¡Escándalo! Fleet street sin sexo


John F. Burns / Londres


Notas Relevantes

Berlineses toman curso intensivo en cultura de la celebridad

Cuantos superhéroes se necesitan para agotar un género

Notas Anteriores

Cuando la temporada de competencias automovilísticas de Fórmula Uno iniciaba su calendario de 18 fechas alrededor del mundo a principios de este año, el empresario que transformó el glamour de alto octanaje de las carreras en Mónaco, Monza y Melbourne de una pasión de aficionados a uno de los deportes más ricos —y a él mismo en millonario— lanzó un lamento irónico. Lo único malo con el deporte, dijo a un entrevistador, era que “no había suficientes escándalos sexuales”.


Bastante pronto, Bernie Ecclestone, un hombre de 77 años de edad que empezó en el negocio después de la Segunda Guerra Mundial vendiendo refacciones para motocicletas, vio cumplido su deseo. Max Mosley, su socio en la transformación de las competencias de gran premio en lo que son actualmente, atravesó por una llovizna invernal a última hora de la tarde en Londres para entrar en una “trampa de miel” que generó el escándalo sexual más famoso de Gran Bretaña en años.


Lo que siguió terminó publicado en la primera plana de The News of the World, un periódico dominical con una de las circulaciones más altas de Gran Bretaña, bajo el titular “Jefe de F1 tiene enfermiza orgía nazi con 5 prostitutas”. El artículo, que relataba cinco horas de juegos de rol sadomasoquistas practicados por Mosley y sus compañeros, sacudió al mundo tan consciente de la imagen de la Fórmula Uno, y terminó en el centro de la demanda en el Alto Tribunal presentada por Mosley alegando invasión de la privacidad.


La conclusión de la querella podría resultar ser un parteaguas para la libertad de prensa en Gran Bretaña. Al ofrecer su veredicto el 24 de julio, el juez, Sir David Eady, dio el triunfo a Mosley. Sobre el punto clave, dictaminó que no había evidencia de que la sesión de Chelsea “tuviera intención de ser una promulgación del comportamiento nazi”. Por ello, no hubo defensa de un “interés público legítimo” en las revelaciones de la publicación. Concedió a Mosley una indemnización de unos 120 mil dólares, y costos legales que se podrían acercar al millón de dólares.


Si hubo algo salomónico en el juicio, quizá haya sido la decisión del juez de no conceder a Mosley los millones en daños punitivos que buscaba. Detrás de algún argumento legal misterioso, Eady quizá se haya mostrado renuente a recompensar a Mosley con demasiada generosidad por lo que dijo en su fallo era un comportamiento “imprudente”; quizá también le hayan preocupado las críticas a su dictamen que quizá supiera vendrían. Otro tabloide, The Daily Mail, citando una sucesión de casos de privacidad en los cuales el juez había fallado contra periódicos, lo describió después de este fallo como “el creador solitario de una nueva y más estricta ley de privacidad” en Gran Bretaña.


Una confusión de voces, entre importantes abogados que han defendió a periódicos en casos de invasión de la privacidad y entre importantes editores del país, ha dicho que el fallo de Mosley pudiera servir como precedente para evitar que los periódicos y difusoras británicas expongan demasiado sobre la vida privada de personajes públicos. Según el estándar que Eady consideró faltante en el caso de Mosley, el comportamiento “poco convencional” que periodistas de tabloides en Gran Bretaña han relatado regularmente entre las celebridades —adulterio, por ejemplo, o visitar a una prostituta— tendría que involucrar, en el futuro, algún elemento de criminalidad, o actividad que choque drásticamente con la imagen pública adoptada por los individuos involucrados.


Las inquietudes en Gran Bretaña siguen a una tendencia legal basada en la Ley de Derechos Humanos del país, que fue aprobada en 2000 e importó estipulaciones de la Convención Europea de Derechos Humanos. La convención plantea una de las protecciones de la privacidad más amplias en el derecho occidental, garantizando el derecho de un individuo al respeto de su “vida privada, casa o correspondencia”.


Con sus fallos en casos de privacidad de alto perfil en los últimos años, Gran Bretaña ahora parece haber avanzado mucho hacia la adopción de actitudes más restrictivas sobre la libertad de prensa común en la Europa continental, y haberse alejado de las libertades de la Primera Enmienda que protegen a los medios noticiosos en Estados Unidos.


Mosley, ahora de 68 años, era un blanco irresistible, al menos para los estándares de los agresivos tabloides de Gran Bretaña. Había sido durante 15 años presidente de la Fedération International de l'Automobile, o FIA, con sede en París, la cual regula el deporte automovilístico. Es obscenamente rico, con casas en París, Mónaco y Londres. Pero lo que le convirtió en un blanco especial fue ser hijo de Sir Oswald Mosley, el líder facista de Gran Bretaña antes de la guerra, y de su esposa, la es Diana Mitford, y que Hitler fue invitado de honor en su boda en 1936 en Berlín.


A principios de este año, se dijo al tribunal, su amigo Ecclestone le había advertido a Mosley que su vida privada podría estar bajo vigilancia. Su supervisión a menudo arbitraria de la Fórmula Uno le había vuelto impopular entre muchos en el deporte del automovilismo, aun cuando había vuelto a las carreras de gran premio inmensurablemente más seguras de lo que eran.


Ansioso de las zurras sadomasoquistas que habían sido su pasión durante 45 años, como él mismo dijo al tribunal, Mosley ignoró la advertencia de Ecclestone y entró en un departamento en el dique de Chelsea, sin notar una camioneta en el bordillo con una videocámara oculta. Dentro del departamento había otra cámara, del tamaño de un terrón de azúcar, en el sostén de una mujer. The News of the World había prometido a la mujer con la cámara 50 mil dólares, una cifra que redujo a 24 mil dólares cuando las escenas “nazis” más morbosas, como un saludo “sieg hiel” de parte de Mosley, nunca se materializaron.


Los periódicos de más categoría de Gran Bretaña han criticado los métodos despiadados de The News of the World en el caso de Mosley, e incluso el editor del periódico, Colin Myler, pareció ansioso de distanciarse al decir que el montaje fue concertado mientras el editor estaba fuera. Pero ha habido poca simpatía en la prensa británica en general para Mosley, que reconoció en el tribunal que su esposa durante 47 años, Jean, se había sentido “devastada” por lo que se ha enterado de la vida secreta de su esposo, y por su insistencia en que no se avergonzaba de lo que hizo.


El extendido desdén en la prensa ha sido agravado por elementos de la sesión de Chelsea, incluyendo una inspección antipulgas simulada en el cabello de Mosley, el hecho de que dos mujeres usaran sacos militares estilo alemán y el conteo gutural en alemán que Mosley ofreció cuando una mujer semidesnuda le daba una zurra; si no nazi en inspiración, al menos fueron insensibles con la historia.


Pero Eady dijo que las consideraciones morales no intervenían al decidir si la intrusión de la prensa en la privacidad de un individuo estaba justificada.


Eso llevó a varios periódicos a concluir que la nueva jurisprudencia habría evitado la publicación de muchos de los escándalos sexuales que han estallado en torno a personajes bien conocidos en Gran Bretaña en los últimos 30 años. En un caso que citaron, un lord acusado de haberse reunido con una prostituta en un sórdido hotel londinense eventualmente recibió una sentencia de cárcel por perjurio.


Parece probable que el nuevo estándar radique en el tipo de protección que Eady concedió cuando emitió una orden de silencio en 2006 para evitar que un periódico británico publicara un artículo de un deportista famoso que estaba teniendo un romance y argumentó que su esposa podría hacerse daño si su adulterio era expuesto. Después del veredicto de Mosley, The Daily Mail citó el fallo en el caso del deportista, como el de Mosley, como uno “que pudiera ser usado por políticos y otros personajes públicos para ocultar hechos vergonzosos sobre sí mismos”.


Esa probabilidad no perturbó a algunos que toman el lado de las celebridades en sus batallas con la prensa. Desmond Browne, un prominente abogado, dijo a la BBC después del veredicto que subrayaba un principio emergente en la ley británica, de que “no corresponde a los medios exponer la conducta sexual que no involucre una violación importante de la ley criminal, ya sea que lo hagan por morbo o por una cruzada moral”. Añadió: “Dicho en una sola frase, la morbosidad ya no vale”.

 

 

Copyright 2008 / Todos los derechos reservados para M.N Cambio /


 
 
Todos los Columnistas