¡Chafiretes de Puebla, uníos!


—Crónica—


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Edmundo Velázquez

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¡Chafiretes de Puebla, uníos!

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“¡Sin nosotros no se mueve Puebla!”, gritó Melitón Cabañas, chofer de oficio, convertido de manera exprés en activista a favor de aquellos que como él, conducen un microbús.


Melitón, puntual estuvo ayer a las siete de la mañana para iniciar el paro del transporte, desesperada estrategia de la Asociación Civil Siglo XXI, movimiento creado por los transportistas para pedir que se derogue el artículo 86 del Código de Defensa Social, modificado desde hace dos años por la LVI Legislatura, que pronto se despide del Congreso local.


El desorden apenas y permitió a Melitón Cabañas hacerse escuchar.

 

Es uno de tantos líderes, uno de los pocos con idea de lo que hace. Su rostro refleja cierta sorpresa al verse al frente de un amorfo movimiento en el que los chafiretes gritan una y otra vez por su derecho para una fianza en caso de cometer homicidio imprudencial.


“¡No somos asesinos, no somos asesinos…!”, gritan los conductores que llegaron a la cita en El Gallito del Paseo Bravo para pedir la derogación del artículo 86.


“No somos asesinos… No somos asesinos… ¡somos unos pinches briagos!”, agrega un joven manifestante que apenas y alcanza la mayoría de edad, ataviado con gorra negra hacia atrás, con cadena de cinto a bolsillo y arrastrando las valencianas del pantalón. Él va en tremendo cotorreo con sus amigos, checadores o jóvenes adictos al volante que han heredado el oficio de su padre.


Una hora y media más tarde después de la hora citada, los noticieros de radio locales le anuncian a Melitón y compañía una derrota. Poco antes de las nueve de la mañana fue que comenzaron a hacer bulto en el Paseo Bravo. Peatones de la conocida avenida notaron su presencia cuando comenzaron a detener a camiones de varias rutas para bajar pasajeros y exigir a sus compañeros choferes que se sumaran a la protesta.


“¡Nosotros les hacemos un bien! Estamos luchando por sus derechos y ellos se largan… ¡pues que vayan y chinguen a su madre!”, gritó otro de los quejosos al tiempo que manoteaba. A toda velocidad se movían los camiones sobre la 11 Sur justo cuando pasaban a la altura de la avenida Reforma. Temían que sus colegas los bajaran a golpes y les espantaran al pasaje.


Para evitar los maracazos el lugar se vigiló hasta los dientes. Tempranito llegaron cuatro células de la Policía Estatal, varias unidades de la Policía Municipal y los respectivos tranchos que vigilaron rutas alternas mientras los choferes dieron rienda suelta a su furor. En el lugar también estuvieron los funcionarios de la macana y la mordida, del escudo y la bala de goma, nomás por si las moscas, en caso de que se ofreciera, claro. Atrincherados en un camellón de la 11 Sur estaban Carlos Cárdenas, director de la Policía Municipal; Manuel Alonso, director de Vialidad Municipal; Jesús Morales, de Tránsito Estatal y Juan Manuel Sobereira de Seguridad Estatal. “Todo muy quieto, muy tranquilo”, se decían unos a otros cuando aún la manifestación no salía.


Y no salía porque los choferes apenas y podían ponerse de acuerdo:
—Nos vamos al Congreso y de ahí a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (…) y luego a Casa Aguayo...— dijo uno de los tantos líderes que presumía gorrita tipo Ché Guevara, playera Tommy Hilfiger pirata y escapulario con hilo dorado.
—¡No!— gritaba la masa.
—¡Bueno, nos vamos derecho hasta el centro, luego al Congreso, luego a la SCT!— dijo otro más de los choferes.
—¡No! ¡Que sientan presión!— gritaron otros que empezaban a extender la pancarta.
—Bueno ya… ¡ahorita vemos!— volvieron a decir los organizadores.
Ya en la avenida Reforma el recorrido cambió como el precio de la gasolina, una vez tras otra. Cuando llegaron a la calle 3 Norte para dar vuelta sobre la 3 Poniente y Reforma los animados de las mantas quisieron exhibirse cuales bastoneras y pidieron que el trayecto siguiera derecho.


“¡Derecho, derecho! ¡Síganse derechos cabrones!”, dijeron sin rubor los de las mantas ante el entripado de los líderes que no podían acallar a la perrada. “No al 86. No somos asesinos”, se podía leer en las mantas que pasearon hasta el bulevar ante la incredulidad de sus compañeros “líderes”.


Cuando por fin tomaron la ruta hacia el Congreso y dejaron de bloquear el boulevard Héroes del 5 de Mayo se perfilaron por la calle 5 Oriente.


“Bueno y a todo esto… ¡¿al Congreso para qué?! ¡Si allá ni hay nadie! Han de estar de vacaciones los huevones de los diputados”, gritaron los del frente de la muchedumbre cuando ya se dirigían al Congreso.
Así siguió la manifestación, así llegaron hasta el Congreso, y los choferes que tanto querían redimir su imagen se pusieron dignos y esperaron a que Rómulo Arredondo llegara para explicarles. Que si los gobernadores de velocidad, que si las saturación de rutas, que si el exceso de pasaje. Los temas de siempre, la comisión de siempre y el acuerdo de siempre. Santo remedio, a la comisión le dijeron lo de siempre. El artículo había sido ajustado así porque la sociedad clamó por ello, o algo así dijo Juan de Dios Bravo Jiménez, ex funcionario de SCT y diputado de la LVI Legislatura.


Y a la SCT los chafiretes ni tuvieron que dirigirse, “pus está re’lejos… ¿cómo íbamos a ir todos hasta allá?”, dijeron. Y con el súper paro de transporte ni cómo llegar, quizá solamente tomando taxi.

 


 
 
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