Cómo aprender a vivir sin hijos cuando no es por decisión propia


Karen Barrow


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Cuando Pamela Mahoney y Alex Tsigdinos se casaron, nunca pensaron en que tendrían problemas para tener un bebé. Sin embargo, después de 11 años y muchos tratamientos de fertilidad, aún siguen siendo una familia de dos.


Frustrada y agotada por los procedimientos, caros y prolongados, que nunca funcionaron, la pareja finalmente se dio por vencida. Ahora, el reto es aprender cómo aceptar una vida sin hijos.


Diez por ciento de todas las parejas tiene problemas para concebir, en ocasiones debido a un problema físico y, otras, por razones inexplicables. Sin embargo, conforme han avanzado las tecnologías reproductivas, se está brindando ayuda y esperanza a muchas parejas.


En cada paso, los médicos eran optimistas en el caso de los Tsigdinos, quienes viven en California. A los 29 años, después de dos años de intentar embarazarse, la señora Tsigdinos se enteró que tenía unas lesioncitas en el útero, un síntoma del inicio de una endometriosis, un padecimiento marcado por un crecimiento incontrolado de tejido en la matriz. Le removieron las lesiones quirúrgicamente, y los médicos la enviaron a su casa con todas las expectativas de que ya no tendría problemas para concebir.


Pasó el tiempo, y nada de bebé. Le hicieron exámenes al señor Tsigdinos, y la pareja descubrió que padecía varicocele, un bloqueo en el flujo sanguíneo hacia el pene que reducía su cuenta espermática. La cirugía corrigió el problema. Sin embargo, pasaron dos años más, y nada todavía.


En los siguientes años, la pareja intentó con dos ciclos de fertilización in vitro y dos rondas de inseminación artificial, además de algunos enfoques no tradicionalistas, incluidos la acupuntura, los suplementos herbolarios y un tratamiento quiropráctico.


El tiempo se estaba volviendo un demonio: para las mujeres menores de 35 años, el porcentaje de embarazos después de una fertilización in vitro es de 43 por ciento, pero cae a cuatro por ciento en mujeres de más de 42 años. Años de citas con los médicos, honorarios y sueños no satisfechos, también estaban cobrando su precio afectando los ahorros de la pareja, su paciencia y su matrimonio.


Finalmente, recordó hace poco la señora Tsigdinos, se hartaron. “Yo cumplí 39 años, me miré al espejo y dije: ‘¿Por cuánto tiempo más podemos seguir haciendo esto?’”, explicó.


Hace dos años, el señor y la señora Tsigdinos tomaron la difícil decisión de terminar con eso: dejar de someterse a procedimientos invasivos, ya no llevar el registro diario de la temperatura basal del cuerpo para ayudar a determinar cuando estaba ella a punto de ovular, abandonar la investigación de cada tratamiento nuevo, y dejar de soñar en tener hijos.


La señora Tsigdinos sabe lo que están pensando: ¿Qué hay de la adopción? Sin embargo, la pareja lo consideró y no pareció ser lo adecuado para ella.


“No es un binario: o se tienen hijos o se adoptan. No es tan sencillo”, dijo recordando las luchas de amistades que buscaron adoptar.


No hay claridad en cuanto a porqué muchas mujeres no pueden tener hijos. El estigma pegado a la infertilidad y a vivir sin hijos presiona a muchas mujeres para que permanezcan calladas en cuanto a sus luchas, dijo la señora Tsigdinos, y agregó: “No es un tema que uno quiera soltar en una conversación en una fiesta”.


Casi dos años después, a la señora Tsigdinos, ahora con 45 años, aún se le salen las lágrimas cuando habla de ello. “No es un proceso linear. Uno acepta que se hará el mejor esfuerzo por seguir adelante, pero hay unos días en los que las cosas simplemente se vuelven abrumadoras”.


Los expertos recomiendan que las mujeres que luchan con la decisión de abandonar los tratamientos de fertilidad vean su pérdida como lo harían con cualquier otra.


“La persona tiene que pasar por un proceso de duelo por lo que esto iba a ser en su vida, y quién iba a ser en esta vida”, dijo Mardy S. Ireland, una psicoanalista especializada en personas sin hijos.


El tratamiento de infertilidad puede ser tan demandante que muchas mujeres siguen intentando mucho después de que las posibilidades se vuelven prohibitivas. Quienes pueden aceptar la posibilidad de que ningún tratamiento en el mundo les permitirá embarazarse, podrán encontrar la mejor oportunidad de aprender a aceptar una vida sin hijos.


“Quienes tienen más dificultades para vivir con su realidad son los que no toman la decisión”, dijo Ireland. Los que no la toman, agregó, se despertarán un día sintiendo que les quitaron la opción de no seguir adelante.


No obstante, mujeres como la señora Tsigdinos con frecuencia lloran cuando ven una madre reciente empujando el carrito de su bebé, combatiendo el enojo contra amistades que inocentemente las invitan a fiestas para futuras madres, y discutir con sus propios padres que no han aceptado que nunca serán abuelos.


Susan B. Slotnick, miembro del consejo de administración de Resolve, una asociación de infertilidad sin fines de lucro, entiende ese dolor. Hace 11 años, ella también tomó la decisión de abandonar los tratamientos de infertilidad y aceptar una vida sin hijos. “En realidad, el dolor nunca se va”, dijo. “Pero, al igual que un dolor crónico de espalda, se aprende a lidiar con él”.


Ese dolor apagado une a las mujeres que se encuentran en todas las etapas de su búsqueda de hijos, y una comunidad creciente en línea las ayuda a sobrellevar las muchas facetas de la infertilidad. La señora Tsigdinos, una operadora de mercado de una compañía de capital de riesgo, empezó su propio blog sobre los aspectos chuscos de un tratamiento exitoso, en www.Coming2Terms.com, cuando no pudo encontrar los recursos que la ayudaran a manejar la decisión de abandonar los tratamientos de infertilidad.


Tras años de centrarse en quedar embarazada, la pasión de la señora Tsigdinos ahora es conectarse con otras mujeres en su situación. Escribe sobre las cosas cotidianas que le recuerdan que no tiene hijos, pero también con aquello con lo que tuvo que lidiar en el camino: cómo saber cuándo dejar el tratamiento, cómo manejar las amistades y parientes metiches, cómo aceptar una vida sin la rutina esperada de libros, recitales y ceremonias de graduación de los hijos. Las mujeres y los pocos hombres que hacen comentarios en su blog no siempre están de acuerdo con sus decisiones, pero todos se solidarizan con ella y la ayudan a sentirse menos sola.


Es posible que la infertilidad haya sido la corriente subyacente en la vida de la señora Tsigdinos. Sin embargo, es firme en cuanto a que no se ha cegado ante lo que sí tiene.“Tengo que decir que soy la mujer con más suerte en el planeta, porque, aun cuando sea lo único, tengo el marido más paciente. Porque como sólo somos los dos, pasamos mucho tiempo asegurándonos que el otro es feliz”.

 

 

 

 


 
 
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