La plutocracia marinista ya tiene candidato


Crónica


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Arturo Rueda

 

 

No sé si fue una epifanía o una pesadilla. Pero en el cumpleaños cincuenta y cuatro del secretario de Gobernación tuve la visión de un mundo gobernado por los Montero y en el que Jesús Manuel Hernández sería el maestro de ceremonias por el resto de la eternidad. El resultado era un poder plutocrático, en el que los políticos harían de empresarios y los empresarios de políticos. Porque en esencia ésa es la naturaleza del clan Montero, rostro revelado entre los abrazos y los regalos: el de una familia que hace negocios al amparo del poder.


Y es que la fiesta de Mario Montero no tuvo nada de popular: nunca se aparecieron por ahí líderes de colonias o de mercados. No, la fiesta no mostró un músculo político, sino financiero: algunas de las billeteras más pesadas de Puebla se formaron en el bando monterista rumbo a la sucesión. No sólo los amigos más conocidos como Casitas, Rafael Moreno Valle Sánchez, Jaime García Calderón y Ricardo Henaine, organizadores del convite junto al papá del festejado, Enrique Montero Ponce, el hombre que fue periodista y que hoy se ha convertido en celebridad local.


Ahí estaban Raymundo Alonso Sendino, en medio del pleito de Tv Azteca contra el gobernador. Empresarios afines al priismo como Reyes Huerta, Marcos Salame, José González Cobián, Édgar Nava, Gabriel Huerta y la representación del Consejo Coordinador Empresarial. La plutocracia del marinismo en pleno. Una fiesta de élite para las élites. Fuera se quedó el olor de sudor y memela. La pachanga popular. En su lugar, camionetas lujosas y automóviles de línea.


Un asomo a la Puebla gobernada por los Montero: Enrique, Mario y Mario junior. Ya es tiempo, creen, de llegar al núcleo del poder.


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Olor de sucesión había en el cumpleaños cincuenta y cuatro. Y es que ya se acercan los días en que nadie quiere equivocarse y subirse al tren que los aleje del poder. Tan pronto ingresó al salón principal del Hotel Intercontinental, la visión de Mario Montero Serrano como candidato del PRI al gobierno estatal arrebató la imaginación de los comensales.


Abrazos por centenares. Regalos aceptados diligentemente. Manos que se multiplican y se anotan para el futuro. “Estamos contigo para lo que venga”. “Te ves muy recuperado mi Mario”. “Toda la salud del mundo, secretario”. Adhesiones gratuitas que se repiten en cada comida que organizan los aspirantes a la gubernatura. Pura falsedad vestida de sinceridad sentimentalista.


Montero planeaba recorrer todo el salón para saludar de mano a los invitados cuando Casitas lo conminó a sentarse en la mesa principal para iniciar el festejo. Tan pronto lo recibió Guillermo Jiménez Morales, el vetusto exgobernador ajonjolí de todos los moles lo recibió con un “mi Mario, una convocatoria extraordinaria”. El abrazo con su papá, Enrique Montero Ponce fue el más sincero de todos, seguido del que le dio su compadre Valentín Meneses.


Y de pronto, Jesús Manuel Hernández saltó al escenario para una representación grotesca. Él, que un día fue la gran competencia de Montero Ponce, tensó la fiesta con una serie de gags que a más de uno hicieron comentar que si ésos son los amigos, para que se quieren enemigos. Y aunque otros más creyeron que al periodista sólo le faltó ponerse una nariz de goma colorada en la nariz y unos zapatotes, lo cierto es que las bromas hicieron reír a costa del secretario de Gobernación. Gordo y jorobado fue lo menos que le dijo, amén del vale para una exploración rectal por aquello de los años.


Montero Serrano, el festejado que casi levitaba, fue ridiculizado en medio de la plutocracia. Con la mandíbula trabada, festejaba con risas estridentes las bromas del periodista que zaherían su orgullo de todopoderoso.


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Dice la cita bíblica que muchos son los invitados, pero pocos los escogidos. Si la plutocracia monterista mostró su adhesión a la candidatura, también la clase política marinista dejó claro que hay bandos. Y es que el llamado zavalismo brilló por su ausencia. De Alejandro Armenta se dice que estuvo un rato, pero nadie lo vio. Los empresarios afiliados al clan del hijo pródigo de Pijijiapan, como Santiago Bárcena, no se vio ni las luces. Y mucho menos de todos los alcaldes y diputados zavalistas, de quienes se dice que fueron apercibidos de no asistir al convite de los Montero.


Apenas tres adherentes del secretario de Desarrollo Social se dejaron ver por ahí: Lázaro Jiménez, el subsecretario de las SCT; Óscar de la Vega, operador de medios del proyecto Z y el periodista Ricardo Morales.


Hablando de precandidatos, ahí estaba Enrique Doger mostrando civilidad política. No se vio a Jorge Estefan, Jesús Morales Flores o Alberto Amador Leal. Tarde, pero llegó Blanca Alcalá, quien inmediatamente tomó su lugar junto a Montero en la mesa principal. Ahí mismo se encontraba Enrique Agüera.


La burbuja marinista también pintó su raya. Ni Gerardo Pérez Salazar ni Javier García Ramírez llegaron al hotel Intercontinental. Tampoco el procurador, Pericles Olivares, José Antonio López Malo ni Roberto Morales.


Del gabinete, sí, Mario Ayón, Alejandro Fernández Soto, Alejandro Montiel y el secretario de Turismo. América Soto, la directora del Instituto Poblano de la Mujer y Eduardo Macip, del Soapap. Por supuesto, Javier Sánchez Galicia


La lista de periodistas que pasaron lista fue robusta: del multicitado Jesús Manuel Hernández a Iván Mercado, Javier López Díaz, Alejandro Manjarrez, Arturo Luna, Sergio Reguero, Erika Rivero Almazán, Mario Alberto Mejía y varios más. Entre las ausencias destacadas por su cercanía al régimen, Rodrigo López Sainz y Enrique Núñez, así como los Ventosa de Milenio Puebla, quienes mantienen un pleito casado con el secretario de Gobernación.


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Llegado el momento de que el cumpleañero tomara la palabra, los convidados esperaban palabras sobre la tragedia que azotó a la familia Montero, cuando Patricia Rossano murió en el helicopterazo. También se ansiaba un respuesta al críptico “Ya es tiempo…” que abrían las invitaciones. Un heraldo sobre sus intenciones de suceder a Mario Marín.


Ni lo uno ni lo otro. El fantasma de la inseguridad que ha permeado entre los poblanos también se hizo un lugar en la fiesta de la plutocracia monterista. La falta de sensibilidad de sus amigos quiso ser reparada por Montero con un mensaje de preocupación por lo que llamó “uno de los flagelos del siglo XXI”. Los Zetas —que no de los Zavala— ocupaban su pensamiento. Aunque, total, son hechos aislados.


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Mario Marín no quería asistir de entrada a la comida porque su presencia sería entendida como una bendición para la carrera sucesoria de Montero. Pero tampoco podía faltar porque entonces la ausencia se entendería como una maldición.
El gobernador eligió llegar entrada la tarde, por ahí de las seis. Inmediatamente fue recibido con afecto por la plutocracia a la que ha hecho millonario. “Gracias por venir, gobernador”, le dijo Montero Ponce, y los flashes se soltaron. Misteriosamente, el bloque antiZ del Congreso se tomó la foto oficial con el festejado y el gobernador.


Hasta que las sonrisas se congelaron. Avisado de que el gobernador sí llegó al festejo de los Montero, Javier López Zavala hizo acto de presencia y las risas se terminaron. Proyecto M no cuadra con Proyecto Z.


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El salón principal olía a sucesión, a la batalla inminente que se avecina y que el clan de los Montero volvió a calentar después de semanas en medio de la tempestad por la presencia del crimen organizado.


Pero así son las sucesiones: con o sin Zetas, la lucha por el poder no se detiene. Y los Montero, con todo su dinero y plutócratas, hicieron sentir su músculo. Pero el financiero.

 

 

 

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