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Si la designación de Manlio Fabio Beltrones al frente del Comité Ejecutivo Nacional tricolor supuso un manotazo que alteró el tablero de la política mexicana, especialmente rumbo a la sucesión de Enrique Peña Nieto, el impacto a nivel Puebla resulta mayúsculo y su consecuencia inmediata es que, desde el morenovallismo, se tiene la certeza de que Enrique Doger se perfila como el candidato del PRI a la minigubernatura. La misma lógica crece entre los propios priistas que lo habían descartado del juego, aduciendo que solamente Blanca Alcalá —por su posicionamiento— y Juan Carlos Lastiri —por sus extensas relaciones en el gobierno federal— eran las dos únicas cartas de la baraja. En realidad, los padrinos de ambos lucen caídos en desgracia, lo que los saca de la jugada.
Los cálculos políticos siempre indicaron que la única posibilidad de Doger era que Beltrones llegara a la dirigencia tricolor. No se trata del hecho de que el sonorense cargue los dados, sino que el trato que mantuvieron en los últimos tres años en San Lázaro como pastor y oveja acerca al poblano a una especie de padrinazgo, el único posible. Lastiri tiene a Osorio Chong —o Jorge Márquez en Bucareli— y Blanca Alcalá a Emilio Gamboa, coordinador en el Senado. Pero ambos cayeron en desgracia.
De todos los soldados que envió Emilio Gamboa a la disputa de gubernaturas, ninguno ganó, y por si fuera poco, la derrota más dolorosa del tricolor el 7 de junio fue Nuevo León, pues Ivonne Álvarez, la protegida de Gamboa resultó arrasada por “El Bronco”. Y de Osorio Chong qué se puede decir: tras la fuga del “Chapo” Guzmán, no fue cesado del cargo pero desapareció de la carrera sucesoria que ahora encabeza Beltrones.
Se trata, pues, de la eterna recomposición de cuadros que cada cierto tiempo se vive en el Revolucionario Institucional. En la cima de su soberbia, previo a la fuga del Chapo, Juan Carlos Lastiri se creyó con la prerrogativa de ordenar el juego político de Puebla: primero uno de sus incondicionales —Armenta o Vega Rayet— y luego él. Pero ahora ya descubrió que en la realpolitik todos los futurismos son chaquetas mentales, y ahora el subsecretario no encuentra cómo regresar al juego tras haberse autodescartado. Por ello, una de sus plumas más adictas, Fernando Maldonado, nos vende a un zacateco hiperactivo, “que si no es candidato, lo parece”.
A Lastiri ya le entraron las ansias de ser, pero ya no encuentra cómo: su 10 por ciento de conocimiento en las encuestas hará que Beltrones no lo voltee a ver, y su padrino Osorio Chong anda con los bonos muy bajos como para imponerlo. Y si pensaba que en 2018 tendría el camino abierto, la caída del grupo hidalguense también lo arrastra. Por ello su nueva ansia por firmar una alianza con Blanca Alcalá, que lo llevó a invitarla a su rancho en Zacatlán el pasado fin de semana. ¿Llegaron a acuerdos tras años de aborrecerse?
Fruto de ese movimiento de piezas en el tablero, Blanca Alcalá dio ayer por cerrado el tema: nunca quiso el 2016, ni tuvo ánimos para enfrentarse al morenovallismo. Entiende que la batalla será lo más cercano a una carnicería que, en su caso, considera innecesaria porque su posicionamiento le da para esperar a 2018. El debilitamiento de Gamboa, así como la llegada de Beltrones —con quien no tiene ningún trato o cercanía— lo colocaban en una posición todavía más vulnerable para enfrenar el baño de mierda que no desea.
Así, aprovechando una conferencia de prensa para hablar de sus logros en el Parlatino, dio por zanjado el tema en su estilo gelatinoso, pues una y otra vez los reporteros nacionales la urgieron a fijar una postura. La ex alcaldesa se deslindó de la mini cuando dijo que ella no apuesta por los proyectos de corto plazo. Una preocupación menos para Beltrones.
En la pista queda, entonces, Alberto Jiménez Merino —la nueva marioneta de Mario Marín—, Javier López Zavala y Enrique Doger. El primero carece de perfil para el electorado urbano, pues siempre se ha manejado como un personaje rural, además de que su personalidad tibia lo hace incapaz de ejecutar la campaña de contraste necesaria para derrotar al morenovallismo. Lleva tres semanas en abierta precampaña y no ha lanzado una sola crítica al régimen.
Por cercanía a Manlio Fabio Beltrones y posicionamiento, los dos finalistas son Javier López Zavala y Enrique Doger. Como un deja vu, hemos vuelto a 2010, aunque en esta ocasión Marín no tendrá la decisión en sus manos, sino que acudirá como un espectador más, o en el mejor de los casos, el manager de un Jiménez Merino destinado a fracasar por anticlimático. El nuevo dirigente nacional, que nadie lo dude, colocará al mejor posicionado y a quien considere su alfil de confianza en el marco de la sucesión presidencial 2018. Precisamente para eso se reorganizaron las fichas del tablero.