“Habiendo tantos días, tuvo que suceder ese mismo día el temblor”, lamenta Ismael Torres quien desde el 12 de octubre llora todas las noches al saber que ya nunca volverá a ver a su esposa Manuela y a sus hijas: María de Jesús y Edileth, pues fue hasta en esa fecha cuando su abuelo Alberto le dio la noticia de que todos los que se encontraban en la misa ese 19 de septiembre en la iglesia de Santiago Apóstol en Atzala, perdieron la vida.
Es 27 de octubre y este joven de 26 años de edad ha sido trasladado desde una ambulancia del municipio de Emiliano Zapata –perteneciente al Estado de Morelos– para su primera consulta médica al Hospital de Traumatología y Ortopedia ‘Rafael Moreno Valle’, debido a que desde que fue dado de alta, fue llevado a dicha entidad porque en Atzala ya no le quedó algún familiar que cuide de él.
“Ya nomás me queda mi abuelo (Alberto). Dicen que fui el único que sobreviví, pienso que no sé por qué Dios me dejó. Si me dejó fue por algo, nomás le pido que mis hijas estén bien allá con él. Me estoy resignando a que no las volveré a ver, por las noches lloro y las recuerdo, las quiero volver a ver”, dice a CAMBIO entre lágrimas.
Recostado desde una camilla dentro de la ambulancia, Ismael narra el infierno que vivió ese 19 de septiembre cuando un sismo de 7.1 grados acabó con la ilusión de su familia de celebrar el bautizo de su hija menor. Todo estaba listo en casa con la comida después de la misa, pero ya no fue posible.
En total, ese día fallecieron 12 personas. Aparte de su esposa e hijas, también figuraron sus compadres y los familiares de éstos.
Fue el cura quien les ordenó no desalojar
Ismael recuerda muy bien lo que ocurrió ese día, pues ni entre los escombros perdió el conocimiento. Cuenta que apenas habían pasado 10 minutos cuando empezó a temblar y en eso, el padre que oficiaba la misa bautismal, (Néstor Cuautle) les ordenó permanecer en sus lugares.
“El cura nos dijo que no nos moviéramos, que nos quedáramos quietos. Vi correr a los dos sacristanes de la iglesia. Ellos dos se salvaron. Era un gritadero de la gente, le dije a mi familia que corrieran para afuera. Entonces, me cayó el primer piedrazo en la frente y todo se comenzó a derrumbar, y ya no pude hacer nada. Cuando todo se derrumbó empezó a entrar la gente, yo gritaba el nombre de mi hija Edileth, nadie me contestó”, recuerda.
Ismael quedó entre los escombros, un hecho que le ocasionó fracturas en la columna y en la pierna derecha, aunque tiene la esperanza de volver a caminar pronto.
“Me engañaron que todo estaba bien”
Desde que fue internado ese 19 de septiembre, su abuelo Alberto y otros habitantes que lo visitaron en el hospital, lo engañaron al asegurarle que su familia se había salvado cuando en realidad los habían enterrado a todos.
“Me engañaron que estaban bien, que mi esposa nomás tenía raspones y no fue así”, menciona al tiempo de que se le entrecorta la voz.
Fue hasta un día antes de que lo dieran de alta cuando una prima de Morelos lo visitó y ante sus cuestionamientos, ella le reveló la verdad.
Por el momento no pretende volver a Atzala ya que aparte de que se deprimiría al verse solo, no quiere revivir ese 19 de septiembre.
Desconoce a Crescencio López, el que cobró la indemnización
Este sobreviviente no reconoce como su familiar a Crescencio López, que fue quien se hizo pasar como su padrastro para cobrar una indemnización de 90 mil pesos por cada uno de sus familiares muertos.
“Ningún tipo de apoyo he tenido yo, nada. Se oyen comentarios de que un señor Crescencio López es quien lo cobró. A mí no me ha llegado ninguna despensa ni un peso, él se hizo pasar por familiar mío y él cobró. No es cierto que me cuidó, yo me junté a los 18 años, siempre he vivido solo, pero él siempre ha tenido la idea de quitarme todo lo poco que tengo, mi casa me la ha querido quitar”, acusó.
Este joven considera injusto en que el Gobierno del Estado no se haya esperado a su recuperación para apoyarlo económicamente, pues ahora más que nunca requiere de recursos económicos para su rehabilitación. Como en Morelos es en donde vive su abuelo, ahí radicará por tiempo indefinido, mientras que en Atzala, Crescencio López –quien fue pareja sentimental de su abuela- se está apoderando de sus pocas pertencias.