En lo profundo de la piel: alguien ajeno busca la fragancia


Natasha Singer / Nueva York


Notas Relevantes

Una casa londinense para escandalizar a los vecinos

Notas Anteriores

Cuando una importante compañía de belleza o moda quiere crear una fragancia exitosa, quizá destine entre 10 y 20 millones de dólares a gastos: contratar a un maestro perfumista que produzca varias docenas de variaciones de un aroma; probar las iteraciones en grupos de enfoque; inventar un relato exótico de respaldo para la prensa; introducir la fragancia con una saturación de publicidad y mercadotecnia, y colocarla en anaqueles en 2 mil tiendas en todo Estados Unidos.


Jessica Dunne, de 32 años, gastó 100 mil dólares de sus propios ahorros duramente reunidos en los últimos tres años para desarrollar Ellie, su primer perfume. En junio presentó su segunda fragancia.


Dunne, que vive en Chicago con su esposa y su hijita, no tenía conexiones con la industria de la belleza cuando empezó su búsqueda en 2005 para crear un perfume en honor de su abuela Eleanor.


Pero tuvo determinación y un sueño.


Buscó a Michel Roudnitska, un perfumista que vive en Francia, para que fuera su colaborador. Su familia en su ciudad natal de Villanova, Pensilvania, sirvió como grupo de enfoque. Una amiga se ofreció como voluntaria para atar a mano el moño de listón de popotillo que decora cada paquete. Luego Dunne llamó a Claudia Lucas, la compradora de perfumes en Henri Bendel en Manhattan, y le preguntó si podía enviarle una muestra del perfume.


Bendel es famosa en la industria de la moda por su acto semianual llamado Open See, en el cual diseñadores de moda desconocidos presentan sus prendas. Lucas ocasionalmente extiende una invitación similar a potenciales perfumistas. Compró Ellie.


La semana pasada en una entrevista en la tienda, Lucas recordó que inmediatamente le gustó la fragancia, un pintoresco aroma fuertemente floral basado en azucenas. Pero la compradora también tuvo la corazonada de que sus clientes responderían a la historia de la marca: un relato auténticamente dulce de una joven que soñaba con crear una fragancia basada en sus recuerdos olfatorios de los perfumes usados por su abuela.


"Una marca es siempre una historia bien contada", dijo Lucas, vicepresidenta y gerente de comercialización general para artículos de belleza de Bendel, mientras daba a un reportero un recorrido por la barra de perfumes de la boutique. En la compañía de fragancias nicho más establecidas como Annick Goutal y L'Artisan Parfumeur, el frasco delgado de vidrio que contiene Ellie destacaba como una persona modestamente vestida en una gala de etiqueta.


En realidad, incluso entre esas fragancias enrarecidas, el advenimiento de una casa de fragancias compuesta por una sola mujer que ya ha vendido varios cientos de botellas de 180 dólares de perfume es una historia de éxito improbable. La trayectoria de Dunne desde Villanova hasta los anaqueles de uno de los mostradores de perfumes más exigentes de Estados Unidos es un relato de valor, suerte, recomendación oral y exquisita oportunidad.


Fortuitamente para Ellie, aprovechó dos tendencias de belleza recientes: las consumidoras que buscan productos nicho que sus amigas no tienen; y nostalgia aromática, el equivalente en fragancias a las comidas de consuelo.


"Las mujeres están gravitando hacia las fragancias que tienen una sensación de nostalgia, que tienen un poco más de consuelo", dijo Karen Grant, analista de belleza en el NPD Group, una firma de investigación de mercado que da seguimiento a las ventas de cosméticos. "En épocas inestables, la gente regresa a las cosas que son más familiares".
Dunne, una rubia delgada con porte de bailarina, se reunió con un reportero la semana pasada para relatar la historia de Ellie. Sentada en una banca blanca de piel en la barra de chocolates del tercer piso de Bendel, dijo que su interés en las fragancias se originó en su niñez.


Cuando las otras niñas del barrio ponían puestos de limonada, Dunne vendía perfumes hechos en casa con madreselva, bayas y otras flores machacadas, dijo. Y mientras otras coleccionaban muñecas, Dunne formaba una modesta colección de botellas de perfume antiguas.


De dentro de su monograbado bolsón Goyard, Dunne extrajo algunas de las diminutas botellas de su colección, cuidadosamente sacadas de envoltura de burbujas y las acomodó sobre una mesa: un cuarteto de perfumes Avon antiguos que incluía uno con el nombre Cotillion; un conjunto de diminutas botellas de vidrio veneciano soplado coleccionadas en un viaje universitario a Europa.


"Mis primeros recuerdos son de estar sentada en una cama viendo a mi madre vestirse", dijo Dunne. Especialmente le gustaba como su madre usaba el tapón del perfume para ponerse la fragancia detrás de las orejas y en las muñecas.
Dunne tuvo una primera carrera itinerante: trabajando como asistente de ventas en una oficina de Credit Suisse First Boston, haciendo trabajo de graduada en historia del arte y administrando una galería de arte en Manhattan que había estado en la misma familia durante cuatro generaciones. Ese tipo de propiedad familiar independiente la inspiró para empezar a pensar en su propio proyecto.


Resolvió crear un perfume, una fragancia suave que le recordara el tocador de su abuela, cargado de botellas de Joy, Shalimar y Chanel No. 5.


Primero, Dunne se educó en fragancias oliendo todos los perfumes en las tiendas departamentales.


Luego se metió de lleno en www.art-et-parfum.com, el sitio web de Roudnitska, un perfumista que dirige un laboratorio de fragancias en las vertiginosas colinas de Cabris, una aldea francesa cerca de Grasse, la capital del perfume en el mundo. Éste es el mismo laboratorio en el cual el padre de Roudnitska, el maestro perfumista Edmond Roudnitska, produjo algunos de los grandiosos clásicos de Dior del siglo XX, incluidos Diorissimo y Eau Savage. Su hijo diseñó una fragancia para Frédéric Malle, el empresario perfumista francés.


Dunne envió un mensaje de correo electrónico a Roudnitska.


"Escribí: 'Hola, soy una joven en Nueva York. No tengo antecedentes en fragancias, pero tengo una idea"', dijo Dunne.


Roudnitska, que recibe docenas de esas solicitudes anualmente, regularmente trata de disuadir a los aficionados con sueños de Dior. Los desalienta explicando el compromiso de tiempo requerido por esa colaboración, así como el costo, dijo el perfumista.


"Pero ella aceptó todas las condiciones que desalientan al 99 por ciento de los demás", dijo Roudnitska en una reciente entrevista telefónica. "Estaba decidida".


En agosto de 2005, Dunne viajó a Cabris, donde Roudnitska le presentó docenas de envases, cada uno conteniendo una nota sencilla, y la hizo olerlos, así como algunas fragancias parcialmente terminadas en las cuales él ya había trabajado. El perfumista, que prefiere las esencias con más especias en sus propias creaciones, dijo que fue un desafío para él encarnar la visión paradójica de Dunne: una fragancia a la vez intensa y recatada, limpia aunque floral.


A lo largo del siguiente año, Roudnitska envió a Dunne unas 40 variaciones de la fragancia, recordó ella. Algunas eran demasiado empalagosas, otras demasiado embriagadoras.


Para fines de 2006, después de que un extraño en un atestado tren subterráneo le dijo a Dunne que olía grandioso, ella y Roudnitska finalizaron la receta de Ellie.


Luego Dunne se abocó al empaque. Evitó un atomizador en favor de la antigua botella de cristal con tapón. Recorrió las tiendas de telas en busca de un listón de popotillo lo bastante delgado para deslizarse alrededor del cuello de la botella. Eligió gráficos simples para la botella y la caja de regalo, añadiendo diminutos puntitos para darle un detalle femenino.
El resultado es una interpretación modernista de los perfumes de la vieja escuela con una fina respetabilidad en ella. Si Ellie fuera un musical de Broadway, pudiera llamarse "Thoroughly Modern Grannie".


Ellie salió a la venta en Henri Bendel a principios de 2007, uno de 1,160 fragancias de prestigio disponibles en mostradores de belleza el año pasado, según NPD.


Bitácoras como aromascope.com y nowsmellthis.blogharbor.com le dieron críticas favorables; un puñado de tiendas como Studio at Fred Segal en Santa Monica empezaron a venderlo.


Hace dos meses, Dunne presentó su segunda fragancia, Ellie Nuit, también diseñada por Roudnitska. Más contemporánea que la original, es más terciopelo y menos blonda de encaje.


Aunque su producción inicial de 2 mil botellas de cada una de las dos fragancias aún no se agota, Ellie se ha convertido en el empleo de tiempo completo de Dunne. Pasa sus días buscando puestos de venta al menudeo adicionales y respondiendo personalmente todos los mensajes de correo electrónico enviados a www.elliedperfume.com.


"Lo convertí en un proyecto personal, y ahora está ahí en el mundo", dijo Dunne, mientras reempacaba sus miniaturas de perfumes antiguos y los metía en su bolso. "Es como inscribir a una hija en un concurso de belleza, ponerla ahí para que otra gente exprese si le gusta o no".

 

 

 

Copyright 2008 / Todos los derechos reservados para M.N Cambio /


 
 
Todos los Columnistas