En la esquina del Zócalo de Tlatlauquitepec, sobre la avenida Revolución en el número 47, existe un lugar inesperado que hace sonreír a los nostálgicos y sorprende a los curiosos, el Museo de Coca-Cola, una joya escondida.
Detrás de esta peculiar exhibición está Normando Narváez, un apasionado coleccionista que comenzó su aventura burbujeante en 1987. Desde entonces, ha reunido cientos de piezas relacionadas con una de las marcas más icónicas del mundo: Coca-Cola.
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“Todo comenzó con una simple lata, y de pronto ya estaba buscando objetos en mercados y tiendas”, contó Narváez.
Pero su colección va mucho más allá de simples envases. Entre vitrinas y estantes se pueden encontrar rompecabezas temáticos, figuras coleccionables, botellas conmemorativas, juguetes, loncheras, relojes, termos, y hasta neveras vintage con el logo clásico en rojo y blanco. Cada objeto cuenta una historia, cada pieza evoca una época distinta.
El museo, aunque pequeño en dimensiones, es inmenso en nostalgia. Visitantes se detienen a mirar con asombro los artículos que muchos recuerdan haber visto en casa de sus abuelos o que jamás imaginaron que existían.
Coca-Cola, que nació en 1886 en Atlanta Georgia, se ha convertido en un fenómeno global. Y este museo en el Zócalo de Tlatlauquitepec ofrece un testimonio vivo de cómo la marca ha dejado huella en la cultura mexicana y mundial.