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#NosDueleTehuacán, pero ¿qué hacemos con la pareja imperial de Los Mostros?




Escrito por  Arturo Rueda
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Las estadísticas de incidencia delictiva y desaparecidos, a lo largo de todo 2014, siempre señalaron que el segundo municipio en importancia de la entidad podría convertirse en un polvorín semejante a Iguala. Conforme a la Ley de Murphy, lo que podía salir mal, salió mal. ¿En verdad queremos desaparecer las policías municipales para que alcaldes como Ernestina Fernández puedan evadir su responsabilidad y cargarle el muertito al gobernador? Yo creo que es una locura

Más de setenta y dos horas después de la ejecución del empresario José Manuel Herrero Arandia y su esposa, ocurrida en las calles más céntricas de Tehuacán, ni la alcaldesa Ernestina Fernández ni su eminencia gris Álvaro Alatriste han dado la cara a una sociedad conmocionada por el artero homicidio de un hombre que era respetado y se ganó el cariño de muchos al frente del Club Rotario. El miedo, la indignación, se han expresado en las calles y en las redes, pero la pareja imperial de Tehuacán no escucha, ni tiene intención de hacerlo. Al mejor estilo del PRI, han decidido atrincherarse en su verdad: si el segundo municipio más importante del estado se ha sumido en el caos, no es su culpa, sino la de Moreno Valle que se niega a apoyarlos por diferencias partidistas.

 

 

Desde que en Tehuacán se desataron los demonios que las cifras de incidencia delictiva y desapariciones ya anunciaban, los Alatriste cancelaron todas las actividades que tenían agendadas. Cero apariciones públicas ni declaraciones mediáticas. Hay que aguantar metralla, como lo hicieron Peña Nieto y Osorio Chong en el caso Ayotzinapa: ya los tehuacaneros dejarán de quejarse y todo volverá a la normalidad. O la normalidad como la entienden “Los Mostros”: más crímenes, más inseguridad. Y ante todo, el orgullo de no pedirle apoyo a Moreno Valle.

 

 

El encierro a piedra y lodo de “Los Mostros” arrancó tan pronto se confirmó que se trataba de una ejecución, probablemente motivada por una vendetta de “derecho de piso”, extorsión, que criminales de Veracruz hicieron al empresario constructor, quien se negó a pagar. Ernestina Fernández suspendió incluso el encendido del árbol navideño en la explanada del palacio municipal. Domingo, lunes, martes, no se supo nada de ella. ¿Hasta cuándo durará el encierro?

 

 

Mientras, la metralla arrecia. Antes de que la ejecución lo alcanzara de alguna forma, Moreno Valle notificó a la secretaría de Gobernación, donde ya estaban en conocimiento de la negativa de la alcaldesa para coordinarse con el gobierno estatal en materia de seguridad y obras públicas. Por lo menos en tres ocasiones previas, y en eventos públicos, el gobernador ya había reclamado ante autoridades federales las negativas reiteradas para cooperar. Ahora, el asunto está en manos de Osorio Chong, pero Moreno Valle aprovecha para ejemplificar con Tehuacán la necesidad de aprobar el Mando Único.

 

 

Por supuesto que Tehuacán es un buen ejemplo para analizar una situación práctica de aquello que ocurrirá en caso de que prospere la iniciativa de Ley de Mando Único. Las consecuencias de despojar a los municipios de sus policías, para centralizarlas en un Cuerpo Estatal, de entrada, eximirían de responsabilidad a la pareja imperial Ernestina Fernández-Álvaro Alatriste. Luego de la ejecución o cualquier evento de inseguridad que conmocionara al municipio, inmediatamente reaccionarían echándole la culpa al gobernador o a su secretario de Seguridad. Los ciudadanos elegirían autoridades irresponsables que, de antemano, estarían facultadas para “echarles la bolita” a los gobernadores.

 

 

Con la Ley de Mando Único en la mano, Moreno Valle estaría facultado para designar al secretario de Seguridad Pública de Tehuacán. Sería, entonces, responsable de su actuación: al no haber sido designado por el alcalde, la cadena de mando lo llevaría a obedecer únicamente a su jefe directo, que en este caso sería Facundo Rosas. Y si tal coordinación parece difícil aun en los municipios emanados del mismo partido que el gobierno estatal, luce imposible con aquellos en los que provienen de una fuerza política diferente, como es Tehuacán.

 

 

Con la desaparición de las policías municipales, los alcaldes quedarían en las manos de los gobernadores, reforzando su poder caciquil. A los ayuntamientos emanados del mismo partido, o a los ediles que son sus amigos, les brindaría todo el apoyo, mientras que a los rivales los congelaría, los dotaría de menos elementos, patrullas y armamento. Los conflictos y diferendos serán pan de todos los días. Cuestión de multiplicar Tehuacán por otros 216 ayuntamientos. Si ya es caótica, la seguridad pública sería todavía peor.

 

 

Las estadísticas de incidencia delictiva y desaparecidos, a lo largo de todo 2014, siempre señalaron que el segundo municipio en importancia de la entidad podría convertirse en un polvorín semejante a Iguala. Conforme a la Ley de Murphy, lo que podía salir mal, salió mal. ¿En verdad queremos desaparecer las policías municipales para que alcaldes como Ernestina Fernández puedan evadir su responsabilidad y cargarle el muertito al gobernador? Yo creo que es una locura.

 

 

Pero en Tehuacán el problema no va a desaparecer. Herrero Arandia está muerto, junto con su esposa, y en la sociedad tehuacanera cunde la indignación y el miedo. Pero lo peor es que a Ernestina Fernández le quedan casi cuatro años de mandato. ¿Qué hacemos con la pareja imperial que desgobierna el segundo municipio más importante de Puebla?

 

 

 

 

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