Una casa londinense para escandalizar a los vecinos


Kathryn Harris / Nueva York


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Desde afuera, la casa de 1830 del director Roland Emmerich luce tan sobria como las de sus vecinos en el distrito Knightsbridge de Londres, cerca de Harrods y el museo Victoria y Alberto. Pero una vez que los visitantes ponen un pie en la sala de estar, donde una cebra disecada está yuxtapuesta a un mural de 7.6 metros de Mao, se dan cuenta de que han dejado atrás el conservador vecindario.


Emmerich, que es conocido por películas de gran presupuesto y llenas de espectáculo como 10,000 BC e Independence Day, compró la casa a fines de 2004 sin saber mucho sobre el área. Cuando sus amigos le dijeron que tenía una reputación de ser un poco aburrido, él instruyó a su diseñador, John Teall, de Flux Interiors, para hacer la casa "tan rara como fuera posible", dijo, de manera que "cuando los vecinos se asomen, quieran llamar a la policía o algo".


Emmerich había regresado recientemente de un viaje a Shanghai con una maleta llena de estatuas del presidente Mao, y pidió al diseñador que llenara la casa con objetos similares que reflejaran su predilección por el arte con sesgo político.


Después de hacer algunos cambios básicos a la casa de cinco pisos —pasar la cocina a la planta superior, añadir tragaluces y crear un atrio de vidrio de cinco metros de altura— Teall, que estudió diseño de interiores en el Colegio de Arte y Diseño Chelsea en Londres, se dispuso a seguir esas instrucciones.


Para los grandes murales que cubren toda la casa, contrató al pintor James Gemmill, que duplicó obras de arte del Louvre para The Da Vinci Code. Después de hablar con "fabricantes de muebles de alto precio que me dieron presupuestos exorbitantes y no captaron el humor de las piezas", dijo, comisionó a fabricantes de utilería cinematográfica fabricar otros objetos, incluida la estatua de cera de tamaño natural del papa Juan Pablo II y dioramas con escenas de acontecimientos famosos como el encuentro del actor Hugh Grant con una prostituta de Hollywood, y la tortura que tuvo lugar en la prisión de Abu Ghraib en Irak. "La gente puede pasar toda la noche discutiendo una película", dijo Teall, explicando lo que algunos considerarían una atención obsesiva al detalle. "Me gustó la idea de que una casa pudiera inspirar la misma" reacción.


Por su parte, Emmerich señaló que "la casa de Londres tiene una calidad muy amistosa". Añadió que "empezó como una especie de broma", pero "se ha vuelto interesante; John tiene un sentido del humor rebuscado".

 

 

 

 

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