El viaje inminente a las estrellas se hacía presente en aquel festival, los grandes caballeros de la inteligencia incitaban a que el público ovacionara las teorías que harían de la evolución humana una realidad. Una realidad que se veía lejana hace apenas dos décadas y que hoy, gracias a la robotización, la tecnología y la I.A. se ve cristalizada.
Este fin de semana se celebró en Puebla el décimo Festival Internacional de Mentes Brillantes, el cual en teoría reúne a los genios más destacados del planeta y fomenta un espacio donde la ciencia es bandera de guerra para la evolución hacia el futuro. Sin embargo, el futuro que se propone en este tipo de festivales es desigual, al menos esa lectura es la que se da de inicio.
Un festival donde el Gobierno del Estado da una aportación de casi cuarenta millones de pesos, donde los boletos oscilan entre 12 mil a 50 mil pesos, donde los conferencistas son tratados como realeza y la seguridad es simplemente alucinante, es claro que un festival así no está dedicado para el ciudadano común que gana 4 mil pesos al mes.
Es un festival donde la civilización del espectáculo se hace muy presente. Vemos a empresarios, políticos y algún junior despistado entre los asistentes, algunos bostezan pues no saben a quién escuchan, otros más piensan en la fiesta de más tarde y otros más critican de forma preocupante a los demás por los trapos que llevan a cuestas. Y así es el festival, un culto a la vanidad. En este mismo festival se reúnen la mayoría de los esnobs intelectuales de nuestro tiempo, se hacen ver como las fuerzas intelectuales que le dan la sapiencia al mundo, pero que paradójicamente no tienen ningún acercamiento con los ciudadanos menos afortunados en campos económicos.
Acaso de todas las conferencias que hubo se salvan la de Helen Fisher y la de David Buss. Noam Chomsky siempre brillante en su campo, pero no aportando nada nuevo al debate de ideas.
En fin un escenario donde se pudo constatar que la intelectualidad contemporánea está llena de paja y mercadotecnia.
Sería maravilloso que el duque Andrés Roemer explicara las excentricidades de este festival y de igual forma nos esclareciera los casi cuarenta millones que aportó el Gobierno del Estado en esta edición.
Como aclaración debo reconocer que la gente que labora de manera voluntaria son personas comprometidas y que siempre hacen su trabajo como debe ser, a pesar de que el exceso, arrogancia intelectual y mezquindad de algunos ponentes sea excesiva.
La Ciudad de las Ideas, hasta estos momentos, es una ciudad del lujo justificada con academia.