Y ahora, intentar atrapar el viento


Alice Rawsthorn / Londres


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No tiene caso discutir con Phillippe Starck, porque generalmente termina así: (1) El diseñador de productos más famoso del mundo hace una afirmación bien intencionada y sincera, pero ligeramente absurda. (2) Uno se siente obligado a cuestionar la parte absurda. (3) Él se muestra herido e infantil. (4) Uno se siente miserable.


Tomemos la afirmación de Starck de haber “inventado un concepto llamado Diseño Democrático”, que, dice, da a todos productos de calidad a precios asequibles. Suena grandioso, pero ¿el movimiento moderno no trató de hacer eso durante la mayor parte del siglo XX? ¿Y cómo puede afirmar haber “ganado la batalla” diseñando “una silla que se vende en menos de 100 euros”, o 156 dólares, cuando eso sigue siendo demasiado caro para la mayoría de los consumidores occidentales? ¿Y qué hay del 90 por ciento de la población del mundo demasiado pobre para permitirse muchos de los productos que los más ricos ven como esenciales? ¿Qué ha hecho el Diseño Democrático por ellos?


“Oh, por favor, no soy Dios”, alega Starck. “Soy sólo un diseñador, y estoy haciendo mi mejor esfuerzo”.


Starck, mientras tanto, está peleando en otro frente, desarrollando productos relativamente baratos, atractivos y ahorradores de energía para “introducir a todos a la ecología”.


El primero de sus productos llamados Ecología Democrática, una línea que está desarrollando en colaboración con Pramac, un grupo industrial italiano, será presentado en Europa este otoño, y en Estados Unidos a principios del siguiente. Es una turbina eólica miniatura para la azotea, con precio de entre 780 y mil 250 dólares, la cual, dijo Starck, puede producir hasta 80 por ciento de la electricidad de una casa.


“Imagine una tarde de sábado, y un tipo que va estúpidamente al supermercado a comprar un aparato inútil”, dijo con entusiasmo Starck. “Ve un objeto realmente sexy. ‘Oh, Dios mío, es hermoso. ¿Cuánto cuesta? ¿Quinientos euros? Eso es casi lo que gasté en un aparato inútil’. Lleva el molino de viento a casa, sube a la azotea y 15 minutos después lo ve dando vueltas y produciendo energía. ¡Vaya!”


La turbina de Starck es una de docenas de fuentes de energía alternativa que han salido al mercado últimamente, pero hay razones sólidas para tomar en serio su producto. Una es que está diseñado con destreza, no menos porque las aspas están hechas de plástico transparente, que será virtualmente invisible en la azotea. Otra es que está diseñado por él, y Starck ha sido muy exitoso en convencer a la gente de comprar objetos visualmente seductores pero ligeramente ridículos —sillas de plástico estilo Luis XV, lámparas con forma de pistola, taburetes de jardín en forma de gnomos, etcétera— que bien podría hacer lo mismo con algo que realmente sea útil.

 

Dicho esto, ha pasado mucho tiempo desde que el mundo del diseño sintió que tenía que tomar en serio a Starck. Es un gigante amable que tiene una distintiva semejanza con Pedro Picapiedra. Ahora de 59 años, surgió a la fama en su nativa Francia durante los años 80, cuando su facilidad para reinventar los objetos cotidianos proyectándolos como algo más —un exprimidor de limones como una langosta, sillas apilables de plástico como antiguas de ornato— fue elogiada como una toma juguetona y muy comercial del postmodernismo.


Starck ha vendido desde entonces cientos de miles de esos exprimidores de limones, y casi un millón de uno de sus modelos de sillas de plástico “antiguas”, la Louis Ghost (Fantasma de Luis), según sus respectivos fabricantes, Alessi y Kartell. Para bien o para mal, también nos ha dado el hotel de diseñador —auxiliado y ayudado por el hotelero neoyorquino Ian Schrager— y los baños espectaculares que ahora aparecen en casi todos los bares de moda. Starck se proyecta como una estrella de medios manifestando su filosofía del diseño y jactándose de ser capaz de diseñar una silla en el tiempo que toma que un letrero de abrocharse los cinturones en un avión se encienda y se apague. Ningún otro diseñador podría vencerlo en brío y redituabilidad, pero para mediados de los años 90 estaba quejándose de estar aburrido del diseño.


Comercialmente sigue siendo un coloso, consiguiendo empleos deseables como la dirección creativa de la empresa espacial Virgin Galactic de Richard Branson, la cual ocupó en 2005, y acaparando el reflector de los medios, más recientemente con un programa televisivo de la vida real que está grabando para la BBC. Pero en ocasiones parece el equivalente del diseño de un roquero dinosaurio. La confesión de Starck en marzo pasado, al semanario alemán Die Zeit, de que se sentía “avergonzado” de que “todo lo que diseño sea innecesario” provocó clamores irrisorios en la blogósfera. ¿Aún se siente así? “Lamento que mi trabajo sea el diseño”, dijo. “El diseño produce estúpidamente más cosas, y durante años he hablado sobre la importancia de vivir con menos cosas. Pero mi posición es un poco ambigua”.


En realidad lo es. Para su mérito, Starck estaba defendiendo el ecologismo mucho antes de que se pusiera de moda, pero no lo ha adoptado por completo en su trabajo. Ni parece ver la incongruencia de recitar una lista de actividades ecológicamente responsables —su dieta orgánica, la granja de ostiones que funciona con energía solar que posee en la Bahía de Arcachon en el suroeste de Francia, etcétera— terminando con “el avión menos contaminante en el mercado”, su jet privado. Pero ahora espera recuperar el equilibrio con Ecología Democrática.


El molino de viento es un inicio alentador. Hecho del mismo plástico transparente que sus sillas de gran venta Louis Ghost, ellos y los otros productos de Ecología Democrática van a ser fabricados por Pramac. El momento es oportuno, con el aumento de los precios del petróleo y todos invirtiendo en energía alternativa. Crecientes cantidades de casas tienen turbinas eólicas de metal en el techo, entonces, ¿por qué no de plástico transparente?


Lo siguiente de Ecología Democrática es un panel solar, una película que cubra las ventanas existentes. Starck también está diseñando una casa verde prefabricada con muros de cristal que pueden ser cambiados de claros a opacos al accionar un botón. El prototipo está siendo construido ahora para él y su familia en el sitio de su antigua casa en las afueras de París.


Un auto eléctrico también está en desarrollo, y un ciclomotor ecológico. Starck casi ha terminado el trabajo en un bote accionado por energía solar y de hidrógeno, el primero de los cuales será entregado al Hotel Bauer, su futuro dueño, en Venecia la próxima primavera. “Estamos aprovechando todas las oportunidades para crear productos ecológicos asequibles y de alta tecnología”, dijo. “Es muy importante que sean hermosos, porque la ecología debería ser un placer, no un castigo. Uno de los barcos más hermosos del mundo es el taxi veneciano, y nuestro bote será incluso más hermoso.”

 

 

 

 

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