Libres y prósperos, los rusos se aventuran al exterior


Clifford J. Levy / Antalya, Turquía


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Yelena Kasyanova reservó su excursión en una agencia de viajes locales en alrededor del mismo tiempo que lleva acudir al mercado por algunos alimentos. Pronto estaba tendida aquí a orillas del Mediterráneo, una persona anónima de la clase trabajadora originaria de un lugar en lo profundo de Rusia, hija de la era soviética que aún recuerda las constricciones humillantes que alguna vez le dificultaron obtener un pasaporte, ya no digamos un boleto de avión.


Y en toda la playa había muchos como ella.


Uno de los cambios más perdurables en la vida de los rusos en los últimos años ha ocurrido no en la propia Rusia, sino en lugares como ésta región costera de Turquía, donde una afluencia de turistas rusos ha dado impulso a una mini-industria que atiende sus necesidades. Un pueblo que bajo el comunismo rara vez tuvo permitido aventurarse en el extranjero, y que luego careció del dinero para hacerlo cuando cayeron las barreras políticas, ahora está viendo el mundo. Y disfrutándolo.


Quizá no hay mejor símbolo del crecimiento en el turismo ruso que el sitio turístico donde Kasyanova estaba quedándose, el Kremlin Palace Hotel, una extravaganza tipo Las Vegas en que se reproduce a Moscú en la costa, cuyos edificios son réplicas de importantes lugares en el complejo del Kremlin y el barrio circundante. ¿Por qué ir a cualquier sitio antiguo cuando puedes retozar en la piscina mientras ves los tranquilizadores domos de la réplica de la Catedral de San Basilio? (¡Tampoco necesitas abrigarte contral frío!)


Kasyanova, de 51 años y asistente de atención médica de la región de Kaluga, 200 kilómetros al suroeste de Moscú, ha estado en Egipto, Hungría y Turquía en los últimos años, y tiene a Europa Occidental en la mira. Para ella y otros rusos entrevistados aquí, el viajar al extranjero refleja no sólo el renacimiento económico de Rusia bajo el liderazgo de Vladimir V. Putin, sino también la forma en que el país se ha vuelto, en algunas formas esenciales, normal.


Si se tiene algo de tiempo y un poco de dinero, se puede viajar. Al igual que todas las demás personas en el mundo.


“Ahora es tan fácil: compras un viaje en paquete por 800 dólares, y aquí estamos, en el paraíso”, dijo Kasyanova, que, como muchos rusos aquí, se sintió asombrada por las comodidades del hotel pero también interesada en explorar las montañas y otros lugares cercanos. “Habla del alto nivel de vida en Rusia, del mejoramiento de la vida en Rusia”.


Los rusos están viniendo de todas partes. En el aeropuerto local aquí, la pantalla de llegadas era como un listado de la geografía rusa, con vuelos charter procedentes de Moscú, Rostov-on-Don en el sur, Kazan en el centro, Novosibirsk en Siberia y otras ciudades entre esos puntos.


El número de turistas rusos que visitan países fuera de la ex Unión Soviética creció a 7.1 millones en 2006, el último año para el cual hay estadísticas disponibles, respecto de 2.6 millones en 1995, según el gobierno ruso.


Un récord de 2.5 millones de rusos visitaron Turquía en 2007, un aumento del 33 por ciento respecto de 2006, dijeron funcionarios turcos. Sólo Alemania, que es un dechado de riqueza europea, envía más turistas a Turquía. (En contraste, en 1988, unos años antes del colapso de la Unión Soviética, sólo 22 mil ciudadanos soviéticos visitaron Turquía.)


El auge del turismo ruso está sucediendo conforme nuevas aerolíneas de bajo costo en Europa han incitado un significativo aumento en el turismo en todo el Continente. Pero para los rusos, la oportunidad de viajar es especialmente preciada.


Por primera vez en la historia rusa, grandes cantidades de ciudadanos están expuestos a la vida en tierras lejanas, ayudando a paliar una especie de aislamiento y comportamiento pueblerino que se forjó en la era soviética. En ese entonces, al público no sólo se le impedía viajar al extranjero, también se le inculcaba con propaganda que la Unión Soviética era incuestionablemente el mejor país del mundo, de manera que no había necesidad de ir a ninguna parte.


Las personas que deseaban viajar al extranjero en tiempos soviéticos típicamente tenían que recibir la aprobación oficial, y si se les concedía, eran estrechamente vigilados una vez que cruzaban la frontera. Aun antes de que partieran, a menudo eran enviados a clases para ser adoctrinados sobre la forma de comportarse y evitar los peligros de la influencia extranjera. Aquellos que no estaban en buena posición con el partido tenían poca probabilidad de salir.


Los controles sobre los viajes eran particularmente onerosos dados los inviernos largos y oscuros de Rusia.


“Para nosotros, es como un cuento de hadas estar aquí”, dijo Lilia Valeyeva, de 46 años y oficinista originaria de Chelyabinsk en los Montes Urales que nunca antes había estado en el extranjero cuando visitó Turquía hace dos años. Desde entonces, ha regresado dos veces.


“Estamos viendo otros países con nuestros propios ojos, cómo viven otras personas”, dijo.


Muchos rusos entrevistados aquí atribuyeron a Putin, el ex presidente y actual primer ministro, su capacidad para viajar, diciendo que él era responsable de la nueva prosperidad de Rusia.


“No es como antes, cuando teníamos miedo de todo”, dijo Larisa Kazakova, de 32 años y agente de bienes raíces de Yekaterinburgo. “Viajamos, y llevamos una buena vida”.


En estos días, los rusos pueden comparar los servicios que reciben en el extranjero con los de casa, y pueden mezclarse con turistas de otras partes. Cómo estas experiencias alterarán su perspectiva en casa es un interrogante intrigante.


El escritor y comentarista Viktor Yerofeyev dijo que había notado que entre más viajaban los rusos, más tendían a perder algo del carácter áspero que en ocasiones caracterizó a la sociedad soviética.


“A través de todos estos viajes, estamos viendo un cambio en la mentalidad en casa”, dijo Yerofeyev. “La gente ahora está buscando placer, ya sea que esté en los clubes nocturnos de Moscú o en restaurantes. Viajar es una continuación de ese placer. Simplemente tener vidas placenteras, no sufrir, sentirse positivo. Su brújula de vida cambia, de ‘No me importa nada’ a ‘Me gustaría tener una vida mejor’. Viajar es parte de esto”.


“El mundo se está volviendo parte de sus vidas”, dijo.


La primera ola importante de turistas rusos después de la caída de la Unión Soviética no necesariamente enorgulleció a su país, en ocasiones actuando como estudiantes universitarios escandalosos en vacaciones. Había historias de hoteles que limitaban o incluso prohibían a algunos grupos de viaje rusos debido a su comportamiento de borrachos.


Ejecutivos hoteleros en Turquía dijeron que las cosas se habían asentado en gran medida, con muchas familias rusas ahora vacacionando aquí, y relativamente pocos problemas.


“Nadie me cree cuando digo esto, pero los alemanes beben incluso más que los rusos”, dijo Ali Akgun, gerente de otro hotel en el área, el Kemer Holiday Club. “Es simplemente que los rusos beben un poco más rápido”.


La mayor lucha ahora para los hoteles turcos es encontrar suficiente personal que hable ruso. Aquellos en la industria turística que dominaban el alemán y el inglés están regresando a la escuela de idiomas.


“Todos están estudiando ruso ahora”, dijo Suat Esenli, un empleado en el Kremlin Palace Hotel, que tiene más de 800 habitaciones y abrió en 2003, justo cuando el turismo ruso empezó a aumentar. Típicamente, alrededor de 60 por ciento de los huéspedes del hotel son de la ex Unión Soviética, y el resto de otras partes de Europa.


Sin embargo, el esfuerzo de hacer sentir cómodos a los huéspedes rusos puede ir demasiado lejos. Por un tiempo, uno de los restaurantes del hotel servía el tipo de platillos —borscht, blinis y demás— que deberían haber alegrado el corazón de los rusos.


El restaurante tuvo que reformar su menú. Resultó que lo último que los rusos querían era la comida que podían conseguir en casa.

 

 

 


 
 
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