Asalto en el Congreso


Mientras los diputados sesionan, un malandrín golpea y asalta a la asistente de diputada


El saldo: Una hermosa mujer golpeada de sonrisa incompleta y un hombre avergonzado. El motín: Una bolsa. El agresor: alguien vestido de negro con barba cerrada. Los afectados: dos dientes. La moraleja: La seguridad en el Congreso da risa.


Yonadab Cabrera Cruz

 

Capítulo I. La sonrisa incompleta

 

Una chimuela, un hombre traumado, dos piezas dentales ensangrentadas y la evidencia de que la seguridad del Congreso local causa risa y miedo, fue el saldo que dejó el asalto en la sede del Poder Legislativo a Adriana Cuevas Patiño, asistente de la diputada priista, Erika Suck Mendieta.


Mientras se desenvolvía con toda tranquilidad la sesión ordinaria en el Congreso, Adriana Cuevas fue sorprendida por un sujeto al que solo identificaron como alguien de vestimenta negra, gorra oscura y barba cerrada.


Minutos antes de que le arruinaran el rostro y la belleza por completo, la asistente de Erika Suck se encontraba en el pleno, escuchando los elogios, halagos y agradecimientos hacia su jefa, quien obsequió flores de nochebuena a todos los diputados: “Ya nos contagió con el espíritu navideño”, expresó el perredista, Melitón Lozano.


Adriana Cuevas abandonó la sesión para terminar unos pendientes en la oficina. Sin embargo, esa decisión cambiaría su vida y su dentadura en unos instantes.


En la puerta del cubículo, la asistente sorprendió a un sujeto esculcando el escritorio y desordenando los muebles de la oficina. Papeles por aquí, lapiceros por allá y sillas por acullá.


Espantada y un tanto desesperada, Adriana intentó jugar a la Chica Súper Poderosa y en vez de pedir auxilio o aventarle una maceta al malandrín en la cabeza, la señorita optó por detenerlo con sus delicadas manos, sus exquisitos y sensuales movimientos.


Por supuesto el hombre, ataviado de negro y de barba cerrada, encaró a su adversaria y con una sola trompada la dejó tumbada en el suelo a un lado de sus dos piezas dentales cubiertas de sangre. En un instante, mujer y dientes yacían en el suelo.


El asaltante ofuscado por el encontronazo corrió despavorido por los pasillos de la Cámara, llevándose la bolsa de Adriana Cuevas y desapareciendo entre los asistentes a la sesión ordinaria.


La asistente de Bárbara Ganime, indicó a los guardias de seguridad, quienes de inmediato corrieron al lugar de los hechos, e iniciaron toda una movilización para encontrar al ladrón y agresor, pero los esfuerzos fueron inútiles, pues en menos de cinco minutos el tipo escapó por el estacionamiento del edificio del Poder Legislativo, sin que nadie lo viera, sin dejar rastro.

 

Capitulo II. El traumado


Diputados, guardias de seguridad, reporteros, asistentes de legisladores, intendentes, colados, despistados, en fin todo el mundo en el congreso inició la búsqueda para encontrar al responsable; lo rastrearon en las demás oficinas, en la azotea, en los pasadizos secretos del edificio, en la ex cafetería.


De un momento a otro, la sesión ordinaria se convirtió en el juego de “¿Dónde está Wally?”.


Entre la muchedumbre una voz masculina rompió el escándalo: “Ya lo encontré, está en el baño de los hombres, lleva ahí mínimo 10 minutos y no quiere salir.”


Por unos instantes el silencio se apoderó del ambiente y con un paso decidido y un respiro hondo, la legisladora Bárbara Ganime marcó el camino para aprehender al agresor.


De inmediato toda la bola (y toda la bola, es toda la bola) —camarógrafos, reporteros, asistentes de diputados, guardias de seguridad, visitantes, personal de intendencia, personal de Comunicación Social, de la Gran Comisión y hasta la famosísima Milagritos— se movilizó al baño de los hombres del segundo piso.


Ganime con toda su humanidad custodió la puerta de este sanitario, para evitar que saliera el asaltante, mientras las cámaras esperaban la salida del ladrón.


Pero la sorpresa fue mayor cuando esa misma voz masculina dijo: “Nos equivocamos no es él, solo está haciendo del baño. Tiene diarrea”


Mientras tanto, uno de los elementos de seguridad, el famoso Man, subió a la oficina de Erika Suck la caja que contenía las identificaciones de los visitantes del Congreso, sin embargo, ninguna de las credenciales de elector correspondía al agresor.

 

 


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