuperó su libertad, pero ¿los ciudadanos perdieron la oportunidad de tener en ella a una gran legisladora?


A partir del monumento a Colón, la nueva consigna recurrente es una imploración: “¡Queremos paz!” Pues mi traducción, en este preciso momento, es: quiero un baño. Los hay, el gobierno de Marcelo Ebrard los facilitó como en otras marchas históricas. Hay mucha fila para ingresar a los toilettes. En su mayoría quienes entraban iban de la clase media-media para arriba (es decir, clase media-media y media-alta… desconté a la clase media-jodida), porque eran los que más consumieron garnachas, líquidos y souvenirs (éstos no los ingirieron, hasta donde vi). Por supuesto, tardé más en entrar que en entrar-salir.


Y al salir, pueden dudarlo si quieren, el olor que había percibido era prácticamente el mismo que existió en estos mismos baños pero en otras marchas históricas. Sigo creyendo que esto sí tiene que ver con los genes.


“REGRÉSATE A TU CASA SI LO ÚNICO QUE HACES POR TU PAÍS ES MARCHAR CADA CUATRO AÑOS.” No es Juárez, pero sí se parece físicamente. Y sí es Juárez porque ya estamos en esta avenida. El señor que porta una hoja con la leyenda a la que hago referencia, de pie, está impasible.


Junto con él, una mujer. Parece que son los únicos sobrevivientes de los obradoristas-ebrardistas que estaban más temprano por estos rumbos, ¿los dejaron solos los “creativos”? Creo que ni los necesitan; el impasible sólo agrega escuetamente: “Esta frase dice mucho”. Sin embargo, a escasos metros, otros, no muchos, se molestan. El impasible no les dijo nada (sólo mostraba con naturalidad su mensaje), pero ellos se sintieron ofendidos por su sola presencia (con mensaje de por medio). Una de las clasemedieras (supongo que de la clase media-jodida) estuvo a punto de encarar al impasible: “Ay, no, míralo, pobre diablo. Creo que no vale la pena decirle nada”. Y alguien que podría ser su marido o hermano (no estoy pensando en el incesto, aunque es una realidad en todas las clases sociales; simplemente, no pregunté el parentesco), complementa: “Mírale la cara, de odio. Es un frustrado. Vámonos”.


Nos fuimos, cada quien por su lado, of course. Y lo dicho, censé pocas peticiones a favor de la pena de muerte. Casi cerca de Bellas Artes, una joya.


Resulta que otra señora, con un hijo como de unos seis o siete años, le comenta a una acompañante que otra señora estaba terca con aplicar la pena de muerte.


La mujer que va platicando, muy sensata, lanza un: “Ay, no, cómo se puede estar a favor de la pena de muerte”. Es una mujer civilizada, sin duda, tanto que hasta le pregunta a su hijo su opinión.


-Tú qué dices, Javiercito.
-¿De qué? -pregunta el niño.


-De la pena de muerte –y hasta le da la pista- ¿verdad que no deben matar a nadie, ni siquiera a los delincuentes?
-¡Sí, sí, que les disparen balazos en la cara! –y el niño hasta escenifica una escena de acción.
Es muy probable que Javiercito y sus amiguitos del colegio hayan tenido ayer un maratón de Nintendo
Estoy frente a Sears de Carlos Slim. ¿Un viaje espacio temporal? Sí, de ida y de regreso. Ojalá llegáramos al proceso de privatización de Telmex, prácticamente paralelo al de Imevisión (hoy Tv Azteca), en tiempos del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. No vamos a ser tan ambiciosos (como Slim y Salinas Pliego), sólo unos minutos, ni siquiera dos horas.


Antes de las ocho de la noche pasé en dirección al Zócalo enfrente de Sears. No vi nada extraordinario, pero alrededor de las nueve y media de la noche, ya de regreso, algo hace aún más a esta marcha histórica. Unos hombres de traje nos las repartían. No eran guaruras de algún político, sino gerentes. Gerentes pero no de Palacio Nacional ni del Palacio de Hierro: eran gerentes de Sears, que salieron a repartir volantes no con un contenido político, sino comercial…

 


(Continuará)

 

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