Domingo, 05 de Mayo del 2024
Lunes, 02 Octubre 2017 21:52

Apoliticismo

Apoliticismo Escrito Por :   Silvino Vergara

“Para que un gobierno administre bien a un pueblo, es preciso que lo conozca, que tenga datos seguros sobre sus necesidades, sus hábitos dominantes, sus tendencias sociales, en una palabra, el carácter de la nación que gobierna”.Francisco Zarco


Después de tantas consecuencias lamentables respecto a los dos terremotos del mes de septiembre del 2017, es justo considerar una respuesta más contundente para contener estos sucesos naturales que pueden presentarse en cualquier momento. Los simulacros para salir de las edificaciones, la ayuda a los más afectados, el apoyo médico, psicológico e incluso económico son muestras del interés por tratar de aminorar estos lamentables hechos tanto por el Estado como por la ciudadanía; sin embargo, no son suficientes. Verdaderamente se necesita pensar más a futuro pues a sabiendas de que todos estos estragos se pueden volver a presentar, no será suficiente mejorar las normas y regulaciones de las construcciones ni tampoco hacer una revisión sobre las edificaciones actuales o reforzar los monumentos históricos o derrumbarlos, lo que se necesita es cambiar las políticas públicas y jurídicas del centralismo que se respira en México que se vive desde la época colonial, lo cual en gran parte, ha provocado el retraso de la nación. Sin embargo, aquí nos enfrentemos adicionalmente con el apoliticismo de todos nosotros, los ciudadanos de a pie.

 

El apoliticismo consiste en el desinterés de la política que actualmente es lo que prevalece en la población e incluso el propio Estado y los medios de comunicación masivos se encargan de fomentarla, por lo que es muy común que cualquiera sostenga que no sigue las noticias porque siempre son malas o que estar al tanto es solamente para ponerse triste o de malas. Respecto a ese apoliticismo, Norberto Bobbio opina que otra de las razones de este apoliticismo es la aversión de lo político atendiendo a lo técnico de la profesión o del empleo en que las personas se desempeñan y a que de las cosas políticas se conoce poco y que por ello se piensa poco en ello (Bobbio, Norberto, ‘Entre dos repúblicas’, Siglo XXI, 2002, México). En lo referente a pensar sobre política por parte de nosotros, la población, José Pablo Feionmann sentencia que “hay dos formas de impedir pensar al ser humano: una, obligarlo a trabajar sin descanso y otra obligarlo a divertirse sin interrupción” (Feinmann, José Pablo, “Filosofía política del poder mediático”, Planeta, Buenos Aires, 2013).

 

Si de estas catástrofes se pretende obtener alguna experiencia, no es solamente con procurar estar mejor preparados o capacitados, sino tratar de hacer algo más sobre lo que la naturaleza ha puesto en frente de nosotros y es evidente que se necesita desempolvar ese apoliticismo que llevamos todos y exigir la desconcentración de población de las ciudades, principalmente de la ahora denominada Ciudad de México pues no se ha reconocido en los medios por las autoridades que prácticamente es inhabitable, petición que no es simplemente parte de nuestros buenos propósitos, pues en términos jurídicos el sustento de todos los derechos fundamentales es el respeto a la dignidad humana, y resulta que está previsto en el propio artículo 1 de la Constitución, que consiste en tratar a todas las personas como un fin y nunca como un medio para justificar algo diverso al desarrollo y protección de los propios seres humanos.

 

Dignidad humana que, desde luego, se viola permanentemente con la gran mayoría de los habitantes de la Ciudad de México pues simplemente para trasladarse a sus centros de trabajo, escuelas y hogares requieren de horas, pero esto desafortunadamente se ha considerado tan habitual que ya dejó de ser, desde hace muchos años, algo preocupante. La inseguridad y la ausencia de servicios por exceso de habitantes, como es el caso de la insuficiencia del agua potable, los servicios de limpia, el abandono de muchas vías publicas respecto al alumbrado y pavimentación, son muestra de que por ese apoliticismo hemos permitido la concentración de personas en la Ciudad de México, y que no beneficia en nada, salvo a la centralización del poder.

 

Un ejemplo de esa centralización innecesaria es el caso del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, que conoce de las controversias que se presentan entre la administración pública y los particulares, y que por la necesidad de los tiempos ha tenido que establecer oficinas —denominadas salas especializadas— para resolver los casos que se le presentan. Resulta que dichas salas especializadas, en la mayoría de los casos, se encuentran ubicadas en la Ciudad de México, como sucede en los asuntos de propiedad industrial, derechos de autor, marcas y patentes, en donde todas las controversias de la república mexicana se resuelven única y exclusivamente en la Cuidad de México, lo cual ocasiona, en primer término, centralización. Adicionalmente, los justiciables de todo el territorio nacional deben trasladarse a esa ciudad, lo que ocasiona gastos exorbitantes, y esto únicamente para exigir justicia. Es evidente que la población debe removerse el apoliticismo y exigir una respuesta de fondo, que es la desconcentración de la Ciudad de México, que se debe iniciar desde la esfera jurídica si es que no deseamos contar más muertos y pérdidas económicas en el futuro, por lo que debemos sacudirnos del apoliticismo.

 

 

 

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