Fallo de la Corte es una vergüenza: Monsiváis


El escritor dice “no vine tan lejos para llorar” sobre la impunidad

 

Ofrece una conferencia sobre Frida Khalo ésta fue la primera actividad que llevó a cabo el Museo Amparo desde de la muerte de Amparo Espinosa Yglesias

 

Brahim Zamora


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Carlos Monsiváis, a pesar del tiempo, se mantiene aún como un hit.


Desde una hora antes de su conferencia sobre Frida Khalo sus fans ya hacían cola a las afueras del Museo Amparo, asegurando un lugar en el auditorio y no en el vestíbulo, donde quienes llegaron tarde tuvieron que conformase con una pantalla donde se proyectó la disertación.


Ésta fue la primera actividad que llevó a cabo el Museo Amparo desde de la muerte de Amparo Espinosa Yglesias y fue para conmemorar el centenario de Frida.


En la cola no había ningún notable, ni de la cultura ni de la política. Ya no jala como antes, a pesar de las trescientas personas que llegaron, más que a escucharle, a verle, como el ídolo que suele ser en ciertos espacios. Perdón, es cierto, los notables de la política jamás son partícipes de la cultura.


“A mí también me gustaría saber lo que piensa Carlos Monsiváis, pero no tengo la suerte de que confíe en mí”. Confiesa, a modo de advertencia, después de la presentación que de él hacen.


Y es que él es el gran opinador nacional, icono central del poder cultural, Monsiváis el ocurrente —Paz dixit— ha ganado la autoridad para hablar sobre cualquier asunto de interés o desinterés nacional, a falta, tal vez, de una clase intelectual como las de antaño.


Unas muchachas sentadas delante de mí toman fotos con las cámaras de dos megapixeles de sus celulares Nokia y Sony-Ericsson, lo curioso es que no captan a Monsi, no, captan las imágenes que se proyectan sobre la pantalla, que igual son pinturas de Frida como fotografías de ella con Diego, en diversos momentos de su vida. Como si no fuera más fácil entrar al Google y escribir en buscar imágenes la palabra Frida y vagar por los 817 mil resultados.


“… es la mujer que requiere de su doble, la Frida que es la misma y es otra pese al enlace de los corazones…” discurre el maestro Monsiváis.


Son contadas las personas que le escuchan, creo, la mayoría sólo oye al metaexperto, que usa el puro debraye como modo de conferenciar y va de Cantinflas “el que lucha a tres caídas con el lenguaje, y las tres caídas las pierde el lenguaje”, a Ingmar Bergman y sus Fresas Salvajes, pasando por el mítico Zapata, siempre haciendo gala de su prodigiosa memoria.


Curiosamente, esta vez arranca pocas risas, el momento más notable es cuando habla de la “variedad amorosa” de Frida y aclara: “No promiscuidad, que es un término cargado de culpas tradicionalistas, sino variedad amorosa… que es lo que todos quisiéramos”. Cuando hace un chiste sobre un libro, El Manual de Carreño, nadie se ríe, es como si realmente lo estuviera recomendando…


Eso sí, el discurso está medido por el tabulador del tiempo. Una hora exacta, ni un minuto más. Se propone un diálogo, pero el pasmo del público es notable, no tiene dudas sobre Frida o no quiere decir nada, o simplemente la figura de Monsi lo avasalla. Sólo silencio y después un nutrido aplauso.


Después de esto, la gente de la prensa y los fans con libros y plumas corren detrás del autógrafo y de la opinión del opinador sobre lo que en Puebla y el país ha pesado en los últimos días: el fallo de la Corte hacia Mario Marín.


Lacónico lo dice:


“… lo que sí le puedo decir es que es una vergüenza el fallo de los ministros de la Suprema Corte de Justicia. Una total y verdadera vergüenza.”


Carlos Monsiváis continúa —mientras firma y recibe libros, mientras posa para las fotos del recuerdo—, cuando alguien le pregunta sobre la situación del país respecto a la impunidad:
“No vine tan lejos para llorar.”


Después alguien a quien no le importa o no le gusta hablar sobre el góber y la impunidad y la corte, le pregunta sobre los destinos del PRD y la vigencia de López Obrador.


Entonces, Cambio le pregunta si el coscorrón se federalizará, si éste se hará una ley nacional, conciso de nuevo, responde simplemente: “Mi héroe, chingaos”, abriéndose paso rumbo a la salida, donde una cola de admiradores le espera.

 


 
 
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