A los amigos, Moreno Valle les dio el mismo trato que a los enemigos: espiarlos para conocer sus movimientos y grabarlos para usar sus voces en el momento adecuado. Carl Schmitt estaría orgulloso del ex gobernador poblano y su esbirro Eukid: todos los amigos son potenciales enemigos, por lo que de una vez hay que darles el trato de enemigos. En el juego de espías destapado ayer en el Senado por Fernando Manzanilla y Miguel Barbosa, sin embargo, hay de espiados a espiados.
Esta trama no es novedosa ya que el maestro del género John Le Carré en una de sus últimas novelas “Un traidor entre nosotros” dejó en claro que en el siglo XXI las traiciones tienen el color del dinero y no el de las ideologías. Y es que no es cosa común que un espía salga a la luz pública, se asuma a sí mismo como espía y lo haga para señalar la organización criminal en la que se convirtió la red de escuchas patrocinada con dinero público. Una red en la que nadie confiaba en nadie y todos acabaron espiándose entre ellos.
Como en las novelas de Le Carré, un hombre ordinario es arrojado a circunstancias extraordinarias. Rodolfo Raúl González Vázquez es el espía que se descubrió a sí mismo como espía. El ‘topo’ bueno que, asqueado por la criminalidad in crescendo de la organización operada por Castañón, se dedicó a recopilar pruebas para documentar las ilegales actividades del diputado federal y ahora las ha puesto a disposición de la PGR.
El espía bueno, escoltado por Manzanilla y Barbosa, abre un nuevo capítulo de debilidades en el morenovallismo de cara a su transmisión monárquica del poder, pero también evidencia la flaqueza interna del grupo: no hay lealtades, sino intereses. Y como no hay lealtades, nadie confía en el otro: Eukid espió a Moreno Valle, Moreno Valle a sus amigos del Gobierno federal, a los Gali, a Banck, los espías a Eukid y así ad nauseam.
No es lo mismo espiar, por ejemplo, a Enrique Núñez o a este tecleador, considerados enemigos del gobierno, que a Mario Alberto Mejía, fiel texto servidor del régimen a lo largo de todo el sexenio, primero en el periódico de Gerardo Islas y luego en el fundado por el propio Castañón.
En el primer caso, conocer la información del director de Intolerancia y de CAMBIO forma parte de aquello que los teóricos de la política denominan el Arcana Imperii, el secreto de Estado, todas acciones fuera de la legalidad que cualquiera que desee mantener el poder debe realizar. El Arcana Imperii es el corazón del mal en la política. ¿Pero cómo explicar el mismo trato a los aliados?
Mejía, por ejemplo, se echó al hombro los peores trabajos de justificar lo injustificable. Criminalizó a los habitantes de Chalchihuapan, culpó a Elia Tamayo por llevar a su hijo a una manifestación, y luego defendió la versión del cohetón como causa de la muerte del menor. Su servilismo fue premiado con la creación de 24 Horas Puebla, instrumento de presión a los aliados y desprestigio a los enemigos del que se ufana Eukid. Pero resulta que, en la lista presentada ayer en el Senado, aparece el quintacolumnista, espiado por su patrón.
Aplicado el razonamiento por analogía, Mejía aunque hoy sea su amigo a sueldo, mañana puede ser enemigo a sueldo. Por tanto, conviene grabar cuando habla de poesía, y cuando habla de otras cosas. Por ejemplo, sus negociaciones con cierto subsecretario federal en materia de obras... literarias.
Conocida la información de que también fue espiado y grabado, el quintacolumnista no tiene muchas opciones a cambio de que no le retiren el plato de comida diario, pues hasta que no llegue otro Eukid que le ponga un periódico, sus opciones son limitadas.
Pero hay de aliados a aliados. ¿Cómo tomará, por ejemplo, el gobernador Gali que él, su esposa y su hijo son los personajes más espiados de la lista entregada ayer por el ‘topo’ bueno? ¿O Jorge Aguilar Chedraui, que pese a su compromiso con el proyecto, junto a su mamá y su esposa? ¿Marcelo, Diódoro, Carrancá? ¿Qué tipo de lealtad puede existir en un equipo así?
Un escalón arriba del espionaje nos encontramos con Peña Nieto y los miembros del gabinete federal. Para grabar al presidente, a Osorio Chong, al secretario de Hacienda y a su supuesto amigo Meade se necesita, por partes iguales, una mezcla de osadía y pendejez. La osadía sin duda ha sido un elemento en la subida vertiginosa de Moreno Valle, pero también puede ser un punto débil a la hora de una bajada.
El propio presidente en el ojo del huracán por el uso del software Pegasus contra periodistas y activistas, afirmó que se sentía espiado, recibía mensajes extraños y era muy precavido al hablar por teléfono. Ahora ya tiene la respuesta: fue Eukid.
¿Cuáles serán las consecuencias?