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Lunes, 11 Diciembre 2017 02:54

Tras el berrinche morenovallista, el reacomodo en Puebla

Tras el berrinche morenovallista, el reacomodo en Puebla Escrito Por :   Arturo Rueda

El juego del ex gobernador con Morena está cancelado, pero con Anaya también a menos que acepte ser candidato de mayoría al Senado. Su único mejor movimiento es con Meade, sin embargo el tecnócrata está en tercer lugar y no se ve cómo pueda llegar al segundo pues los gobernadores del PAN cerraron filas con Anaya. La candidatura de mayoría al Senado bloquearía la de Martha Erika a la gubernatura, además de que las encuestas muestran una caída de la marca


El berrinche de Rafael Moreno Valle por el portazo a sus aspiraciones presidenciales es monumental, pero lo que en verdad debería preocuparle es el cómo ocurrió. No es  la derrota, si no el porqué de ella lo que lo ayudará a sobrellevar un trance que amenaza a todos sus flancos, incluido el apertrechamiento en el gobierno de Puebla: las brutales inversiones de dinero no dieron rendimientos en ningún partido y tampoco sus aliados en Los Pinos apostaron por él. Y eso pasó porque todos, amigos y enemigos le han colocado la misma etiqueta: no confiable, lo que para otros equivale a traidor.

 

Por supuesto que la traición es una de las armas fundamentales de la política. No hay ningún practicante de la real politik que no haya incurrido en ella y tampoco nadie que pueda aventar la primera piedra. Sin embargo, ésta sólo funciona como excepción y no como regla. Vaya: el problema de la traición es cuando se vuelve norma y no excepción.

 

Un problema añadido es la alharaca de la traición. Por definición y al transgredir las reglas del Arcana Imperii, clavar un cuchillo siempre será mejor hacerlo en secrecía, es decir, que se enteren los menos posibles. Por el contrario, el grupo morenovallista ha hecho de sus traiciones un festín para que todos se enteren. Que todos vean sus manos llenas de sangre.

 

Hacer un recuento sería interminable, pero el más reciente reúne ambos defectos. En la elección del Estado de México, Moreno Valle operó contra la candidata Josefina Vázquez Mota con tres objetivos principales: la fobia personal hacia ella, echarle la mano al presidente Peña Nieto y su equipo político, pero sobre todo, hundir a Ricardo Anaya en su apuesta personal.

 

Los tres fines sin duda eran legítimos. En política se vale la fobia, regresar favores y tratar de hundir a tus rivales. Nada que reclamar. El problema fue que Moreno Valle acordó públicamente apoyar a Josefina, además de sumarle a sus aliados mexiquenses del grupo de Ulises Ramírez. Pero detrás del acuerdo estaba el cuchillo. Y no sólo eso: el grito pelado de que iba a hundirlos. Casi logró todos sus objetivos, sin embargo al panismo nacional le quedó claro quién era el ex gobernador. Ganó a corto plazo, pero perdió a largo plazo.

 

Todo ello no hizo más que confirmar lo que decían los panistas tradicionales de Puebla, quienes esparcieron la versión de cómo fueron lanzados sin miramientos del partido. O de aquellos ex aliados como Fernando Manzanilla que se han dedicado a narrar la forma de hacer política del grupo, o incluso de acercar a personajes nacionales las pruebas del espionaje telefónico que ejecutaron sobre aquellos a quienes llamaban aliados.

 

Por eso fue que Videgaray convenció a Peña Nieto que Moreno Valle no podía ser candidato presidencial. Por ello fue que Anaya traicionó primero a quien junto a Madero lo había encaramado a la dirigencia nacional en el famoso consorcio. Por eso fue que ‘Los Chuchos’ prefirieron asegurarse candidaturas en el Frente y la coordinación de las próximas bancadas antes que jugar su resto con el poblano. Y qué decir de Dante Delgado, quien jugó con el poblano cuando su verdadera apuesta era Anaya y las 50 candidaturas que recibió MC.

 

No debe preocupar a Moreno Valle la derrota en sus aspiraciones presidenciales, sino la ruptura o debilitamiento de las alianzas que lo habían hecho fuerte. Antes que pensar en 2024, debería observar el reacomodo de su grupo ante la amenaza de un futuro incierto.

 

En la política poblana ahora todo puede pasar y el reacomodo inicia con una pieza que algunos morenovallistas han menospreciado, el gobernador Gali, a quien han pretendido expropiarle capacidad de decisión y negociación, así como en la definición de candidaturas. El gobernador es gobernador, no pieza de un grupo ni un tutelado de un personaje mayor.

 

Los morenovallistas por todos lados han jugado a ponerle piedras en el camino. Por ejemplo, aunque Gali comprometió con el general Cienfuegos los votos de los panistas poblanos en San Lázaro para aprobar la Ley de Seguridad Interior, solamente Juan Pablo Piña Kurzcyn hizo honor al compromiso y los demás simplemente se salieron de la votación, dejando en el aire la promesa del gobernador. ¿Quién dio la orden de que se salieran?

 

En Puebla se avecina un reacomodo del tablero político porque nadie sabe qué va a pasar. El juego del ex gobernador con Morena está cancelado, pero con Anaya también a menos que acepte ser candidato de mayoría al Senado. Su único mejor movimiento es con Meade, pero el tecnócrata está en tercer lugar y no se ve cómo pueda llegar al segundo, pues los gobernadores del PAN cerraron filas con Anaya. La candidatura de mayoría al Senado bloquearía la de Martha Erika a la gubernatura, además de que las encuestas muestran una caída de la marca.

 

En su historia política Moreno Valle ha sido experto a la hora de alienar intereses disímbolos en un solo objetivo. Pero ahora todos los objetivos son contradictorios: evitar que Morena no triunfe, lograr su Senaduría, imponer a Martha Erika en la gubernatura, impulsar a Meade a la presidencia y ganarse un lugar en su gabinete.

 

Pero ante todo, con humildad, Moreno Valle debe reconocer que hay un día para ser vaca y otro para ser carnicero. Que los enanos crecen y que al final, así como lo hizo con Anaya, en cualquier momento puede equivocarse otra vez en impulsar a un verdugo en lugar de un supuesto aliado.

 

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