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Viernes, 05 Mayo 2017 03:22

La delincuencia del siglo XXI: violencia y descomposición social

La delincuencia del siglo XXI: violencia y descomposición social Escrito Por :   Jose Zenteno

La violencia como forma de vida es consecuencia de múltiples factores asociados a la economía, la política y los políticos, las instituciones sociales y gubernamentales, pero sobretodo es resultado del rompimiento de la familia y el abandono de los hijos.


Es un tanto contradictorio y hasta ridículo, pero así están las cosas en este país. Por un lado los ciudadanos se dicen hartos de la corrupción y el mal gobierno, y por otro los mismos ciudadanos están acabando con la paz social al convertirse en cómplices de la delincuencia y al adoptar como valores los de las organizaciones criminales. Sinaloa es quizá el peor de todos los estados del país en la adopción de antivalores como valores. En aquellas latitudes, por ejemplo, negar el compadrazgo con un capo de la droga equivale a ser un sinaloense mal nacido. Esta expresión que pudiera parecer exagerada y lejana está muy cerca de convertirse en una realidad cotidiana.

 

Los narcocorridos y ahora los corridos del “huachicol” son manifestaciones de una creciente subcultura de la delincuencia. Los criminales promueven este tipo de música porque saben que sus actividades ilegales siempre serán más fáciles de realizar si cuentan con la complicidad de las comunidades, y más aún si la colaboración es voluntaria. Ahora hasta los niños en muchas partes de México y de Puebla aspiran a convertirse en delincuentes, se disfrazan de ‘narcos’ con pasamontañas y palos que simulan metralletas ante la mirada extraviada de sus padres. Las madres de los que se fueron al norte y regresaron a sus comunidades con mucho dinero, se sienten orgullosas de sus vástagos -convertidos en nuevos benefactores comunitarios-, a pesar de que sus recursos provienen de actividades ilícitas.

 

Ya no hay ni temor de Dios, ni respeto a la autoridad del estado, ni respeto a la dignidad humana. Esos son los delincuentes mexicanos del siglo XXI. Esa es la nueva estirpe de criminales capaces de matar bebés, violar niñas, desaparecer personas en ácido, secuestrar y prostituir a jovencitas, traficar con órganos. Esos seres “humanos” son hijos de familias mexicanas que pudieran vivir al lado de nuestra casa, ocupar el lugar de junto en el transporte público, ir al mismo cine o restaurante al que llevamos a nuestros hijos. Lo importante ya no es la venta de combustible robado o el tráfico de droga, sino la corrosión del tejido social que esas conductas generan y que a unos les trastorna la consciencia y a los demás nos roba la paz.

 

¿Quién o qué permitió que la delincuencia se convirtiera en lo que es hoy? No es fácil de responder y nosotros no somos expertos en el tema. Lo que podemos hacer es compartir con usted, amable lector, la percepción social que hemos registrado en muchos estados del país sobre el fenómeno de la delincuencia.

 

La degradación moral es un proceso generalizado en la sociedad y tiene su máxima expresión en las prácticas delictivas. En los años 80 y 90 del siglo pasado, las familias comenzaron a romperse con el ingreso de las madres al mercado laboral, empujadas por la necesidad económica y también por reivindicar su condición de igualdad frente a los varones. La consecuencia se reflejó en la formación de los hijos quienes crecieron al cobijo de la televisión y de la calle, sin guía, carentes de límites y de referentes morales que les permitieran incorporarse a la sociedad armados con valores para defenderse y defender las buenas conductas. Ahí comenzó la degradación moral.

 

Por otra parte, la sociedad de consumo ha tergiversado el sentido del valor humano al grado tal que la existencia sólo se justifica cuando se es capaz de poseer bienes materiales. Me impresiona encontrarme con grupos de adolescentes y jóvenes en todo el país cuya motivación en la vida es el nuevo celular y la consola de video juegos. Ya no manifiestan interés por las relaciones personales, la amistad es una experiencia momentánea y pasajera que existe mientras se disfruta, mientras produzca algún placer. Tampoco he encontrado jóvenes idealistas que quieran cambiar al mundo, ni muchachos interesados en conocer la historia de los pueblos, ni de buscar explicaciones y soluciones a los problemas sociales. Éste vacío de consciencia es el lugar ideal para que la delincuencia se establezca, fecunde y se envilezca.

 

Cuando preguntamos sobre qué originó el empoderamiento de la delincuencia organizada, la gente siempre nos cuenta historias de corrupción, colusión u omisión de los gobiernos con los delincuentes. Puede sonar a ‘cliché’, pero no lo es. Conozco casos y lugares en el estado de Puebla donde el gobierno local no ha cedido ante los intereses criminales y la incidencia delictiva es mucho menor que en municipios vecinos. Eso demuestra que una autoridad honesta y comprometida es causa del bienestar colectivo, una autoridad corrupta y omisa es el principio del desorden. Ahí, donde se establece la delincuencia existió o existe un gobierno (estatal o municipal) que lo permite.

 

No quiero ser mensajero de la conspiración, aunque la evidencia apunta a que esta situación no es fortuita ni producto del azar. Me encontré un artículo en un diario de Ecuador cuyo autor establece una teoría preocupante: “El caos genera incertidumbre, la incertidumbre, miedo y el miedo, rendición absoluta. Este principio (se) aplica… para gobernar el mundo mediante el caos generalizado... gobernar mediante el caos es equivalente a cabalgar sobre un tigre, pues no hay cómo caerse de su lomo”. Es cierto, en aquellos lugares donde la delincuencia mata, viola, secuestra y extorsiona, hace presa del miedo a la sociedad y provoca una especia de espasmo colectivo que paraliza cualquier viso de rebeldía en contra del poder político o delincuencial. Aquí surge la hipótesis del uso intencional de la violencia criminal como mecanismo de control político, suena descabellado e inmoral pero en este país puede haber gobernantes capaces de eso y más. Ver en http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/caos-e-incertidumbre

 

La violencia como forma de vida es consecuencia de múltiples factores asociados a la economía, la política y los políticos, las instituciones sociales y gubernamentales, pero sobretodo es resultado del rompimiento de la familia y el abandono de los hijos. El tejido social está corroído desde la consciencia de los individuos y solamente desde ahí podremos hacerlo sanar.

 

 

Leer este diagnóstico espero que te comprometa a hacer algo. Sí, te hablo a ti. Ya no podrás esconderte detrás del reiterado pretexto ‘todo es culpa del gobierno’. Vivimos encerrados en la misma casa, unos tienen colchón y almohada de plumas, otros ni cama tienen, pero el caos que genera la delincuencia del siglo XXI nos arrastra a todos por igual. Estoy seguro de que en medio del desorden y del miedo hay gente buena y valiente, espero que al menos uno de esos esté leyendo estas letras y a través de ellas logre tocar su consciencia.

 

 

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