Guerra de lopezobradoristas Para salvar Pemex


Crónica incisiva de un weekend
Cuarta Parte


Jesús A. Castañeda Montes

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c)

¿López Obrador es nuestro? Sí, visualmente lo es de quienes estamos en esta esquina. Pasó a escasos metros del lugar en donde estábamos los pepinos socialistas y yo.


Lo vimos llegar. Yo no sentí ningún aire, mucho menos un escalofrío. Delante de él, curiosamente, no iba ninguna mujer. Tampoco por atrás. Por delante llevaba a César Yánez y a Nico. Por detrás sólo sobresalía el caballerango (¿fallido?) Alejandro Encinas.
¿Y por arriba? Permanentemente el cielo, pero al momento en que pasó enfrente de mi área la manta que colgaba de Jalisco.


Sólo dos oradores antes de él: Ricardo Cantú, diputado del PT, y Dante Delgado, senador de Convergencia. Ningún perredista, obvio. Más obvios son los dos oradores en cuestión. Traían la voz bastante dañada, como que han gritado mucho en los últimos días.


¿El trabajo legislativo, el debate de los proyectos y las ideas? A saber. Dieron argumentos y señalaron lo que es la violación al espíritu constitucional por parte de la iniciativa que presentó el C. Felipe Calderón. Sin embargo, antes de esto, no de Calderón sino de los argumentos, lo primero fue el “Presidente legítimo”, y lo último es que quieren que el debate sea por lo menos hasta agosto. Debate que quién sabe cómo van a dar (sobre todo por la voz).


En una de las pausas, Jesusa Rodríguez se dirigió de manera respetuosa a las televisoras; exigió que cubrieran objetivamente los actos de la “Resistencia”. Ya antes, junto con Sheinbaum, habló de género y hasta de “minorías mas minoritarias”, pero no alcancé a escuchar si también le dio un llegué a George Cantor, el matemático de los infinitos. Sin embargo, en eso del respeto que exigió a las televisoras, hasta les proporcionó nombres: “… los López Doriga, los Gómez Leyva, los Loret de Mola”. Y bueno, éstos no serán líderes morales ni del periodismo, y Jesusa no será propiamente Elena Poniatowska, pero ahí sigue López Obrador… y aquí abajo empezaron a recordar madres. Yo por mi parte recordaba a Corrupto Ahumada y su funeral en la (santa) madre que está aquí cerca.


A las doce con veinte, sin campanas echadas al vuelo, tomó la palabra el “Presidente legítimo”.


Hace tres días, dice, que se convocó apenas a esta asamblea informativa. En realidad, yo vine porque más bien porque llamaron a la “batalla decisiva”. Pero hasta ahorita: no-veo-cla-ro. “El camino es trillado”, el de los adversarios. Las consignas, las de aquí, también. Esto no lo dice el “Presidente legítimo”, esto se escucha.


“Como siempre, le encargaron la palabra a sus incondicionales.” La “batalla decisiva” será en ¿condiciones de igualdad?
Parece que sí, que estamos iguales. Quienes vieron a Calderón en televisión, y es prácticamente seguro que lo hizo también López Obrador, lo vieron sudar e inseguro, dicen. Ayer yo vi a Corrupto Ahumada mientras otros creían ver a un cardenal. ¿Están seguros de que se trataba de Calderón? Yo apuesto a que era el C. Guillermo Ortiz Martínez.


Enumera hechos y denuncias de corrupción, a propósito del tema energético. Sin embargo, la igualdad de condiciones lo persigue. Antes de lanzar dardos en contra de Repsol y lo similar, subraya que con la iniciativa de Calderón (o Guillermo Ortiz) se pretende que “no haya licitaciones públicas y que se entreguen contratos de obras y servicios por asignación directa; es decir, Calderón, Mouriño, Elías Ayub y otros, podrán seguirse despachando con la cuchara grande”. Parece que sí, que se quieren despachar con la cuchara grande, como cuchara de albañil… ¡Como la de los albañiles que construyeron el segundo piso! Aunque claro, hay de cucharas a cucharas.


El discurso, en realidad, fue largo y trillado. Sin duda tuvo más sustancia, a pesar de su voz, lo dicho por Dante Delgado y Ricardo Cantú. También dijo mucho más, en menos espacio del que utilizó López Obrador (y del que estoy utilizando yo), Cuauhtémoc Cárdenas en un texto que publicó este weekend.


Se deja en cierto sentido la retrospectiva. Se invoca implícitamente el perdón cristiano (y yo no dejo de pensar en Corrupto Ahumada, que sigue aquí al lado) y se exclama: “¡Ya no habrá madruguete!”


Sí, más allá de los gritos y sombrerazos, inclusive mas allá del perdón cristiano… ya apareció otro peine: “Nosotros sabemos lo que es el amor al prójimo. Sabemos que amar es luchar por los demás y respetar al diferente”. ¿La quietud del amor? Mmh.


Hasta la una de la tarde terminó el discurso. No dio instrucciones sobre la “batalla decisiva”. El amor sí fue mencionado, pero la “batalla decisiva” no. Que el martes, maybe, porque las babys… digo, las Delanteras siguen en su posición. Y algo más prometió: una carpeta –con información- para la próxima semana.


Return ticket… No que no volvía. Esta vez tampoco me cobraron cover, pero sí revisaron mi mochila; no encontraron nada. ¿Qué encontré ya que estaba adentro? La asamblea-misa-funeral está concurrida. Me acerco a la muchedumbre. En el altar se encuentra un buen número curas -¿reales o disfrazados?- y todos ellos lucen cuellos blancos. Están hablando del difunto cuyo féretro no localizo. Quizá se me adelantaron los lópezobradoristas y ya vinieron a proponer que lo quemaran (cremaran), y en un acto de solidaridad y tolerancia los supuestos curas accedieron a su petición. Este domingo me llevo un par sorpresas más.


Éstos siguen creyendo (o simulando) que Corrupto Ahumada era cura. Mencionan a las religiosas que lo acompañaron en sus viajes, en sus pastoreos por este mundo. Es parte del show, claro. Lo que no es show sino un escándalo que ya me estoy creyendo, en versión estenográfica, es el hecho de que otro de sus acompañantes fue un tal Cura Chiquito al que menciona el supuesto cura que tiene el micrófono. ¿Quién era este chiquito: un niño o un adolescente? Independientemente de la falsedad del cardenalicio de Corrupto, parece ser que sí era bien pedofílico, o bien pederasta. ¡Oh!, aparece otro muerto.


El cura del micrófono menciona al difunto… Ernesto Corrupto. La segunda baja de importancia en este weekend. Ahora sí que me olvido de las cenizas de Corrupto Ahumada y busco el féretro del doctor Ernesto Corrupto, ex Presidente de México. ¡Con razón tanta concurrencia, casi casi como si se tratara del funeral de Octavio Paz!


Me acerco a una de las columnas que medio sostienen esta (santa) madre, casi enfrente del retrato de Corrupto Ahumada (del doctor Ernesto Corrupto ya no trajeron retrato, ni en versión papalote). No veo casi nada, ni un méndigo féretro. Parece que López Obrador, a pesar de estar en contra de los madruguetes, madrugó y mandó a sus huestes a proponer también la cremación del doctor Ernesto Corrupto. ¿Por qué será? ¿Por vivo?


Sí, ¡un vivo! En pleno gozo, después de besar unos papeles (¿qué imágenes obscenas tendrá ese papel?), veo al Presidente Legítimo de la Arquidiócesis más grande del mundo, ¡Norberto Rivera! Nunca le había visto la cara, pero ¡al fin! se me hizo. Estoy de suerte.


Los vivos de cuerpo presente intercalan aplausos con invocaciones al espíritu (corrompido) de los difuntos ¿de cuerpo presente? Todos –los vivos- al unísono repiten:


“Amen –sin acento-”. El verbo amar aquí y allá. Antes de que el gozoso Presidente
Legítimo de este párrafo hiciera su aparición ante mis ojos, el cura del micrófono dijo que ya iban a guardar al difunto… Monseñor Ernesto Corrupto Ahumada.


Yo tengo hambre, por llegar temprano al inicio de la “batalla decisiva” no desayuné nada (tendré que atascarme más al rato). Estoy hasta un poco mareado y a punto de desmayarme, creo. El desmayo no es por el hambre. En eso del hambre, el cura del micrófono anda en las mismas. Anoche no había vino ni café. Parece que hasta las hostias se acabaron, porque de no ser así le hubieran facilitado algunas al cura. Pero no, no comió nada; se comió las comas y hasta nos reveló el misterio de una trinidad.

 

(Continuará)

 

 


 
 
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