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Domingo, 15 Enero 2017 21:39

CRÓNICA: Maquillaje futurista para un fin de sexenio (FOTOS)

CRÓNICA: Maquillaje futurista para un fin de sexenio (FOTOS) Escrito Por :   Arturo Rueda

Moreno Valle dio, probablemente, el mejor discurso de su sexenio, por tratarse del último, por reafirmar sus aspiraciones, pero sobre todo, por lo que niega: que el poder llegó a su final y todo lo que viene es incierto.


Como amenaza o profecía, no se sabe, el librillo gráfico de logros del VI Informe de Moreno Valle cierra con una frase nada críptica: “aún nos faltan muchos capítulos por escribir…”

 

Un ‘continuará’ en toda regla, aunque ya se sabe que segundas partes nunca fueron buenas.

 

El morenovallismo sustituyó en San José Chiapa su tradicional músculo político con fuertes dosis de futurismo.

 

Futurismo al cuadrado, si cabe decir.

 

Por una parte, el agonizante gobierno de Moreno Valle suplantó la feria de los adioses con porras de ¡Rafa presidente, Rafa presidente! que pronunciaban grupitos de operadores políticos de estados como Durango, Edomex o Tlaxcala, traídos ex profeso a fin de aparentar que nada se derrumba, que todo continúa porque todavía queda la batalla por la candidatura presidencial del PAN.

 

Si esa dosis de futurismo no fuera suficiente, también quedó registrado el aparente destape de Martha Erika Alonso para el 2018. Destape de una y varias formas posibles.

 

Martha Erika, la encargada de recibir a Ricardo Anaya y sentarse a su lado en la segunda fila del Centro de Convenciones de Chiapa.

 

Martha Erika, quien ocupó el lugar de Moreno Valle junto con los dieciocho gobernadores que acudieron al VI informe cuando éste subió al presídium.

 

Martha Erika, quien se robó el corazón de los poblanos, pero tiempo antes se había robado el corazón del gobernador, como él mismo lo afirmó en su batería final de despedidas.

 

Martha Erika, quien tuvo su propia fila de salutación ya en la comida de festejo, la última, en la que saludó tanta o más gente que el gobernador electo Antonio Gali, eufórico ante su inminente toma de protesta.

 

Con futurismo al cuadrado, no hubo espacio para las nostalgias, las lágrimas ni los tristes adioses.

 

Moreno Valle dio, probablemente, el mejor discurso de su sexenio, por tratarse del último, por reafirmar sus aspiraciones, pero sobre todo, por lo que niega: que el poder llegó a su final y todo lo que viene es incierto.

 

El morenovallismo se pretende eterno, pero, como adelantó Sabina, este adiós no maquilla un hasta luego.

 

Eso: maquillaje para un final de sexenio.

 

***

 

El futurismo al cuadrado no logró tapar lo evidente: que en domingo, justo en playoffs de fútbol americano, eran ‘pocos los pesos pesados’ que se iban a ir al último informe de un gobernador agonizante.

 

En su toma de protesta, Moreno Valle juntó a 20 mil poblanos y liderazgos políticos, empresariales, periodísticos nacionales, quienes vinieron a Puebla movidos por la curiosidad de conocer al hombre que enterró a Mario Marín.

 

Seis años después, a duras penas pudieron llenarse las mil 500 sillas dispuestas en el Centro de Convenciones de Chiapa.

 

Apenas dieciocho gobernadores y la figura más relevante, irónicamente, fue Ricardo Anaya, quien pese a los señalamientos de traición vino a atestiguar de primera mano el poder de convocatoria de su eventual rival.

 

Ni Margarita ni su esposo Calderón hicieron acto de presencia, no se sabe porque si no fueron invitados o porque prefirieron los playoffs.

 

De líderes nacionales de partido, además de Anaya, otro Anaya, el profe Alberto del PT y Castro de Nueva Alianza.

 

Y sobre todo, decenas hasta formar cientos de operadores ‘pipitilla’ que dicen, son la estructura nacional de Moreno Valle. La que soporta sus aspiraciones presidenciales.

 

De Durango, del Edomex, de Guerrero y de Tlaxcala justificaron sus viáticos con entusiastas pero raquíticos cánticos de ¡Rafa presidente, Rafa presidente! Los mismos que se arremolinaron en el presídium al terminar el informe, los mismos que probaron las grandes viandas del régimen en la comida de honor, los mismos que aprovechaban para pedirle fotos al mandatario saliente que así disimulaba su creciente soledad.

 

***

 

Larry Rubin, representante del partido republicano en México y uno de los nombres que suenan para asumir la Embajada norteamericana en la era Trump fue situado en la segunda fila, al lado de Ricardo Anaya.

 

Llegó y se fue discretamente sin que los políticos aldeanos lo reconocieran. No hizo gestos ostensibles cuando Moreno Valle afirmó que México necesitaba un nuevo tipo de liderazgo que defendiera hasta de Donald Trump.

 

El gobernador se alejó de la frialdad robótica de sus informes anteriores y resumió, con no más de veinte cifras, los logros y acciones de su gobierno, empezando siempre por la remontada en la calidad educativa.

 

De ellas, destacó los 72 mil millones de pesos dedicados a obras de infraestructura.

 

Incluso se dio el lujo de presentar el documento que avala el cumplimiento de la recomendación 2VG/2014 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por los hechos sangrientos del caso Chalchihuapan.

 

Y claro, su propia fórmula financiera del éxito de su administración: bajar la deuda, incrementar los ingresos propios, superávit fiscal. Ni rastro de los PPS.

 

Tuvo hasta tiempo de ponerse filosófico al fustigar los populismos de derecha e izquierda que se dedican a sembrar odio.

 

Agradeció a sus padres por siempre creer en él, a su abuelo fallecido por inculcarle el servicio público y claro, el presunto destape de Martha Erika que le robó el corazón antes de robárselo a los poblanos.

 

El maquillaje del futurismo funcionó a medias, ya que entre porra y grito, las ausencias no se resintieron y las nostalgias no llegaron.

 

El coro y la orquesta no pararon de tocar hasta altas horas de la tarde. Lo más íntimo del morenovallismo se va, inevitablemente, no de la política sino de los privilegios de ésta. 

 

Con la orquesta a todo volumen, a más de uno le pareció que el ‘Titanic’ se hundía mientras los músicos seguían tocando. 

 

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