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El debate de Puebla: entre Marín y Moreno Valle, ¿quién resultó peor gobernador?




Escrito por  Arturo Rueda
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Moreno Valle paga el costo de la impunidad que le otorgó, así como a su burbuja. Dejó vivir a su enemigo, quien ahora vuelve por su revancha. En el futuro, puede ser que el Góber Bala se arrepienta de no liquidar al Precioso cuando pudo, pero no quiso. Y ahora, aunque quiera, es seguro que no podrá, una vez que el ex gobernador poblano ha regresado con la venia de la Secretaría de Gobernación para operar políticamente

Más que una simple reaparición, lo de Mario Marín es una redención en el sentido estricto del término. Proscrito de la vida pública de la entidad en los últimos tres años y medio, emblema andante de la corrupción durante ese mismo tiempo, su condena social acaba cuando simultáneamente inicia el desprestigio de Moreno Valle. El Góber Precioso y el Góber Bala son vasos comunicantes: cuando a uno de ellos le va bien, es que al otro le va muy mal. Los tiempos en los que Marín, por unanimidad, era calificado como el peor gobernador de Puebla en la historia se terminaron. La competencia ya es abierta, pues el Góber Bala opta al premio con todo merecimiento. Cada quien sus culpas. Los críticos del priista podrán decir que metió a la cárcel a Lydia Cacho y saqueó el erario. Los críticos del panista podrán decir que mató a un niño y además saquea el bolsillo de los poblanos a través de fotomultas y tarifazos del agua.

 

 

Los priistas ya no se avergüenzan de Mario Marín y la ira social que concitaba se ha ido apagando en la medida en que el morenovallismo se desgasta. La promesa de abrir los ojos sirvió de poco: en casi nada, Puebla es mejor con Moreno Valle de lo que era Mario Marín. El ejercicio de poder desgastó el régimen que, en lugar de mejorar la posición de Puebla en los rankings nacionales, acabó empeorándola. Con el Precioso éramos la cuarta entidad más pobre del país; con el Bala somos la tercera. Misma medida para la corrupción: la alternancia nos hizo descender un peldaño, del cuarto al tercer lugar.

 

 

Con mucha justicia, los poblanos ya se preguntan si Moreno Valle en realidad es peor gobernador que Marín. Por supuesto, la sola comparación es una derrota contundente para el morenovallismo que ya ve venir una sanción social semejante a los que vivieron los marinistas a partir de 2010. Las grandes obras, el concreto hidráulico, Audi, la Ruedota, el teleférico, el Museo Barroco y tanta parafernalia no hizo de Puebla un estado mejor. Visto lo visto, Moreno Valle no lo hizo mejor que Mario Marín.

 

 

Moreno Valle paga el costo de la impunidad que le otorgó, así como a su burbuja. Dejó vivir a su enemigo, quien ahora vuelve por su revancha. En el futuro, puede ser que el Góber Bala se arrepienta de no liquidar al Precioso cuando pudo, pero no quiso. Y ahora, aunque quiera, es seguro que no podrá una vez que el ex gobernador poblano ha regresado con la venia de la Secretaría de Gobernación para operar políticamente. La garantía que le dio el gobierno federal es que recibirá el apoyo ante cualquier tipo de embestida del régimen. En los cálculos de Peña Nieto y Osorio Chong, nada mejor que un ex gobernador para servir de cuña ante otro gobernador

 

 

La culpa, por supuesto, es del Góber Bala quien, respetando pactos oscuros, evitó proceder en contra de la corrupción marinista. No hubo ajuste de cuentas con el pasado. Solamente lo hizo con Alfredo Arango —libre tras recibir una condena mínima— y Javier García Ramírez —a quien nunca pudieron capturar—. Pero no hubo más consecuencias. De hecho, algunos connotados marinistas pudieron trascender del marinismo al morenovallismo: el ejemplo más claro es del empresario y locutor deportivo José Hannan Budib, quien ensalzó a Moreno Valle en la Comida de la Libre Expresión y lo acompaña en cada partido del Puebla FC. De cómplice marinista a asesor deportivo del morenovallismo.

 

 

¿Qué hicimos mal los poblanos para tener primero a Marín y luego a Moreno Valle? ¿Qué castigo pagamos? ¿Es el tributo que pagamos por nuestra indolencia? Con la reaparición del ex gobernador, los priistas encuentran de nueva cuenta al patriarca que repudiaron tras la derrota de 2010. En el Consejo Político, ahí estaban todos los que se avergonzaron de él. Incluso los que fueron sus críticos, como Enrique Doger, le dieron muestras de respeto. La necesidad de combatir al enemigo común, Moreno Valle, ha provocado de nueva cuenta la ansiada unidad.

 

 

El ejército tricolor toma forma. Moreno Valle tiene ahora, de frente, un enemigo de cuidado. Alguien que conoce la geografía estatal, cuenta con mucho millones, un salvoconducto de Segob, e importantes alianzas para reactivar en el momento adecuado. Será la espada en la noche del gobierno federal.

 

 

Si Moreno Valle no ve la tormenta inminente es porque la soberbia lo ha dejado ciego.

 

 

 

 

 

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