Tuesday, 19 de March de 2024

Jueves, 07 Enero 2016 03:25

El dilema perredista: ganar algo hoy, perderlo todo mañana




Written by  Arturo Rueda

Pero en el tablero 2016 del PRD sólo hay una victoria posible en las doce gubernaturas en juego: Tlaxcala. De ahí la vehemencia de Agustín Basave de ligar la alianza en esa entidad con la de Puebla. Es la única forma que tiene de asegurar aunque sea una victoria, por más minúscula que sea la entidad. ¿Pero cuál es el precio?


Nunca las mega coaliciones PAN-PRD han sido de fácil alumbramiento. En 2010 la gran tejedora de sueños fue Elba Esther Gordillo, quien negoció, operó y financió abiertamente para sus pupilos de Puebla y Veracruz. En 2013 ya todo estaba encarrerado nuevamente bajo su madrinaje cuando fue detenida un 26 de febrero. Sin ella en la cabina de mando, la negociación del 2015 fracasó. Nueva Alianza se convirtió en aliado de facto del PRI, PAN y PRD los cuales jugaron cada cual por su lado, y el resultado final fue que la coalición PRI-PVEM se hizo con la mayoría en San Lázaro, algo que no ocurría desde 1994. No hay que ser un científico de la política para entender que las manos hábiles de Manlio Fabio Beltrones y Los Pinos hacen su juego para entorpecer las alianzas mortales en su contra. La elección 2016 se juega primero en los escritorios, y ya mucho después en los mítines y las urnas.

 

En esa ronda de escritorios, los burócratas de la política, cual jugadores de casino, blofean con sus peores cartas. Este, y no otro, es el momento en que Rafael Moreno Valle y Tony Gali deben desplegar sus mejores talentos para enhebrar fino en la construcción de la versión 3.0 de la megacoalición PAN-PRD que vive horas cruciales. Sus enemigos, los visibles y los invisibles, operan en este momento para construir un muro infranqueable.

 

Hace un año, Héctor Bautista, cabeza visible de ADN, reventó la posibilidad de que en las elecciones federales se unieran ambos partidos en por lo menos 150 distritos electorales, lo que, ex post, quizá hubiera evitado la mayoría priista en San Lázaro. El equilibrio de fuerzas al interior del Sol Azteca es delicadísimo. El morenovallismo mantiene de su lado la fuerza menguante de Los Chuchos, y sabe que su enemigo mortal es la corriente de Alternativa Democrática Nacional (ADN). Sin embargo, suma también ahora la oposición de quien fuera su aliado en 2010 y 2013, Luis Miguel Barbosa.

 

En el PRD todo es un embrollo y la mayoría de sus movimientos como partido no tienen como eje sus propios definiciones o desacuerdos entre tribus. El dilema perredista es el de la extinción, ya no como el gran partido de la izquierda mexicana, sino como gran partido, pues Andrés Manuel López Obrador y Morena tienen todo listo para ocupar su lugar en 2018. La única posibilidad de impedir el avance de AMLO es, tautológicamente, obtener victorias electorales.

 

Pero en el tablero 2016 del PRD sólo hay una victoria posible en las doce gubernaturas en juego: Tlaxcala. De ahí la vehemencia de Agustín Basave de ligar la alianza en esa entidad con la de Puebla. Es la única forma que tiene de asegurar aunque sea una victoria, por mínima que sea la entidad.

 

¿Pero cuál es el precio?

 

Abonar a su propia extinción, una vez que Morena se mantiene, en el ideario del elector mexicano, como el único partido “antisistema”, además de ser auténticamente de izquierda. En su primera elección federal casi alcanzó la misma votación que el Sol Azteca y va que vuela para convertirse en el partido eje de la elección federal del 2018, en la que el PRD tiene todo para figurar como comparsa.

 

El PRD necesita gubernaturas, que es lo único que de momento no tiene Morena. Ejercer presupuestos estatales es la única salida visible de los jefes de las tribus. Tienen el DF, Tabasco, Michoacán, Oaxaca y Morelos. En 2016 pueden mantener Oaxaca, sumar Tlaxcala, y si hay habilidad, llevarse una tajada fuerte de Veracruz. Intercambiar dinero por entusiasmo y ya luego reorganizarse para 2018 o prepararse para la tiranía del tabasqueño.

 

Se puede decir que es una postura pragmática: ganar de momento, pero el riesgo de perder a largo plazo es extremo. Entre más chico sea el PRD, más grande será Morena. Inevitablemente son vasos comunicantes. Como defiende Luis Miguel Barbosa, la última alianza con el PAN puede ser el último acto de un suicidio largamente anunciado y que, precisamente, comenzó en 2010.

 

De momento, todo sigue pendiendo de Tlaxcala. Aunque ya no puede registrarse la coalición electoral PAN-PRD, la candidatura común tiene como fecha límite el 2 de febrero. Pero antes en el PRD deben resolver sus contradicciones internas, lo que se dice fácil, pero en realidad es casi imposible.

 

Los tentáculos invisibles de Moreno Valle, sin embargo, son largos y fuertes. En las tinieblas, enfrenta la primera prueba.

 

 

 

 

 

 

 

 

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