Naciones acaparadoras hacen aumentar costos de los alimentos


Keith Bradsher y Andrew Martin / Bangkok, Tailandia


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Al menos 29 países han frenado significativamente sus exportaciones de alimentos en los últimos meses, para asegurarse de que su propia gente tenga suficiente para comer, a precios asequibles.


Cuando se trata de arroz, India, Vietnam, China y otros 11 países han limitado o prohibido las exportaciones. Quince países, incluidos Pakistán y Bolivia, han puesto un tope o suspendido las exportaciones de trigo, más de una docena ha limitado las exportaciones de maíz. Kazajstán ha restringido las exportaciones de semillas de girasol.


Las restricciones están dificultando más que los países importadores empobrecidos puedan adquirir los alimentos que necesitan. Los límites a las exportaciones están forzando a algunas de las personas más vulnerables, aquellas que dependen de las agencias de ayuda, a pasar hambre.


“Es obvio que estas restricciones a las exportaciones avivan el fuego de los aumentos de precios”, dijo Pascal Lamy, director general de la Organización Mundial de Comercio.


Y al incrementar las percepciones de escasez, las restricciones han conducido a un acaparamiento alrededor del mundo, por parte de grupos tan variados como agricultores, comerciantes y consumidores.


“La gente es presa del pánico, de manera que está comprando cada vez más; al menos quienes tienen dinero están comprando”, dijo Conching Vásquez, una vendedora de arroz de 56 años que estaba sentada una mañana reciente entre pilas de arroz en su gran puesto en Los Baños, en Filipinas, el importador de arroz más grande del mundo. Sus clientes compran 3 mil 600 kilos de arroz al día, respecto de 2 mil 500 kilos hace un año.


Las nuevas restricciones son simplemente un síntoma agudo de una condición crónica. Desde 1980, aun cuando el comercio en servicios y en bienes manufacturados se ha triplicado, ajustado a la inflación, el comercio en alimentos apenas ha aumentado. En vez de ello, durante décadas, los alimentos han sido una maraña enrevesada de normas restrictivas, en formas de aranceles, cuotas y subsidios.


Ahora, con el sector agrícola de Australia debilitado por la sequía y Argentina sufriendo una serie de huelgas y otras perturbaciones, el mundo está dependiendo cada vez más de un puñado de países como Tailandia, Brasil, Canadá y Estados Unidos que siguen exportando grandes cantidades de alimentos.


En una mañana reciente aquí en Bangkok, sudorosos y muy tatuados trabajadores portuarios tomaban turnos agarrando sacos de arroz de 55 kilos de una banda transportadora y trasladándolos sobre sus cabezas a grúas que llevaban los sacos a lo profundo de un carguero destinado a Filipinas. La mayoría de las 900 mil toneladas métricas de arroz que parten de este muelle cada año siguen la misma rutina agotadora.


“He estado aquí 28 años”, dijo el asistente del administrador portuario, Suchart Wuthiwaropas. “Se vuelve más activo cada vez.”


Poderosos cabildeos en los países ricos en todo el hemisferio norte, desde Japón hasta Europa Occidental y Estados Unidos, han protegido durante mucho tiempo a los agricultores.


Los japoneses protegen su industria del arroz haciendo casi imposible que compita el arroz importado. La Unión Europea limita severamente las importaciones de carne y pollo, y Polonia va más lejos, prohibiendo también las importaciones de soya.


Negociadores han estado trabajando durante años para liberar el comercio en productos agrícolas; pero la crisis de hoy realmente lo hace más difícil para ellos. Las protestas por alimentos en lugares como Haití e Indonesia que dependen fuertemente de los alimentos importados han convencido a muchas naciones de que es más importante que nunca que cultiven, y conserven, los alimentos que necesitan sus ciudadanos.


“Cada país debe primero garantizar su propia seguridad alimentaria”, dijo Kamal Nath, el ministro de Comercio e Industria en India, que ha prohibido las exportaciones de aceites vegetales y casi todos los tipos de arroz, salvo los más costosos.


Pero como señaló Susan Schwab, representante comercial de Estados Unidos en una entrevista telefónica: “La medida de un país para promover la seguridad alimentaria es la inseguridad alimentaria de otro país.”


Los grupos de ayuda internacional están tratando de apoyar a personas que ya no pueden permitirse comprar alimentos a los precios más altos de hoy pero enfrentan dificultades. “Estamos teniendo problemas para comprar los suministros que necesitamos para operaciones de emergencia”, dijo Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Alimentario Mundial en Roma.


Las restricciones han retrasado los esfuerzos para impulsar los programas alimentarios en Somalia y Afganistán. El programa de alimentos había comprado grano a comerciantes paquistaníes o reservas nacionales. Cuando Pakistán impuso una prohibición a la mayoría de las exportaciones de trigo esta primavera, el programa alimentario se vio obligado a encontrar un nuevo proveedor, creando retrasos de meses.


“Tuvimos que desacelerar el incremento de nuestra operación como resultado de tener que rediseñar nuestras líneas de abasto”, dijo Ramiro Lopes da Silva, director de transporte y adquisiciones. “Eso significa en el terreno que hubiera beneficiarios que se quedaran sin raciones o sin raciones completas por un tiempo; en el caso de Afganistán, algunos no entraron en el programa.”


La disputa actual en torno a las exportaciones de alimentos subraya las opciones que las naciones ricas han enfrentado durante siglos.


Una se relaciona directamente con el comercio: ¿Es mejor especializarse en cualquier alimento que se cultive mejor en el suelo de un país, y comerciarlo por todos los otros alimentos necesarios; o incluso, quizá, especializarse en servicios o manufactura, y comerciarlos por alimentos?


¿O es mejor buscar la autosuficiencia en todo tipo de alimentos posibles que, si el clima lo permite, crezcan dentro de las fronteras de un país?


La respuesta usual de los economistas es que el mundo se beneficia más si cada país se especializa en cultivar (o dar servicio o fabricar) lo que pueda hacer más eficientemente, y comerciarlo por el resto.


Las lluvias y otros limitantes hacen prohibitivamente difícil que algunos países cultiven todos sus propios alimentos. “Si Egipto tuviera que ser autosuficiente en alimentos, no quedaría agua en el Nilo”, dijo Lamy en una entrevista telefónica.
“Si cada país en el mundo decidiera que quisiera producir sus propios alimentos para consumo”, dijo Schwab, “habría menos alimentos en el mundo, y más personas pasaría hambre”.


Pero depender de las importaciones de alimentos se vuelve mucho más incierto si otros países están dispuestos a suspender las exportaciones.


Una regla oscura de la Organización Mundial de Comercio requiere que los miembros notifiquen a la agencia cuando restrinjan las exportaciones de alimentos. Pero no hay penalidades por ignorar la norma, y ninguno de los países que ha impuestos restricciones en el último año la ha cumplido, según la OMC.


Japón y Suiza están encabezando a un grupo de naciones importadoras de alimentos tan alarmadas por las restricciones que están buscando un acuerdo internacional que evite que los países limiten unilateralmente las exportaciones de alimentos. El acuerdo sería parte de la actual y ya complicada ronda de Doha de negociaciones comerciales, que lleva el nombre de la ciudad de Qatar donde empezaron las conversaciones.


Pero la propuesta se topó con un obstáculo de procedimiento: “Las restricciones a las exportaciones de alimentos son un tema tan nuevo que sólo son mencionadas tangencialmente como parte de la agenda de la ronda de Doha, que no se puede modificar fácilmente.”


En algunas de las naciones preocupadas por la escasez ahora, políticas pasadas han desalentado la agricultura. Desde Indonesia y África Occidental hasta el Caribe y Centroamérica, los países pobres frecuentemente han suspendido los programas de asistencia agrícola y reducido los aranceles para equilibrar sus presupuestos y evitar cobrar precios altos a los consumidores urbanos. Pero han encontrado que sus agricultores no pueden competir con las importaciones procedentes de países ricos; importaciones que están fuertemente subsidiadas.


Como resultado, medidas que podían haberse adoptado hace décadas, resultando en más alimentos para el mundo hoy, fueron abandonadas. Estas incluyen cambios como planes de irrigación y nuevas variedades de cultivos.


“Los subsidios otorgados por los países desarrollados a sus agricultores han conducido a una falta de inversión en la agricultura en países en desarrollo” en África y otras partes, dijo Nath.


Para empeorar las cosas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional frecuentemente presionaron a los países pobres en los años 80 y 90 para que redujeran los aranceles y suspendieran los programas de apoyo agrícola, principalmente para reducir déficits presupuestarios.


En realidad, en Banco Mundial concluyó en 2006 que no se había puesto suficiente atención a los efectos negativos de sus recetas estratégicas en los agricultores en los países en desarrollo.


Las actuales restricciones a las exportaciones, que principalmente ayudan a los consumidores urbanos en países pobres, son el más reciente golpe para los agricultores en el mundo en desarrollo.


Algunos países rechazan la idea de que restringir las exportaciones haya elevado los precios en el mercado mundial, y apuntan más bien a precios más altos para el fertilizante, el diesel y otros gastos agrícolas. India adopta esa posición, pero también lo hace Tailandia, al defender los pronunciados aumentos en los precios establecidos por su Asociación de Exportadores de Arroz para los embarques actuales.


“La causa principal de los crecientes precios del arroz es el creciente costo del cultivo del arroz”, dijo Surapong Suebwonglee, ministro de Finanzas de Tailandia, el mayor exportador de arroz del mundo.


India y otros países, así como algunos grupos sin fines de lucro, están rápidamente señalando que los argumentos económicos —que los países se especialicen en la producción de cualquier cosa que hagan más eficientemente— son poco convincentes, en tanto los países ricos subsidien tanto a sus agricultores.


De hecho, los negociadores tienen un marco aproximado para un posible compromiso sobre agricultura en las conversaciones de la ronda de Doha, incluidas profundas reducciones en los subsidios.


Un posible compromiso que no se está discutiendo en la ronda de Doha quizá sea que los países continúen dependiendo del comercio para la mayoría de las importaciones de alimentos, pero conserven reservas más grandes en caso de crisis. Las reservas de arroz mundiales, por ejemplo, se han desplomado al equivalente de nueve semanas de consumo, respecto de 19 semanas en 2001.


Pero funcionarios de la ONU son cautelosos.

 

“Yo no objetaría acumular reservas”, dijo Supachai Panitchpakdi, el secretario general de la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de la ONU. “Pero como con las reservas de divisas, algunos países se van a enormes extremos.”

 

 


 
 
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