Fiesta tormentosa de Alcalá y Pacheco


—Crónica—


Cuando los cerca de dos mil 500 asistentes al evento esperaban el postre y las bebidas espirituosas, después de degustar refresco y agua de jamaica, el aguacero dio al traste con las intenciones de hacer un exitoso festejo, al que por cierto, no llegaron los sindicalizados del Ayuntamiento


Carlos Alcaraz Ramírez

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El titulo de la obra no debía ser Cumbres borrascosas, sino Fiestas tormentosas. No sólo por la mala relación entre Blanca Alcalá e Israel Pacheco, sino por la tromba que, literalmente, aguó el festejo de los burócratas municipales. Instalados en el jardín del Centro Mexicano Libanés —gracias a los consejos insensatos de Alberto Vivas, fallido meteorólogo— nadie tuvo tiempo de degustar el voul au vent con atún a la marinera, la crema de cilantro y pollo relleno de requesón con salsa de café de París.


Y, contra lo que podría pensarse, las mentadas de madre no recayeron sobre el líder del sindicato municipal, Israel Pacheco, quien anunció que sus agremiados no acudirían al festejo organizado por el ayuntamiento de Blanca Alcalá, sino sobre el director de protección civil municipal, Alberto Vivas Arroyo.


Cuando los cerca de dos mil 500 asistentes al evento esperaban el postre y las bebidas espirituosas (brandy y tequila) después de degustar refresco y agua de jamaica, el aguacero dio al traste con las intenciones de hacer un exitoso festejo ante el feo hecho por Pacheco. Incluso, algunos funcionarios, como el secretario de Desarrollo Económico, Fernando Ariza, ni siquiera alcanzaron a degustar su plato fuerte debido a los gruesos goterones que le cayeron sobre su traje y sobre sus viandas.


Las previsiones eran sombrías, pero la realidad superó con mucho las expectativas más pesimistas: si bien el enorme jardín del Libanés lució pletórico de burócratas, a pesar de la ausencia de los dirigidos por Pacheco, la tormenta que se abatió sobre el local, y obligó a cambiar la fiesta al salón principal, aumentó a cinco centímetros el nivel del agua en el jardín. Furiosos vientos atacaron por todos los costados las lonas, empaparon fuentes, meseros, burócratas, periodistas, colados, vasos…


A los pocos segundos de comenzado su discurso que versó sobre los tópicos de liderazgo y la fortuna de tener empleo, Blanca Alcalá pidió que se apagara la fuente de 10 metros ubicada a espaldas del templete desde el que la alcaldesa se dirigía a los burócratas para que todos la pudieran escuchar muy bien. Después de los módicos aplausos que le brindó la concurrencia, Alcalá Ruiz pidió que comenzara la comida.


La enorme y agujerada lona ubicada en el centro del jardín fue rebasada por la cantidad de mesas repletas, y al comienzo de la lluvia los cambios de lugar de los comensales se sucedieron una y otra vez en busca de refugio.


“Pinche Vivas”, era el clamor. “Hay que ser pendejo para creer que no va a llover en agosto”, decía un sujeto cuya primorosa camisa blanca se vio salpicada de salsa de café de París cuando un chorro alcanzó su plato.


¿Y los sindicalizados? Bien, gracias. De hecho, de haber acudido a pesar de las presuntas amenazas de sanción lanzadas por Israel Pacheco, no habrían tenido un lugar cubierto para sentarse. Pero, según Alcalá Ruiz, era posible ponerlos en las canchas o en otros jardines, espacios en los que no hubo lona.


El desorden se apoderó de la fiesta. Montones de dinero en forma de pollo, aguados por la lluvia. Ni siquiera la entrega de un brillante Chevy rojo, de computadoras, reproductores portátiles de música y DVD, pantallas de plasma pudieron animar una fiesta cuya música no alcanzó a sonar.


Incluso, los trabajadores de protección civil tuvieron que organizar el desalojo de los comensales para evitarles más inconvenientes.


Curiosamente, la tormenta sólo se abatió sobre esa parte de la ciudad. Blanca Alcalá la tomó como signo de buen augurio, como sucede en las bodas. Israel Pacheco tiene pacto con Tláloc.

 

 

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